2 julio, 2021
A tres años de su gobierno el saldo para Andrés Manuel López Obrador es agridulce. No se cumplieron los augurios de desastre, pero tampoco se alcanzaron las promesas ofrecidas. No es para festejarlo. A la mitad de camino es tiempo de pensar en 2024
Twitter: @anajarnajar
Este 1 de julio se cumplieron tres años de la elección presidencial de 2018, que ganó el actual presidente Andrés Manuel López Obrador con una votación histórica: más de 30 millones de sufragios.
Para algunos ha sido una pesadilla. Para otros, estos 36 meses han sido un período trepidante, donde las acciones del gobierno parecen haberles sido satisfactorias.
Son muchos. La mayoría de las encuestas dicen que, a pesar de la intensa campaña de odio y descalificación que no ha cesado un segundo desde 2018, el presidente cuenta con un amplio respaldo.
Algunos sondeos como el de Consulta Mitofsky dicen que la popularidad de AMLO supera el 58 por ciento.
Son buenos números, nada desdeñables. Algunos críticos del proyecto de la 4T intentan rebatir las estadísticas con la evaluación que tuvieron mandatarios anteriores a López Obrador.
Vicente Fox y el impresentable sujeto apellidado Calderón Hinojosa tuvieron buenos resultados. Pero sus porristas omiten, convenientemente, que esos políticos vivieron escenarios muy distintos al actual.
No enfrentaron, por ejemplo, una sistemática y abusiva campaña de los medios tradicionales, como ahora sucede.
Ni tampoco padecieron una pandemia de las dimensiones y peligro que representa la de covid-19.
Así que contar con el apoyo de más de la mitad de los electores, en las condiciones de 2021, es positivo. Pero los números no son mágicos.
La popularidad presidencial alcanzó, por ejemplo, para que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ganara 11 de las 15 gubernaturas en disputa durante la reciente elección del 6 de junio.
Pero el encanto de AMLO fue insuficiente en Ciudad de México, donde el partido oficial perdió la mitad de las alcaldías.
La derrota en el bastión más obradorista del país es un ejemplo de las contradicciones del proyecto político que gobierna el país.
López Obrador llega a los primeros tres años de su triunfo electoral con un saldo agridulce.
Por ejemplo, no se cumplieron los pronósticos sobre la catástrofe que algunos deseaban -y todavía esperan- para el país. Pero también lo es que varias de las metas iniciales no han logrado cumplirse.
En economía los resultados son menores a los que ofreció hace tres años, cuando se comprometió a un crecimiento anual del 4% en el Producto Interno Bruto (PIB).
La pandemia de covid-19, y otros factores económicos como la decisión de una parte de los grandes empresarios de no invertir en el país, llevaron a la economía nacional al borde de la recesión.
La violencia no cesa. Hay regiones enteras en manos de la delincuencia organizada, como Tamaulipas, Guanajuato o Michoacán.
En esas entidades el común denominador es que los gobernadores, afiliados a partidos de oposición, escasamente colaboran con las operaciones federales contra la inseguridad.
Y en una de las tareas centrales de su gobierno los resultados no son los esperados.
En 2019 se promovieron juicios contra dos de los principales colaboradores de su antecesor, Enrique Peña Nieto.
La exsecretaria de Desarrollo Social y Desarrollo Urbano y Territorial, Rosario Robles, está encarcelada por su presunta participación en el desvío de miles de millones de pesos del erario.
Un entramado conocido como La Estafa Maestra.
También existe un proceso de la Fiscalía General de la República (FGR) contra Emilio Lozoya, exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex).
El acusado enfrenta su proceso en libertad por un pacto de colaboración con las autoridades.
Son algunos de los casos más conocidos y que en su momento desataron escándalo, como sucedió permanentemente con la estrategia oficial contra la pandemia.
En todos participó el presidente López Obrador quien se convirtió en el personaje central del país.
Durante los últimos tres años la agenda de empresarios, intelectuales, medios de comunicación, gobernadores, académicos, organizaciones civiles y legisladores ha girado en torno al mandatario.
Su conferencia de prensa matutina es el espacio central del debate. De hecho, AMLO gobierna también desde allí.
Toda la atención política y social del país se concentra en el presidente, lo cual explica su popularidad.
Pero también deja consecuencias. Prácticamente toda la guerra sucia contra la 4T se concentra en López Obrador.
La excepción ha sido el subsecretario Hugo López-Gatell, responsable de la estrategia oficial contra la pandemia. Pero el resto de los ataques son contra el presidente.
Y eso cobra facturas como ocurrió en las elecciones del pasado 6 de junio en Ciudad de México. El revés electoral es, pues, considerable.
El escenario marca el tercer aniversario de la victoria electoral de AMLO.
La tradición política en México dice que cuando los presidentes llegan a la mitad de su mandato empieza el declive de su poder político.
No parece ser el caso del actual mandatario quien mantiene una alta aceptación, algo que celebran en su partido y sus seguidores de todo el país.
Pero lejos de hacer fiestas, lo que debería existir es preocupación. Porque la experiencia de estos tres años es que el movimiento político que gobierna ha resistido el brutal embate de los opositores gracias, sobre todo, a López Obrador.
Pero su gobierno termina en 2024 y no hay, a la mitad del camino, algún personaje que pueda sucederlo.
No es sólo un asunto electoral. Lo que debería pensarse desde ahora no es sólo en quién puede ser el candidato de Morena, sino en la persona que tenga la capacidad de ocupar el espacio que deje AMLO.
Es claro que no puede ser cualquiera. Lo que se necesita es un personaje que tenga la capacidad de defender el actual proyecto político.
Y que pueda, por supuesto, proteger al país de la renovada furia y odio de quienes desde hace tres años se dedican a rumiar su derrota, envenenar el debate público y soñar con una profunda y cruel venganza.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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