¿Es normal exigir clases en línea para niños de preescolar? ¿Qué es lo normal en una pandemia global?, ¿a qué normalidad quiero regresar?
Twitter: @lydicar
Hace una semana, el grupo de mensajería de padres madres y padres de preescolar I entró en conmoción. Una pareja indicó que estaba muy preocupada por la manera en la que la falta de clases afectaría el posterior desarrollo académico de su hijo. Proponían exigir a la escuelita clases estructuradas en línea para preescolar y maternal.
Hace algunas décadas, a los niños se les enseñaba a leer y escribir cuando ingresaban a la primaria. Actualmente, ven las primeras letras en preescolar, y toman clases de inglés, música e iniciación matemática.
Algunas escuelas privadas sólo aceptan alumnos nuevos en primero de preescolar. Para que, cuando ingresen a primaria, tengan las bases necesarias para resistir el ritmo en las clases de inglés y español.
Antes de esta pandemia global, era una discusión recurrente en la prensa dedicada a las capas medias ilustradas: ¿educación ‘amigable’ o preparación para el futuro?, ¿educar a los hijos para competir y ganar o para colaborar?
En esas estábamos, criando niños para el futuro, cuando se nos desbarató el presente. Y hoy, en todo el mundo hay grupos de whatsapp o llamadas telefónicas preocupadas por la educación.
Con muertos, encierro, incertidumbre y depresión, nos preguntamos si a los niños de 4 años se les olvidarán las vocales.
No somos los únicos. Una profesora mexicana de nivel primaria exigió que sus alumnos se “conecten” a la computadora con el uniforme escolar.
Están por supuesto, las posturas opuestas, con las que simpatizo cabalmente: hay una crisis humana global. No podemos obligar a los hijos a “estudiar” desde un monitor, como si no pasara nada.
Esta necesidad de seguir siendo productivos. De seguir avanzando, como si nuestro mundo, nuestra vida, no estuviera detenida, ¿no es acaso esta prisa de conejo blanco la que nos colapsó en un principio?
Estos días han sido raros. Al inicio me deprimió mucho no salir. No poder correr. Me generaba mucho dolor que mi hijo no viera a sus amigos. Y por supuesto me he llenado de miedo: miedo a morir, miedo a que mucha gente muera. Miedo al colapso de la economía. Mucho enojo por las fábricas y negocios que no paran. Confusión al tratar de comprender las implicaciones biológicas y los orígenes de lo que atravesamos. Sin embargo, últimamente también sé que no quiero regresar a lo que era la “normalidad”. Miro las fotografías del regreso a clases en China: niños y adolescentes con cubrebocas y caretas de plástico, sentados con sana distancia. ¿Es eso lo que nos espera?
¿A qué vamos a volver?
Leo una nota sobre ciencia. Proyectan que este coronavirus irá y vendrá por la población al menos dos años. ¿Cómo serán esos años, un ciclo de encierros y normalidades, según el termómetro de contagios? ¿Qué pasará con la economía? ¿Y con las familias brutalmente empobrecidas, aquellas que, dice la ONU, pasarán a formar parte de los grupos en riesgo alimentario? ¿Qué pasará con los niños?
Por todos ellos, ¿de verdad no podemos parar y plantearnos qué sociedad hemos construido?
En China los mismos niños “tumbaron” una aplicación para hacer tarea. La calificaron masivamente como una porquería y la bajaron de la red. Y es que tomar clases desde la casa, con gente muriendo todos los días, o yendo ya a la escuela protegidos con caretas, no suena a lo que llamamos “normalidad”.
A eso no quiero volver.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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