Tres meses sin pago a maestros de telebachilleratos en Sonora

17 marzo, 2021

Docentes de telebachilleratos en Sonora sobreviven de prestado, o “fiado” en las tiendas locales. Algunos venden comida o hacen trabajos de albañilería. El gobierno estatal les adeuda salarios desde diciembre de 2020

Texto: Reyna Haydeé Ramírez

Foto: TBC Sonora y Cortesía

CIUDAD DE MÉXICO.- Los Telebachilleratos comunitarios fueron creados para llevar educación a las zonas más alejadas y marginadas de México y siete años después sus maestros viven una de sus peores crisis por la pandemia de covid-19.

Retrasos de sueldo hasta tres meses, sin servicios de salud y la añeja incertidumbre laboral, son algunos de los problemas que padecen para sobrevivir en la pandemia, pero también dificultades para dar sus clases virtuales en las comunidades indígenas y rurales porque el acceso a internet es intermitente o nulo, lo que ha motivado deserción escolar y una enseñanza difícil y aprendizaje deficiente.

En Sonora, los maestros de Telebachillerato comunitario han tenido que buscar nuevas alternativas de empleo, adicionales a las que ya tenían, para sobrevivir en esta pandemia, porque el tendero ya no les fía y recurren a prestamistas.

Noé Aguilar Peña es maestro y el único que aceptó dar su nombre, porque la mayoría teme que al no tener una base les retiren el contrato por quejarse, como aseguran que ya pasó con al menos un profesor.

Noé pertenece a la etnia Pima y da clases a preparatorianos en su misma comunidad, en Maycoba, municipio de Yécora, en la sierra de Sonora.

Explica que en la entidad hay 34 telebachilleratos comunitarios, aunque sin instalaciones propias, y son 103 docentes que reciben un sueldo del que que aportan por partes iguales el gobierno federal y estatal. Recién el gobierno federal les pagó un retroactivo de diciembre, pero hoy lo que les adeudan es la parte del estado de Sonora.

“Son 103 maestros que no reciben pago desde diciembre, en diciembre nos pagaron la mitad que es lo de la Federación y no nos han pagado lo del Estado, ya vamos a marzo, enero, febrero y ni un peso”, expone.

La respuesta, dijo, es que están en espera del recurso estatal, pero no llega.

Destacó que desde hace siete años que inició este proyecto para llevar preparatoria a los jóvenes en comunidades alejadas, el retraso de sueldo ha sido constante y habían lidiado con eso, empleando en otros oficios o el comercio informal, pero ahora con la pandemia, y con el proceso electoral no han podido laborar en otras cosas y su salario lo retrasaron ya por tres meses.

“Nunca nos han quedado a deber”, aclara otro profesor, “lo que pasa es que siempre cuando bien nos va nos pagan cada 45 días, pero ya ahorita son casi tres meses”,

Datos de la Secretaría de Educación Pública indican que en México hay 3 mil 303 Telebachilleratos comunitarios, con una matrícula de 148 mil 548 estudiantes, que son atendidos por 9 mil 704 docentes en todo el país. En Sonora son 103.

Ya son considerados organismos descentralizados, con un control administrativo distinto.

“Tenemos prohibido enfermarnos”

Los contratos son por honorarios, sin seguro médico, sin prestaciones, sin aguinaldo, sin ningún beneficio. Buscan que al menos los consideren como “interinos”, una categoría de profesor que sí tiene seguridad social.

“Tenemos prohibido enfermarnos, no tenemos seguridad social, a un compañero le dio covid-19 y de 30, 100 pesos, medio apoyamos. Ahí andamos buscando la manera de ayudar a los compañeros que les da covid”, lamenta la maestra.

“¿Y de qué sobrevivimos? Pidiendo prestado, sacando fiado en la tienda, en la comunidad, yo ayudo con tareas a los niños y lo que quieran dar las familias, ando viendo la manera de sacar un ingreso, porque no se puede estar sin algo seguro, leche pañales, servicios, luz, agua, renta, no nos creen los acreedores porque es algo inusual lo que nos pasa, trabajamos por honorarios. Páguenos a tiempos y nosotros nos arreglamos”, externó desesperada otra maestra.

Además deben cuidarse de sus superiores, porque simplemente no les renuevan el contrato, por ello urgen al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la gobernadora, Claudia Pavlovich, que les regularicen su situación laboral.

“La gobernadora nunca ha volteado a mirarnos, le voy a decir, se han hecho manifestaciones en Hermosillo, años atrás por el mismo atraso de los pagos y no ha habido una respuesta. Siete años batallando con lo mismo”, destaca Noé.

“Queremos decirle al presidente que cuándo nos va a resolver nuestra situación laboral, tenemos meses sin pago, ya tenemos siete años en la misma situación en Sonora y yo creo que todo el país, sin servicios médicos, sin prestaciones, sin aguinaldo, los pagos retrasados”; externó Noé.

El telebachillerato empezó como un programa nacional, por convenio entre federación y estados, pero a siete años, por Ley ya es considerado un subsistema, como el Cecytes y otras preparatorias, pero no tienen ninguna condición, ni laboral, ni de infraestructura, para laborar como tal.

Telebachillerato comunitario en la comunidad Pima de Maycoba en Yécora, Sonora. Foto: Cortesía

Deserción escolar

Los maestros hasta hoy sobreviven de prestado, o “fiado” en las tiendas locales, vendiendo comida, de albañiles, o de lo que sea, sobre todo los que tienen familia. Pero dar clases virtuales se ha convertido en su mayor dificultad.

Sus grupos son en promedio de 20 personas, y en ellos un par de alumnos tienen computadora, pero el problema principal es que en la mayoría de las comunidades el Internet es deficiente o no hay, así que las clases prácticamente las imparten por What´sapp, o casa por casa, de ranchería en ranchería.

“Ya hemos tenido algunas bajas (deserción escolar), ahorita andamos haciendo visitas domiciliarias por los ranchos, porque  no todos los alumnos viven en la cabecera municipal y tenemos que andar visitando casa por casa, para llevarles material impreso, ir a recogerlo, porque no todos tienen celular.

“Y yo estoy cerca de las rancherías, pero hay compañeros que tienen que ir en carro a esas comunidades y no tienen para sacar la gasolina, y si no nos pagan, ¿Qué apoyo va a haber para la gasolina?”, cuestionó Noé.

“Unos tres alumnos tendrán computadora, los demás tienen celular, unos 15, y los demás, unos 8 tengo que visitarlos en su casa, porque no tienen Internet, tengo que llevarles material impreso.

¿Y sí están aprendiendo?, se le pregunta.

Después de un breve silencio, responde que algunos sí se están aplicando a hacer y enviar sus tareas, por fotos en mensajería o personalmente. 

Los maestros coinciden y aceptan que el aprendizaje es deficiente en esta pandemia y hay alumnos que al no tener las herramientas, simplemente avisan que mejor irán a trabajar al campo. Y se van.

En la sierra, en el campo, cerca del mar, no hay Internet, y todo depende de que los alumnos tengan buena señal, explican.

“Acá no hay Internet convencional, se maneja por medio de WhatsApp, que tengan buena señal, ellos envían en foto, hay veces que no cumplen al cien por ciento, si se torna difícil, pero tratamos de hacerles llamadas, mensajes con otras personas.

“Hay alumnos que mejor se ponen a trabajar y descuidan sus actividades académicas, ‘Profe, no tengo saldo no tengo señal’ y se van a trabajar al campo, empiezan a desertar”, lamenta una de las maestras.

Ellos no tienen estadísticas, pero estiman que en poco más de un año de pandemia, en promedio la mitad de sus alumnos han dejado de estudiar, algunos incluso ya en el sexto semestre.

“Tenemos menos alumnos, el 50 por ciento menos, pero ahí tratamos de mantenerlos, de que le echen ganas”, añade.

Dar clases a comunidades indígenas, ejidales o en campos agrícolas, es una labor que muchos de ellos aman.

“El contexto es muy diferente, conoces más a los alumnos, a los padres de familia, te enfocas más, sabemos de lo que padecen, sabemos del esfuerzo que ellos hacen, a mí me motiva a dar lo mejor de mí, yo amo mi trabajo, pero pues la otra cuestión es esa. No lo puedo hacer gratis, ahorita, a lo mejor si tuviera la solvencia”, expresa una maestra de la etnia Mayo.

Periodista de Sonora. Colabora para Medios en Internet y noticieros de radio en Sonora y Baja California Sur, y actualmente es beneficiaria del programa de becas para periodistas desplazados de la Red de Periodistas de a Pie. La mayoría de su trabajo está enfocado en temas relacionados con Justicia, corrupción, migración y Derechos Humanos.