La noche del 3 de mayo de 2021 quedará en la memoria por la muerte de al menos 26 personas en Tláhuac, una tragedia que tendrá efectos políticos en el corto y mediano plazos
Twitter: @chamanesco
No será la primera vez que una tragedia anteceda a una jornada electoral.
En julio de 2018 aún estaban frescas las heridas que los sismos de septiembre de 2017 dejaron en Ciudad de México, Puebla, Morelos, Oaxaca y Chiapas.
Habían pasado nueve meses y, sin duda, en el ánimo del electorado habrá pesado la fallida reconstrucción emprendida por el gobierno de Enrique Peña Nieto, con la entonces titular de la Sedatu, Rosario Robles, al frente de un operativo de reparto de monederos electrónicos a miles de damnificados que recibieron unos cuantos pesos, pero no recuperaron sus viviendas.
Qué decir del programa de reconstrucción de la administración de Miguel Ángel Mancera en Ciudad de México, operado entre la opacidad, la corrupción y la indolencia.
A menos de seis meses del sismo, frustrada ya su carrera presidencial, Mancera salió huyendo de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y, en marzo de 2018, fue postulado al Senado de la República, no por el PRD, sino por el PAN, que le otorgó un lugar privilegiado en su lista nacional de candidatos y el anhelado fuero.
El voto castigó a quien Mancera pretendía dejar como sucesora: Alejandra Barrales, candidata de la alianza PAN-PRD, quien obtuvo un millón de votos y 16 puntos porcentuales menos que la candidata de Morena.
En aquel 2018, a los morenistas Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum les tocó cosechar los votos de la indignación.
Pero hoy, tres años después, están en el gobierno, y les toca a ellos afrontar la tragedia ocurrida en la Línea 12 del Metro durante la noche del pasado 3 de mayo.
Le corresponde al presidente y a la jefa de Gobierno lidiar con la crítica, atender los reclamos ciudadanos e intentar evitar que los terribles hechos de Tláhuac descarrilen a su partido-movimiento en las elecciones intermedias de este 2021.
López Obrador se juega la Cámara de Diputados, y Sheinbaum las 16 alcaldías y el Congreso de la Ciudad de México. Un voto de castigo podría hacerles perder la ventaja que, según la mayoría de las encuestas, tiene Morena en ambas contiendas electorales, la federal y la local.
Hay quienes auguran un inevitable castigo en las urnas; sin embargo, a 27 días de los comicios, nada está escrito.
El PAN, el PRI, el PRD y MC han puesto la lupa en Tláhuac y en los problemas de mantenimiento que arrastra el Sistema de Transporte Colectivo Metro desde hace décadas, para elevarle el costo al lopezobradorismo por los 26 fallecidos y los más de 30 heridos que siguen hospitalizados.
En un uso burdo y patético de la tragedia, el panista Federico Döring se presentó en la zona del siniestro para grabar un video dialogando con familiares de las víctimas y los vecinos de la zona, pero su sketch le salió contraproducente. La gente a la que pretendió utilizar quería soluciones, no propaganda electoral.
De una manera más inteligente, el exsecretario de Desarrollo Económico de la Ciudad, Salomón Chertorivski, ha aprovechado el accidente para señalar la crisis de infraestructura, transporte y movilidad en la ciudad –por cierto, no resuelta en el gobierno de Mancera, del que él formó parte–.
“Tláhuac ha de ser el llamado de atención para iniciar un cambio en la ciudad”, escribió en un artículo publicado en Reforma el 8 de mayo de 2021.
El exfuncionario ha puesto el dedo en la llaga: cuestiona la capacidad de Sheinbaum para seguir gobernando y le achaca ser más leal a AMLO que a la gente, y con ello busca atraer votos a su causa: la de posicionar en la capital a MC, partido del que es candidato a diputado federal.
Por su parte, el presidente derrapa durante toda la semana con el tema en la mañanera. Minimiza, evade, desvía la atención, acusa manipulación mediática y electoral y, para variar, se victimiza.
Y, al responder las preguntas de la prensa sobre por qué no va al lugar de los hechos, suelta frases desafortunadas que, obviamente, van a dar a los titulares de los diarios.
“No es ese mi estilo, eso tiene que ver más con lo espectacular y lo que se hacía antes, no me gusta la hipocresía. Estoy pendiente, estoy solidarizándome con los familiares de las víctimas; me duele mucho, pero esto no es de irse a tomar fotos. ¡Al carajo ese estilo demagógico, hipócrita! Eso tiene que ver con el conservadurismo”, suelta en la mañanera del viernes, cuatro días después de la tragedia.
Y, al día siguiente, aparece sonriente echándose una “suculenta tlayuda” en San Juan Guichicovi, en el Istmo de Oaxaca.
Por su lado, Claudia Sheinbaum hace lo que tiene que hacer: se presenta de inmediato en el lugar de la tragedia, instruye a su equipo a atender e indemnizar a las familias de las víctimas, abre la información sobre fallecidos y hospitalizados, implementa un operativo emergente para las más de 200 mil personas que usaban diariamente la Línea 12 para entrar y salir de Tláhuac.
Pero falla, según sus críticos, en el deslinde de responsabilidades: anuncia un peritaje que hará una consultora noruega, pero evita señalar con claridad los evidentes errores de sus antecesores: Marcelo Ebrard, quien entregó e inauguró una obra en cuestionables condiciones, y Miguel Ángel Mancera, quien se supone ordenó reforzar el tramo elevado después del fuerte impacto del sismo en Tláhuac, en septiembre de 2017.
Tampoco cesa a la directora del Metro, Florencia Serranía, quien hace apenas unos meses declaró, en el marco de las políticas de austeridad de la 4T, que ella asumía personalmente las funciones de la vacante subdirección general de Mantenimiento.
Sheinbaum, pese a todo, aún podría salir bien librada de la tragedia, políticamente hablando, si responde al reclamo de justicia por parte de las familias de las víctimas y de los capitalinos que se han solidarizado con ellos; algunos por legítima empatía y otros por mero interés político.
No sería la primera vez que Sheinbaum lograría caminar sobre el terreno humeante de una tragedia ostentando un cargo, para proyectarse a otro. Ocurrió en septiembre de 2017, cuando le tocó enfrentar, como alcaldesa de Tlalpan, la tragedia del Colegio Rébsamen, que también se saldó con 26 fallecimientos.
En aquella ocasión prometió indagar quién era la o el responsable de otorgar los permisos para que se construyera una casa habitación encima de las instalaciones escolares y, aunque ningún exfuncionario fue detenido, la dueña del colegio, Mónica García Villegas, fue detenida y condenada a más de 30 años de prisión.
Hoy, el problema de Sheinbaum es que, para que la tragedia de Tláhuac no quede en la impunidad, deberá apurar a los noruegos, sacrificar a alguien de su equipo y rascar en el pasado para hallar a los culpables de la construcción, remodelación y mantenimiento de la llamada “línea dorada”.
Y eso la llevará, por fuerza, a la administración de Marcelo Ebrard, quien hoy es canciller y, al igual que ella, un posible presidenciable.
Menudo lío: la noche del 3 de mayo de 2021 no sólo quedará en la memoria por el derrumbe de las trabes de la Línea 12 y la muerte de al menos 26 capitalinos; también podría pasar a la historia como la noche en que se precipitó la sucesión presidencial.
¿Con el derrumbe en la Línea 12 se habrán derrumbado, también, las carreras políticas de dos de los principales prospectos de Morena para las elecciones de 2024?
Sólo el tiempo –y las elecciones intermedias del próximo 6 de junio– permitirán aclarar el panorama y conocer el saldo político de esta tragedia.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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