Tenemos que hablar de las violencias de nuestras infancias 

27 abril, 2024

Imagen de la Escuela Secundaria en la que estudiaban Alondra y Rodrigo. Foto: Especial

¿Qué se rompió para que un adolescente de 13 años apuñale a otra niña de la misma edad que no quería mantener su noviazgo? ¿Cómo se repara y a quién le toca la reconstrucción? 

CIUDAD DE MÉXICO.- La violencia machista no tiene edad. El pasado 17 de abril, Alondra una estudiante de secundaria de 13 años decidió terminar su relación con su novio, Rodrigo. Él, también de 13 años, intentó asesinarla. La arrinconó hacia un camión, la ahorcó y le dio 15 veces puñaladas en la cabeza, cuello y espalda

Alondra sobrevive a heridas graves. Rodrigo fue detenido y luego liberado con medidas cautelares debido a su edad.

¿Qué es lo que se rompe antes para que lleguemos a este punto?

Los hechos ocurrieron en la alcaldía Iztapalapa, cerca de la escuela secundaria en la que ambos estudiaron. La escuela se deslindó de responsabilidades porque la agresión no fue dentro de las instalaciones. La Fiscalía General de Justicia emitió una medida policiaca para evitar que Rodrigo se acerque, pero ninguna otra instancia local —DIF, Alcaldía, Gobierno de la Cdmx— ha considerado alguna ayuda sobre los gastos médicos o la atención psicológica. ¿Quién se hace cargo? ¿A quién le corresponde hacerse cargo de la atención de Alondra y su familia?

Díez días después, parece que la familia, como las de miles de mujeres, niñas y adolescentes que sufren la “pandemia silenciosa” de violencias feminicidas, está sola.

Desnormalizar la violencia

Ximena Antillón psicoanalista, experta en género y acompañamiento psicosocial, acude a los planteamientos de la antropóloga argentina Rita Segato sobre la manera en que la violencia se inscribe en los cuerpos de las mujeres para enviar un mensaje a la sociedad: esta violencia es aceptable, es permisible. Se convierte en una vía para la expresión de los conflictos y en un mensaje hacia sus pares hombres, a través del cual reafirman su pertenencia a un grupo. 

“El acto de este joven se puede ver como una reproducción de la masculinidad hegemónica según la cual las mujeres están a la disposición de los hombres y hay un sentido de pertenencia, de posesión sobre las mujeres, sobre los cuerpos de las mujeres y sobre su voluntad entonces es un acto de sometimiento que está reproduciendo la masculinidad hegemónica y este mandato patriarcal también sobre los hombres”, explica.

“Más que una transgresión a la ley, se ve como un ritual de paso ‘que me hace más hombre’ y a través del cual estoy restableciendo un orden: una mujer no me puede decir que no, una mujer no se puede rebelar’”

¿Cuál es el papel del Estado para establecer mecanismos, no solamente en términos jurídicos, sino simbólicos, que puedan revertir este mensaje de impunidad?, se pregunta.

Frente a un hecho tan atroz, es fundamental generar espacios para que lxs adolescentxs puedan tener una reflexión crítica e introducir cuestionamientos que les permitan construir otras formas de relacionarse, otros modelos de masculinidad que no pasan por la violencia y por la apropiación del cuerpo de las mujeres.

Para Ximena la solución no está en la mano dura ni en las medidas punitivas que “muchas veces aparecen frente al miedo o frente a la indignación”, sino que tiene que ver con una transformación profunda del sistema penal y de justicia, para evitar la impunidad. Pero sobre todo, dice, es necesario, desnormalizar la violencia.

“¿Qué es lo que le estamos ofreciendo a los jóvenes como sociedad? —cuestiona—. Hay que pedir que las instituciones educativas se hable del tema porque existen cifras muy alarmantes de que al menos tres de cada 10 mujeres sufren alguna forma de violencia en el noviazgo. Se necesita un esfuerzo para desnormalizar esta forma de violencia para que se convierta en un tema que se pueda hablar, que se pueda sensibilizar y que también puedan participar los hombres, los compañeros que están reproduciendo esta violencia”.

Nombrar la violencia es muy importante, dice la psicóloga, porque uno de los impactos de la violencia es el aislamiento. Las víctimas viven en silencio esta situación de violencia, tratando de manejarla con los recursos que tienen y a cómo pueden.

“Es muy importante (que una mujer que sufre violencia pueda) saber que la violencia no tiene que ver con lo que hizo o no que no hizo; muchas veces vive con culpa o intenta atribuirse las causas de la violencia, dice.

En su experiencia al trabajar casos de violencia feminicida y con los familiares de las víctimas, lo que dicen es que la víctima no tuvo tiempo de reaccionar, ni de asimilar lo que estaba viviendo porque. a veces, en estos casos la escalada de violencia es muy rápida. 

Lo que hay que desactivar, insiste, es todo un sistema alrededor que desincentiva a las mujeres de buscar ayuda y de encontrar soluciones y respuestas desde el Estado como el encontrar alternativas de vida para para sostenerse, parte de lo que hay que fortalecer también son esas capacidades institucionales para reconocer la violencia y para activar los mecanismos que le den un soporte a las mujeres víctimas de la violencia.

Oportunidad para aprender y transformar

Tania Ramírez Hernández, directora de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), hace un diagnóstico duro: las violencias contra nuestras niñas y niños no van a esperar a que cumplan 18 años para convertirles en personas que ejerzan violencia. Tenemos infancias que están expresando sus propias violencias y estamos en ese momento crítico, como sociedad, de asumir que la violencia contra las mujeres está sucediendo desde la infancia. 

La experta en infancias habla sobre el estigma que viven los adolescentes asociado a su edad, como el pensarlos y castigarlos por no obedientes

«El poder adulto siente, en estos contextos, la tentación de sancionar doblemente: por lo que se hizo y porque no se obedeció, en esta idea de que de niñas, niños, adolescentes están ahí para obedecer al poder adulto. No sólo la ley, sino al poder adulto». 

La especialista explica que, cuando se habla de adolescentes, hay que entender que todavía están en una situación de desarrollo que hace que no, que no se les puede hacer enteramente responsables de lo que hacen. Aunque sí tienen una responsabilidad, dentro del artículo 155 de la Ley Nacional en el Sistema Integral de Justicia Penal para Adolescentes, ni la personalidad, ni el físico, ni la madurez cerebral ha llegado a un desarrollo pleno como para poder decir que que tiene una responsabilidad plena.

“En un sistema hiperpunitivista y carcelario pensamos que la única forma de pagar una pena es vivir una condena que tiene que ver con pasar por la cárcel”, dice. Pero en términos sociales y colectivos, es mucho más efectivo trabajar en alternativas de reparación: la deconstrucción de los machismos, que haya un proceso de reflexión y de acompañamiento para qué para que, al estar cumpliendo con sus medidas, el adolescente sienta la responsabilidad del impacto que sus acciones dejaron en una niña, en una familia y en una comunidad.

De hecho, dice, la ley habla de un nivel muy amplio de corresponsabilidad, no es únicamente responsabilidad de los padres, padre, madre, no es únicamente responsabilidad de la familia. 

“Los niños y las niñas no aprenden a golpear de la nada, es el contexto, el ejemplo y a veces la experiencia propia lo que les puede llevar ahí”.

Otro elemento importante, dice la especialista, es procesar el tema al interior de la escuela, aunque los hechos no ocurrieran dentro de las instalaciones. 

“El peor error que podría cometer la escuela es pensar que esto no les toca. Nos tocan a todos y a todas, son hijos de sus padres y sus madres, pero en términos de niñez nos tocan como sociedad”, dice.

“Las prácticas violentas se tienen que desaprender en todos los entornos en los que se vive, en el hogar, en la escuela, en las calles. Un suceso así tiene que llamar a todas las personas adultas de esta comunidad a pensar en cuál puede ser el rol que deben tener”

Desde su perspectiva, lo peor que puede suceder después de un hecho como este, es apostar por el olvido. Por el contrario, se tiene que ver como una oportunidad para hacer lo que se conoce como una transformación positiva del conflicto. Pero la transformación de esa conflictividad tiene que servir de oportunidad para que todas y todos lean en clave de presente y de futuro, cómo están viviendo sus vidas, sus noviazgos, sus relaciones machistas. Y en esto las escuelas tienen el deber en corresponsabilidad, de educar en la no violencia.

Es necesario, dice la directora de Redim, “leer este suceso en clave de otras múltiples violencias de todo lo que se está permitiendo, todo lo que se está naturalizando, todas esas lesiones que llegan a ser registradas en los hospitales del país”, para poder entender cómo pudo llegar a suceder esto.  

Ser leales, aunque no nos conozcamos  

Alondra fue dada de alta el martes 23 y su familia está preocupada de sufrir de alguna represalia. 

Aunque la Fiscalía General de Justicia tiene activado el Código Águila para evitar que Rodrigo se acerque, la familia del adolescente ni siquiera ha dado muestras de interés por la salud de Alondra.

“(Cuando estaban en el Ministerio Público) mi papá le preguntó que porqué lo había hecho, le recordó el apoyo emocional que Alondra le brindaba, porque incluso él les contó que tenía problemas en su casa. ‘Te abrimos las puertas de nuestro hogar, ahí veías películas, te llevábamos a la plaza, te invitamos a tomar un helado, ¿por qué lo hiciste?’, le preguntó. Pero Rodrigo no respondió nada, ni mostró arrepentimiento. Es una cara que nunca habíamos visto de él”, cuenta Alisson, la hermana mayor de Alondra. 

La joven reconstruye, vía telefónica, lo que ocurrió ese día.

“Mi hermana me llamó y me dijo: Rodrigo me acaba de golpear, yo no lo creí, pensé que jugaba”, dice.

Alondra le pidió a su hermana que abriera su cámara. Cuando Alisson aceptó la videollamada la vio tirada junto a un trailer y pensó los había atropellado. 

“La verdad sí me asusté muchísimo. Nunca llegué a pensar que ese niño fuera capaz, yo lo conocía y siempre mostró una personalidad muy distinta”.

Alisson ha tratado de hacerle entender a su hermana menor que una persona que planea todo para hacerle daño a quien dice querer, no es una persona que sea posible de amar. Entiende que es una situación reciente que impactó a Alondra y que poco a poco irá comprendiendo. 

Para su madre, dice, ha sido muy complicado asimilar la situación y aceptar la liberación -con medidas cautelares- de Rodrigo.

La escuela tampoco reaccionó bien, evalúa la joven, porque buscó deslindarse con el argumento de que no fue dentro de las instalaciones. “Quizá fue por las manifestaciones de los alumnos que hasta se vistieron de morado y rayaron en el baño”.

Cuenta que han pensado en ayuda psicológica privada. Alondra quiere acercarse a un grupo feminista para recibir acuerpamiento y Alisson pide a las autoridades no desatender el proceso psiquiátrico de Rodrigo.

Allisson cree que Rodrigo ya no regresará a la escuela. “Este niño creo que ya no puede regresar a la institución, incluso creo que hasta los mismos alumnos no lo aceptarían, siento que los mismos papás no lo llevarían, sería un caos para la escuela si lo acepta”

Antes de terminar, envía un mensaje a todas las mujeres y les pide que se cuiden. “Todas tenemos que ser muy leales, mostrarnos como una comunidad fuerte de mujeres aunque no nos conozcamos”.

Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.