Las pelucas entre las mujeres negras son de lo más común, no son ninguna rareza, es tan común como usar una diadema. Me causa una gran fascinación rodearme de la belleza y la pedantería de todos esos maniquíes que presumen la extática belleza de su pelo, mientras miran con un rostro de mujeres deseadas e inalcanzables
Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves
Actualmente vivo en Flatbush, luego de haber recorrido una inacabable cantidad de habitaciones —incluido un sótano en el bello barrio polaco en Brooklyn, Greenpoint—, pero para no desviarme del tema, regreso a Flatbush, un barrio poblado primordialmente por gente africana, afroamericana y del caribe, al menos en la zona donde yo vivo porque este barrio es enorme y tiene sus divisiones por nombre. Hoy vengo a hablar de los hermosas tiendas Beauty Supply, que en español viene traduciéndose como Suministro o Abastecimiento de Belleza, un título que ya en sí mismo me vuela la cabeza.
El suministro, el abastecimiento, me hace pensar en su antónimo: la falta, la carencia de. Pienso, por ejemplo, en el suministro de víveres que se colectan humanitariamente frente a desastres naturales, huracanes, terremotos, o, sin ir a los extremos, en el abastecimiento de herramienta cuando una casa pide reparos: una tuerca que comienza a amenazar con salirse de no ser mimada, la gotera de algún lavabo que se vuelve una melodía repetitiva hasta el cansancio… Pero nunca me había enfrentado a tiendas en las que se suministrara o se abasteciera de belleza a las mujeres afro.
Claro, en México hay —con diferentes nombres—, pero es distinto tanto el nombre de los negocios como la población a la que los productos van dirigidos. Hay bastantes Suministros de Belleza, y cada uno con su singular y distintivo nombre —Diva’s Beauty Supply, Feel Beauty Supply, Sugar…, Glam…, Sandy…, Hana…, Prissy…, y un sinfín de nombres más acaramelados de preciosura—, en donde al entrar puedo encontrar toda variedad de accesorios, cosméticos, aceites… realmente se abastece de belleza.
Por lo regular estas tiendas destellan de luces blancas en su interior, tan blancas son las luces que no sería mala idea entrar con lentes oscuros para ver sin dificultad. Me encanta apreciar la variedad de pestañas postizas que cuelgan en su estuche muy dignas desde sus estantes, se me imaginan como muchas señoritas coquetas que conocen su potencial erótico, aunque no tengan rostro pero las pestañas cobran su propia personalidad; las hay enormes y pobladísimas, las hay más discretas, las hay muy naturales aunque largas, las hay punketas y hasta raperas y desafiantes, de todos los colores, grosores y rebeldías.
Y luego, quizá mi parte favorita: las pelucas. De todos los tamaños, texturas y colores. Las hay para toda personalidad. Las pelucas entre las mujeres negras son de lo más común, no son ninguna rareza, es tan común como usar una diadema. Me causa una gran fascinación rodearme de la belleza y la pedantería de todos esos maniquíes que presumen la extática belleza de su pelo, mientras miran con un rostro de mujeres deseadas e inalcanzables. Los maniquíes a veces son de tez blanca, pero muchos también de tez obscura, como la tez de las clientas. También hay trenzas que se venden por separado, braids. Muchas de ellas se utilizan en locales de los alrededores donde se hacen trenzas, unas trenzas tan apretadas que ni el viento más salvaje las desacomoda.
Estos Suministros de Belleza son puertas al mundo de la feminidad, especialmente a la feminidad africana. Entrar ahí es entrar al paraíso de las pelucas, de las telas, de los accesorios, de los cosméticos, y de todo aquello que puede averiar a una belleza atrofiada, descompuesta, que necesita reparación, mantenimiento, o simplemente exaltación de sus encantos. Todo eso y más se puede encontrar en el Abastecimiento, el Suministro de Belleza.
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everaceves5@gmail.com
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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