1 diciembre, 2023
Mientras el mundo avanza en el despliegue de las energías renovables y llama a triplicar su capacidad al 2030, México sigue apostando por los combustibles fósiles
Por: Emilio Godoy / IPS
Fotos: Emilio Godoy y Presidencia de México
YUCATÁN. – En Yucatán, avanza el tendido de la fase II del gasoducto Cuxtal, el llamado segundo tramo del tubo Energía Mayakán, propiedad de la empresa francesa Engie, y que traslada gas fósil desde Tabasco. La obra es una muestra de la creciente gasificación de México.
En esas zonas, la estatal Comisión Federal de Electricidad (CFE) construye dos gasoductos y tres plantas de generación eléctrica de ciclo combinado, que usan vapor y gas fósil para incrementar esa cobertura. Además, Pemex edifica la refinería Olmeca en Tabasco.
El sur y el sureste mexicanos padecen de insuficiencia de gas para consumo residencial e industrial, por lo que el gobierno busca la gasificación de esas regiones, lo que conlleva consecuencias ambientales y el retraso de la transición energética a fuentes menos contaminantes.
Las obras forman parte de la visión profósil del presidente Andrés Manuel López Obrador que privilegia el fortalecimiento de CFE y Pemex, en búsqueda de la soberanía energética y oferta barata de combustibles y electricidad, fuertemente subsidiados.
Expertos cuestionan el plan por sus implicaciones ambientales y dudan de su sustentabilidad a largo plazo.
Para Luca Ferrari, académico del Centro de Geociencias de la estatal Universidad Nacional Autónoma de México, el país privilegia los precios bajos de los combustibles fósiles sobre la emergencia climática que se está intensificando a nivel nacional y global.
A este gobierno “no le interesa demasiado la cuestión ambiental, ni tienen muy claro que es un recurso finito. Nos ata a una fuente que no es renovable, ni limpia ni sabemos cuánto va a durar. La única consideración que hacen es energía barata”, cuestionó a IPS.
López Obrador, que concluirá su sexenio en diciembre de 2024, defiende el esquema con el argumento de que heredó contratos de largo plazo de compra de gas estadounidense, por lo que se necesita del uso y ampliación de esa infraestructura.
Actualmente, CFE posee 60 hidroeléctricas, 41 plantas de turbogas, 20 termoeléctricas que usan vapor, gas o líquidos, 19 centrales de ciclo combinado, 5 generadoras de combustión interna, 3 carboeléctricas, 3 geotermoeléctricas, 2 eólicas, 1 fotovoltaica y 1 estación nuclear.
Además, operan 27 ciclos combinados de empresas particulares.
Para su distribución por un territorio de casi dos millones de kilómetros cuadrados, en este país de unos 129 millones de habitantes se ha desplegado una red de gasoductos, con unos 30 tendidos estatales y privados.
En 2020, México ocupó el puesto 13 como productor de petróleo en el mundo y el 19 de gas. En cuanto a las reservas probadas de crudo ostenta el puesto 20 y el 41 en gas.
Desde un pico extractivo de 3.54 millones de barriles diarios (mbd) en diciembre de 2003, la producción ha caído y permanece estable desde febrero de 2019. En agosto de ese año, la obtención registró 1,69 mbd y en ese mismo mes de 2023 cayó ligeramente a 1.66 millones.
El gas también ha sufrido una baja similar, aunque reporta una leve tendencia alcista desde enero de 2018, desde una cima de 7 mil 357 millones de pies cúbicos diarios (mpcd) el 1 de diciembre de 2003. En tanto, la producción del 1 de agosto último se situó en 4mil 989 millones. Pemex consume la mayoría del carburante para inyección de pozos con el fin de mejorar la extracción y uso en la petroquímica y refinerías.
Por ello, la empresa debe importar el gas, especialmente de Estados Unidos, compras que van de un promedio máximo diario de mil 316 millones de pies cúbicos en 2018 a un mínimo de 395 millones en los primeros ocho meses de 2023.
El gas es esencialmente metano, 84 veces más poderoso de atrapar calor que el dióxido de carbono (CO2) en un lapso de 20 años, aunque permanezca menos tiempo en la atmósfera. Por eso, su control es fundamental para contener el aumento de la temperatura del planeta en 1.5 grados centígrados que las naciones acordaron en el Acuerdo de París de 2015.
Este montaje perjudica a la transición energética hacia alternativas menos contaminantes, como las energías eólica y solar.
Para Pablo Ramírez, activista de la campaña de Clima y Energía de la oficina mexicana de Greenpeace, el gas es peor que otros hidrocarburos y su infraestructura tiene muchas fugas, lo que se traduce en accidentes serios y en contaminación.
México “construye proyectos para seguir quemando gas para generación eléctrica, eso va en detrimento de la pobre transición que se ha emprendido», dijo a IPS.
«Seguir invirtiendo en gas, además de contravenir esfuerzos de reducción de emisiones, va en contra de las metas de reducción de la NDC (contribuciones determinadas a nivel nacional) También frena la transición con estos activos varados (stranded assets)”, añadió.
En 2022, México aumentó su compromiso voluntario de reducción de emisiones de 22% a 35% en 2030, frente a los niveles de 2013, dentro de las NDC, los compromisos voluntarios que son el fundamento del Acuerdo de París sobre cambio climático, aprobado en 2015.
Además, mantuvo la meta de disminución de carbono negro, procedente de industrias y transporte, de 51%.
Pero estos objetivos son “críticamente insuficientes” para enfrentar el recalentamiento planetario y la previsión de mayores emisiones, como lo evaluó la plataforma internacional Monitor de la Acción Climática.
En paralelo, las energías renovables muestran un tímido avance. En México funcionan 92 parques solares, con unos 7 mil megavatios (Mw) de capacidad instalada, y 70 centrales eólicas con capacidad de 7 mil 312 Mw.
Si bien CFE construye el parque fotovoltaico Puerto Peñasco, en el norteño estado de Sonora, cuya primera fase tiene una capacidad instalada de 120 Mw, solo constituye un rayo entre la vasta nube de hidrocarburos de los que depende la canasta energética azteca para producir energía.
En agosto, por ejemplo, México registró una generación de 25 millones 128 mil 326 Mw/hora, de los cuales los ciclos combinados representaron 62 %, las termoeléctricas, 20 %; la hidroenergía, 7.59 %; la nucleoeléctrica, 4.4 %; la carboeléctricas, 2 %; la geotermia, 1.4 %; la eólica, 0.67 %, y la fotovoltaica, 0.13 %. Otras tecnologías sumaron 2%.
Mientras, Pemex, dueña de las seis refinerías del Sistema Nacional de Refinación, controla en el país la explotación, refinación, distribución y comercialización de hidrocarburos.
Con fondos públicos, CFE erige 11 centrales de ciclo combinado, de 6 mil 472 Mw y planea construir tres centrales de combustión interna (que queman gas y combustibles líquidos), de 857 Mw y tres plantas turbogas, de 83 Mw.
Estos proyectos van en detrimento de la energía renovable.
Aunado a ello, el estatal Fondo Nacional de Infraestructura aporta 2 mil 500 millones de dólares para la adquisición de las 13 plantas productoras que poseía en el país la española Iberdrola, 12 ciclos combinados y una eólica, en lo que el gobierno presenta como “una nueva nacionalización”, y cuyo usufructuario será CFE.
Desde 2019, el gobierno mexicano ha entregado a Pemex unos 47 mil millones de dólares para exploración y producción de petróleo y gas.
Estos desembolsos se reflejan en el lanzamiento de gases a la atmósfera. En 2021, las emanaciones sumaron 714 millones de CO2 equivalente, el gas generado por las actividades humanas responsable del recalentamiento planetario, para una ligera disminución frente a 2020.
Si bien la polución de la producción de electricidad y calor bajó en ese lapso, subió la contaminación proveniente del petróleo y el gas.
Para hacerse una idea, CFE lanzó a la atmósfera 89,9 millones de toneladas de CO2 en 2013 y asegura una reducción de 53 % en 2021, por lo que sus emanaciones totalizarían 42 millones en ese año. Esto significaría que esa contaminación representa 5 % del total de México.
Pero la proyección del sistema eléctrico mexicano equivaldría a 180 millones de toneladas de CO2 a partir de 2025, de las cuales CFE aportaría la mitad, prácticamente el mismo nivel de 2013.
En este contexto, CFE y Pemex asumen metas débiles de reducción de emisiones. De hecho, ambas carecen de metas de carbono cero neto (la contaminación emitida iguala a la neutralizada mediante varias modalidades) para 2050.
Al respecto, la plataforma internacional World Benchmark Alliance, que analiza planes empresariales de cero neto, señala que no hay evidencia de que CFE tenga “una gobernanza climática estratégica” o un plan de transición de bajo carbono.
“Su meta de 42 % de reducción de emisiones para 2024, en comparación con 2019, carece de detalles de su alcance y su aplicación. No tiene plan de abandono del carbón y gas”, cita la evaluación.
Mientras, para octubre de 2022 Pemex no cumplía con el marco de 10 puntos de Climate Action + 100, una plataforma dedicada a medir el enfoque de las empresas para los objetivos del Acuerdo de París. Estos aspectos están relacionados con los objetivos de reducción a corto y largo plazo (2025 y 2050); estrategia de descarbonización y políticas climáticas.
Todos los antecedentes apuntan a que ambas compañías no colaboran para limitar el aumento de la temperatura planetaria en 1.5 grados centígrados.
Aunque la electrificación de todas las actividades es un imperativo, la solución para CFE dista de la de Pemex, por su tamaño y operación.
Mientras Ramírez, de Greenpeace, plantea una reconversión, el investigador Ferrari apuesta por el decrecimiento, la reducción de la producción y consumo de bienes y servicios.
“CFE tiene más margen de maniobra. La electricidad y la electrificación están en aumento en muchos sectores y CFE tiene todo por hacer, una empresa que produzca desde lo público una transición que sea (socialmente) justa. La época de inversiones basadas en el petróleo ya quedó atrás”, propuso.
Pero alertó por la magnitud de la petrolera estatal. “Pemex es un monstruo gigantesco, es el sustento de muchísimas personas. Prepararnos para superar a Pemex es muy complejo y va a requerir un enorme esfuerzo social”, previó.
Ferrari aconsejó el diseño de un plan paulatino. “No vamos a poder mantener este sistema, con fósiles o solo con renovables, no es posible mantener el consumo. Se necesitan mayores cambios en transporte y sector industrial. Tendrían que cambiar muchas cosas, más energía local y sostenible”, planteó.
Este artículo se publicó originalmente en IPS, aquí puedes consultarlo.
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