Un birrete mexicano en Estados Unidos, una corona de rosas

11 mayo, 2024

Los esfuerzos y los obstáculos son muy distintos, comenzando por la frecuente burocracia a la que se enfrenta una persona de nacionalidad mexicana que no tiene los privilegios que un ciudadano estadounidense sí

Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves

Escribo esta columna en una semana bastante complicada. Me explico. Me estoy graduando de la Maestría en Chicana and Chicano Studies en la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque, a unos cuantos meses de mudarme, mañana a otro departamento, y en unos meses a otro estado. Esta semana ha sido prolífica en graduaciones y entregas finales. No me quejo, aunque esta noche me ha tocado pasarla en vela hasta ver las montañas y el cielo iluminarse y en menos de tres horas estaré en el evento final, la culminación oficial de mis estudios en donde se me verá con mi toga y mi birrete.

Hace unos años no sabía que me dedicaría a estudiar un posgrado, y hoy heme aquí con mi toga de recién graduada —que no graduado, como en mi licenciatura—, gracias al apoyo de todos mis mentores, el staff de mi departamento, familia, amigos y compañeros quienes me cobijaron en la universidad y en el país donde, cuando llegué, aún tenía la idea entre inocente y temerosa —como buena mexicana sin familia en los Estados Unidos ni otra referencia más allá de las películas y la ficción literaria— de que en cualquier momento me deportarían si no cargaba conmigo pasaporte y visa de estudiante, y ahí andaba hace dos años por las calles de Albuquerque, al menos durante mi primer mes, con mi pasaporte bien guardado en el bolso, así como se carga con las llaves y se guarda el celular.

Afortunadamente, nunca tuve la necesidad de sacarlo en defensa propia, aunque, pensándolo bien, mi idea de una posible deportación por sólo ser una morena mexicana no era del todo disparatada, pues hoy en día vemos las leyes antiinmigrantes en el estado vecino, Texas, que día con día tristemente se hunde más en su conservadurismo.

Al contrario de mis temores, me encontré con un estado y una ciudad sumamente amigables, no ha habido un solo día en el que alguien no se acerque a chulearme algo de lo que traigo puesto, y no sólo eso, la gente realmente es muy afable, buscan cómo ayudar, hay un sentido comunitario tremendo.

A veces me parece que Albuquerque, más que una ciudad chiquita es como un pueblo grandote al que lo atraviesa un río, el Río Bravo, al que de este lado le dicen Río Grande, como grandes son las hazañas de los mexicanos que lograron pasarse de este lado en busca del sueño americano, en busca de una mejor vida.

Hace unos días recuerdo haber visto en una ceremonia de graduación, en el birrete de una de las recién graduadas, la siguiente frase: “Gracias, mamá, por haber llegado con nada y por habérmelo dado todo”. No hace falta ninguna aclaración, ese mensaje lo dice claro. Y aprovecho para extender la felicitación a las madres que atravesaron la frontera, por el desierto, por el río o adentro de un tráiler, cargando a su bebé; a esas madres que le dieron a sus hijos una última bendición para iluminarles el camino, sin saber si volverían a verlos.

Me doy cuenta de que es muy distinto graduarse de un grado académico en México como mexicana, que hacerlo en Estados Unidos como chicana, y cambia aún más graduarse en Estados Unidos teniendo solamente la nacionalidad mexicana. Los esfuerzos y los obstáculos son muy distintos, comenzando por la frecuente burocracia a la que se enfrenta una persona de nacionalidad mexicana que no tiene los privilegios que un ciudadano estadounidense sí, y de los que a menudo no se percatan por no padecerlos.

Pero también recuerdo la frase que la profesora Doris Careaga bien tuvo a decirme: “Aquí, en Estados Unidos, los mexicanos nos volvemos familia”. Cuánta razón tenía. Aquí los mexicanos más que vecinos nos volvemos hermanos.

Afortunadamente encontré esa hermandad, y a manos llenas, que durante los últimos dos años en este país me ha respaldado.

Ver los birretes de mujeres mexicanas, chicanas, o de ascendencia mexicana o latina, fue espectacular, algunas se veían muy de lejos, adornadas con rosas de papel que hacían parecer a la graduada poseedora más bien de una corona de rosas; otras más adornaban su birrete con brillos o con frases como la arriba mencionada.

Hubo otro birrete que me conmovió sobremanera, tal vez por su cercanía con mis propias vivencias: era la fotografía a color de una viejita, me imagino la abuelita de la joven graduada, de la que se desprendían alas blancas dibujadas con algún plumón blanco, quizá con barniz, mismas que seguramente dibujó la misma joven honrando la memoria de la mujer del retrato, que claramente ya había fallecido.

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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.