Donald Trump buscará en su segundo periodo en la presidencia de Estados Unidos frenar la influencia comercial que ha logrado China en la región. Pero al mismo tiempo intentará imponer medidas de presión a los gobiernos para frenar la migración hacia el norte
Por José Ignacio De Alba / X: @ignaciodealba
Estados Unidos ha perdido dominio sobre América Latina, la muestra más reciente es la inauguración del puerto de Chancay, en Perú. Este atracadero, enmarcado dentro del proyecto «Iniciativa de la Franja y la Ruta» está proyectado como el más importante de América del Sur.
El puerto fue inaugurado a principios de este mes. La capacidad técnica muestra el volúmen comercial y presencia que ha logrado China en la región. Esta nueva ruta modificará directamente la economía de Perú, Chile y Brasil.
En cambio, la relación de Estados Unidos en la región está disminuida. O, más bien, se ha concentrado en Centro América y México. El gobierno de Estados Unidos ha volcado, casi por completo, sus intereses en temas de seguridad.
Se plantea que Trum contará con dos aliados fuertes en el sur: Javier Milei y Nayib Bukele. Pero, incluso, con estos gobiernos ha perdido arrastre. El Salvador ha recibido transferencias multimillonarias desde Asia y apoyos para la financiación de proyectos de infraestructura.
Por su lado, Milei y su política de “no trato con comunistas” ha dado un giro después del G20 de Río. El libertario se tomó foto con Xi Jinping, lo invitó a Argentina y se motró animoso en fortalecer la relación bilateral. Hay que recordar que China es el principal comprador de litio argentino, además de ser el principal consumidor de soya y un gran comprador de carne bovina. Tres commodities estrellas.
También podemos prever que Donald Trump tendrá una posición más agresiva en Venezuela y Cuba. Recordemos que fue durante la primera administración del republicano cuando Juan Guaidó fue reconocido, lo que desató una crisis de violencia en el país. También, se frenaron los esfuerzos iniciados por la presidencia de Obama de acercarse a Cuba, incluso se impusieron nuevas restricciones para la isla.
La primera administración Trump intensificó sus operaciones antidroga en el Caribe y presionó a México a ser más eficaz en la guerra contra los cárteles. Hay voces cercanas al republicano que no se han acallado y continúan sugiriendo intervenir militarmente para combatir grupos criminales.
El papel que juega México en los próximos años es interesante. El país es su mayor socio comercial, además de ser la gran frontera con el sur del continente. La administración de López Obrador supo capotear bien la administración del republicano, aunque se tuvo que comprometerse a restringir la migración, a cambio de que no se impusieran aranceles a productos mexicanos de exportación.
El buen desempeño económico que ha tenido México en los últimos años se ha logrado en parte por la habilidad para sacar provecho del TMEC. Recordemos que fue el propio Trump quien fue su mayor promotor. Sin embargo ahora, el republicano ha planteado de nuevo una retórica sobre los déficits comerciales y la imposición de aranceles.
Además, en los últimos meses Estados Unidos -y también Canadá- han argumentado que México está siendo utilizado por China como un trampolín para introducir productos a los mercados de América del Norte. Vale la pena el paréntesis para decir que eso no está probado, pero los países del norte podrán hacer mancuerna y hacer válida la reclamación para imponer restricciones a México.
Seguramente la renegociación del TMEC será uno de los grandes retos del sexenio de Clauida Sheimbaum. Un gobierno que ha delineado una política de seguridad alejada de la “mano dura”, pero atado a los designios del norte.
La migración es importante para Trump, porque es importante para sus electores. A ellos los convenció con un discurso xenófobo, a ellos les tendrá que dar resultados, al menos, en el discurso.
Por lo pronto, Trump ha prometido el plan de deportaciones más grande de la historia. Para ello nombró a Thomas Homan, el artífice de la “tolerancia cero”, que separó a miles de familias migrantes, para disuadir a las personas de cruzar la frontera de manera irregular.
Estados Unidos ha perdido dominio, no solo porque las relaciones comerciales se han diversificado en Latinoamérica. La región ha ganado autonomía gracias al fortalecimiento de las democracias. La región deberá aferrarse a sus soberanías, pero los gobiernos latinoamericanos tendrán que tejer alianzas para enfrentar los embates del norte y ahora, también, el órden propuesto desde Asia.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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