Desde su trinchera: el arte, la artivista feminista China Lamadein crea piezas que a simple vista parecen ser unas muñequitas de fieltro, pero en el fondo son piezas fuertes, contundentes y creativas que hablan de las violencias que algunos sectores vulnerables viven todos los días
Texto: Isabel Briseño
Fotos: Cortesía China Lamadein
CIUDAD DE MÉXICO.- Artivista, feminista, performera, luchadora de la vida, así se describe China Lamadein. Los proyectos de la egresada de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Baja California México, están enfocados en la investigación, experimentación y producción de arte.
China Lamadein trabaja mediante la técnica de escultura blanda y el collage feminista, o Femmage, una categoría definida por Miriam Schapiro y Melissa Meyer en los años 70. El Femmage es una actividad practicada por mujeres que utilizan técnicas tradicionales de la mujer para lograr su arte.
Su arte consiste en trabajar con distintas técnicas y materiales, como el bordado, materiales cotidianos, cabello, telas (principalmente el fieltro). Con estos, ella crea piezas que se transforman en depositarios de las emociones, así como las reflexiones y críticas de la artista sobre temas de violencia de género, política, capitalismo, racismo, xenofobia, religión, migración y movimientos sociales. Es un viaje desde la experiencia personal hacia lo social.
Cada escultura o instalación performativa se construye basada en un proceso de investigación e información periodística que la artista disecciona, reflexiona y utiliza para crear discursos visuales. También elabora una memoria de los acontecimientos de nuestro tiempo que nos han trasformado como sociedad.
La idea es que el espectador se interrogue, reflexione y abra diálogos sobre cómo podemos contribuir como comunidad para reconstruir nuestra humanidad. Y nos invita a preguntarnos: ¿Yo como individuo, de alguna manera, contribuyo a ser parte de las violencias que nos afectan ya sea directa o indirectamente?
Una de las primeras piezas en escultura blanda que realizó la artivista fue la niña sicaria. La tijuanense recuerda que cuando Felipe Calderón asumió la presidencia en el año 2006, empezó la guerra cuando la declaró contra el narco, “si de por sí ya había violencia, se disparó mucho más”, recuerda la artista.
“Con Calderón Tijuana se convirtió en un pueblo fantasma con las balaceras y cada que salías a la calle tenías que cuidarte”.
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Fue entonces que los cuestionamientos surgieron: ¿Cómo perder el miedo? ¿Cómo entender lo que está pasando?. Cuando ella estudió la carrera de arte, aprendió sobre filosofía y teorías. Pero asegura que, desde esos lugares, se pierde de vista lo que pasa alrededor.
La primera pieza que trabajó fue sobre el tema del narco. Un encobijado que era como un estandarte, fue parte de una exposición en la Universidad de Baja California. La obra causó un gran impacto, que inclusive salió en el periódico como nota roja.
Impactando y detonando alguna emoción es como Lamadein ha logrado atraer la atención de la sociedad hacia esos temas que nos duelen y aquejan. La artista cree que como sociedad, no debemos insensibilizarnos, pues las víctimas ”no solo son cifras. No solo son casos. Detrás hay familias y hay que trabajar con mucho respeto cada obra”, afirma.
«¿Quién va a poner una pieza como la tuya en su sala?, esa obra no se vende», le decían sus familiares. Pero ella respondía: ¡»Es lo que menos busco!»
Lo que ella necesitaba era exorcizar todo lo que violenta a la sociedad, y que el arte funcionara también como un registro. Para Lamadein, cada pieza representa lucha porque abre el diálogo y la conciencia para que no se olvide que la violencia continúa aún después de Calderon. “No importa si no se venden, yo ya contribuí al registro», dice.
Y añade:
«El arte también sirve para registrar lo que pasa en nuestro contexto histórico”.
Dentro de su hogar se encuentra su taller. Ahí, el proceso creativo se activa. Ahí toma los materiales que le gustan, y que además están a su alcance.
El fieltro es un material que para la artista se asemeja a la piel. Esto, dice, porque tiene calidez y es tan dócil en su manejo que se pueden crear detalladas piezas. En su obra también incluye elementos cotidianos que encuentra en una ferretería o en algún tianguis. De manera muy minuciosa trabaja cada pieza. En ellas ha llegado a invertir hasta diez horas para que quede lista.
La feminista comenta que al realizar su trabajo, también experimenta nuevas sensaciones que no había vivido.
“A veces es como ser el doctor Frankenstein. Así es como le doy vida a las piezas, con tanta energía que saco, la misma resistencia que experimento al saber que el tema que estoy trabajando es antinatural, no debería existir, pero que se tiene que hablar de todas estas violencias para que no las repitamos”, asegura.
Un depositario emocional, porque la pieza tiene alma propia, señala la artista. Ella transmite su energía y su sentir a la obra. Todas esas frustraciones, el dolor, las sensaciones que le provocan las noticias y las injusticias las deposita en cada pieza para que pueda crearse esa conexión con las personas que la van a ver. “No creo obra abstracta, porque mi interés es que el espectador conecte de manera rápida con la pieza”.
“De lejos el público ve muñequitas. Luego se acercan, y al ver la pieza y leer se quedan en shock al descubrir los temas. Pero me acerco y les explico que, de alguna manera, se tiene que seguir recordando lo que está ocurriendo”.
La artivista señala que es muy complicado trabajar el tipo de temas que maneja. “Tus chamucos están ahí volando y de repente te acuerdas de cosas que no recordabas, y que tienen que ver con cosas dolorosas. Y de repente ahí está la chilladera”, recuerda China el caso de una niña muerta. Una niña que presentaron en el noticiero tal cual la encontraron: Tirada en un basurero porque no había familia que la reconociera. “Todos esos casos te rompen el alma”, expresa.
Para la tijuanense, el arte es una forma de sensibilizar y de nutrir la conciencia para acercarnos a otros lenguajes que permitan mover el pensamiento. “Hay muchos estilos que te llenan de distintas sensaciones”, comenta.
El arte también despierta las sensaciones y las alimenta de diversas maneras. Tiene diversas funciones y lo interesante es que cada artista tiene una forma diferente para despertar esas emociones, la sensibilidad. Pero también para hacerte re pensar las cosas y mirar el mundo de otras maneras. Lo que la artista busca es que la gente observe a través del arte lo que sucede en nuestro país.
Lo anterior lleva a la artista a pensar en las pinturas rupestres, que dejaron un registro de lo que vivieron, lo que comían, etcétera. “El arte también es guardar la memoria. Registrarla y denunciar y luchar por cosas que quieres cambiar en tu entorno: tu comunidad y en la sociedad”, señala China Lamadein.
“El arte me ha salvado la vida de muchas maneras, si no fuera artista y estuviera haciendo esta labor ya estaría muerta, no resistiría toda esa vibra dentro de mí”.
«Sueños. Sueño mucho. Nunca me habían preguntado por mis sueños, pero de alguna manera si hay una conexión. A veces sueño con cosas muy surrealistas, soy obsesiva compulsiva y a veces cuando estoy trabajando en una pieza, sueño con eso» añade. Pero sin duda, lo que más influye a la artista son los temas periodísticos.
Su curiosidad por comprobar algunas cosas que la gente le platicaba la llevó a ir a zonas peligrosas como lo es la zona roja de su natal Tijuana. “No era morbo, era ir y conocer de manera amigable a las mujeres que trabajan ahí para saber qué sienten, cómo era su vida fuera de su trabajo, los peligros que enfrentan y cómo se cuidan. Escuchar sus historias”. Ahora la creadora pide que no le hablen mal de quienes realizan el trabajo sexual porque conoció a muchas mujeres amorosas y sororas.
“Creo que le entras a la denuncia porque te preocupan los temas. No vas a solucionar la vida, pero de alguna manera contribuyes a que no se olvide lo que sucede”.
Actualmente, Lamadien trabaja en el Centro Cultural Tijuana como tallerista. Desde el 2019 da cursos en comunidades muy vulnerables que, por ser de bajos recursos, no han tenido la posibilidad de tener en su educación el arte como prioridad. En la denominada “zona roja”, dentro de un deportivo, ha dado talleres a niñas y niños, a una comunidad LGBTIQ, a un grupo de mujeres víctimas de violencia y recientemente a un grupo de jóvenes con problemas de drogas. “Tengo un niño de 12 años, son muchachos muy jóvenes”, expresa con mucha admiración la también educadora que les imparte a éstos jóvenes el taller de escultura blanda con perspectiva de género.
“Todos estamos rotos y rotas y debemos trabajar en nuestras heridas como comunidad para aliviarnos mutuamente”.
En Tijuana existe un problema muy grave con el fentanilo, y la artista platica con su grupo para prevenirlos. Pero señala que es complicado el trabajo que se debe realizar para sacarlos de las adicciones.
«¿Pueden rehabilitarse, pero y después?», cuestiona.
La artista menciona que al salir del centro de rehabilitación no tienen a dónde ir y regresan a las calles con sus mismos amigos, de sus mismos barrios y colonias. Ahí es fácil volver a caer en las adicciones, sin políticas públicas funcionales que les den seguimiento.
“Son tan jóvenes que se pierden fácilmente. Tengo chavos migrantes, sin estudios a quienes espero ayudarles un poquito con el arte”.
“Los sueños se hacen realidad” expresa. Pero también menciona que hay que trabajar por conseguirlos y luchar con un sistema que ofrece pocas oportunidades.
A Laura desde niña le decían “China” por sus pequeños ojos rasgados. Entonces, no le gustaba que le dijeran así, pero ahora es parte de su firma como artista para abrazar esa personalidad de su infancia. China Lamadein es igual a Made In China, pero al revés. La creadora piensa que no se debe sacralizar al artista. “Los artistas no somos los elegidos de Dios, simplemente somos como cualquier otro trabajador”, dice. Para ella es más importante que se vea la obra, incluso más allá de la persona que la realiza.
La artista se quería nombrar tal cual: Made in China, pero en una exposición a la que fue invitada en Estados Unidos le dijeron que no la podían presentar así por la marca registrada. Entonces hizo uso de su creatividad, y de un juego de palabras nació China Lamadein. Para la artista es un juego el decir que siempre está maquilando trabajo, “siempre estoy trabajando y trabajando, como china”, expresa al reírse.
Perra Fiusha, ella es la performera. Nace como ese otro ser que vivía dentro de Laura y que tiene toda la fuerza que no había descubierto. “Es como tu mejor compa, la que te dice con honestidad en dónde la estás regando”. Es la que le hace sacar todas sus energías, esas que no sabía que existían pero habitaban en ella.
La Perra Fiusha es bien aventada, es fuerte y utiliza el personaje. Es la Perra Fiusha quien asiste a las presentaciones y cuando la gente le cuestiona sobre por qué va vestida de luchadora enmascarada, les dice: “Yo soy tú, tú también traes una máscara de luchadora, todos luchamos en la vida”.
Ese personaje lo hace visible también ante los niños y niñas para decirles que ellos también son superhéroes y superheroínas. Es ese personaje que abraza y no se queda callada ante las injusticias y violencias.
Su obra ha sido apoyada tanto en México como en el extranjero, tanto que ha sido invitada a participar en diversas exposiciones. Recientemente algunas piezas fueron elegidas por el Proyecto de la Asociación Magnitude Zéro para participar en la exposición colectiva “Día de las Muertas” en el museo Maison de I’ Air en Paris, Francia. Los fondos serán utilizados en albergues de distintos países para mujeres víctimas de violencia.
Y concluye que:
“Siempre mucho arte, bajaría nuestras violencias”.
Para conocer la obra la China Lamadien puedes visitar su Facebook o su cuenta de Twitter.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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