12 noviembre, 2021
Un nuevo estudio de la FAO muestra que 31 por ciento del total de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por la actividad humana provienen de los sistemas agroalimentarios mundiales. La tendencia más relevante es el aumento de emisiones generadas a lo largo de las cadenas de suministro
Texto: IPS
Foto: Karen Minasyan/FAO
ROMA – La cadena de suministro va camino de superar a la agricultura y el uso de la tierra como principal factor que contribuye a los gases de efecto invernadero (GEI) procedentes del sistema agroalimentario, según un nuevo estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
En el período de 30 años transcurrido desde 1990 “la tendencia más importante es el papel cada vez mayor de las emisiones relativas a los alimentos generadas fuera de las tierras agrícolas”, observó el estadístico superior de la FAO, Francesco Tubiello.
Se trata de “los procesos previos y posteriores a la producción, a lo largo de las cadenas de suministro alimentario, en todas las escalas, esto es, nacional, regional y mundial”, indicó el experto.
La razón obedece “al rápido crecimiento impulsado por la elaboración de alimentos, su envasado, transporte, venta al por menor, consumo familiar, eliminación de desechos y la fabricación de fertilizantes”, según el estudio.
Los nuevos datos determinan que 31 por ciento del total de las emisiones antropogénicas (debidas a la actividad humana) de gases de efecto invernadero, esto es, 16 mil 500 millones de toneladas, provienen de los sistemas agroalimentarios mundiales, y contribuyen al calentamiento del planeta.
Eso supone un aumento de 17 por ciento con respecto a 1990, cuando la población mundial era menor, 5 mil 400 millones de habitantes versus los 7 mil 800 millones actuales.
El nuevo informe constató que las emisiones de los sistemas agroalimentarios derivadas de cambios en el uso de la tierra, como la conversión de bosques en tierras cultivables, disminuyeron 25 por ciento durante ese lapso, en tanto que las emisiones generadas dentro de la explotación agrícola aumentaron solo nueve por ciento.
Factores que no están relacionados con las actividades en las explotaciones agrícolas y los cambios en el uso de la tierra suponen ya más de la mitad de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) procedentes de los sistemas agroalimentarios en regiones avanzadas y se han duplicado en los tres últimos decenios en países en desarrollo.
“La tendencia más importante es el papel cada vez mayor de las emisiones relativas a los alimentos generadas fuera de las tierras agrícolas, en procesos previos y posteriores a la producción, a lo largo de las cadenas de suministro alimentario”: Francesco Tubiello.
Hasta hace poco, la mitigación de las emisiones de GEI en el ámbito de la alimentación “se habían centrado principalmente en la reducción de gases diferentes al CO2 dentro de las explotaciones y en las emisiones de CO2 derivadas del cambio en el uso de la tierra”, recordó Tubiello.
Pero en 2019, de los 16 mil 500 millones de toneladas de emisiones procedentes de los sistemas agroalimentarios, 7 mil 200 millones de toneladas surgieron de las explotaciones agrícolas, 3 mil 500 millones de cambios en el uso de la tierra y 5 mil 800 millones de procesos relacionados con la cadena de suministro.
Esa cadena emite ya la máxima cantidad de CO2, el parámetro clave a medida que se acumula, mientras que las explotaciones agrícolas fueron los principales emisores de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), aunque también la descomposición de los desechos de alimentos genera cantidades considerables de metano.
Al particularizar, el informe mostró que en 2019 la deforestación fue la mayor fuente de emisionesI, con 3 mil 58 millones de toneladas de CO2, seguida de la fermentación entérica (2 mil 823 millones de toneladas de CO2 equivalente), y el estiércol de ganado ( mil 315 millones de toneladas de CO2 equivalente).
El consumo en los hogares generó mil 309 millones de toneladas de CO2 equivalente, la eliminación de los desechos de alimentos una cantidad similar, el uso de combustibles fósiles en las explotaciones agrícolas mil 21 millones de toneladas, y la venta al por menor de alimentos 932 millones de toneladas de CO2 equivalente.
En la venta minorista, las emisiones que incluyen “gases F”, fluorados relacionados con la refrigeración y con repercusiones climáticas mucho más potentes que el metano o el óxido nitroso se han multiplicado por más de siete desde 1990, en tanto que las procedentes del consumo en los hogares se han duplicado con creces.
Las emisiones derivadas del sistema agroalimentario de Asia, la región con más población del mundo, son con mucho las más elevadas, seguida de África, América del Sur, Europa, América del Norte y Oceanía.
La diferencia se acentúa a nivel de los países. Por ejemplo, los gases derivados de sistemas alimentarios debidos a cambios en el uso de la tierra fueron insignificantes en China, India, Pakistán, Rusia y Estados Unidos, pero representaron el componente dominante en Brasil, Indonesia y la República Democrática del Congo.
Dentro de la cadena de suministro, los procesos relativos al consumo en los hogares constituyeron la principal fuente de emisiones de gases en China, y la eliminación de los desechos de alimentos fue la vía dominante en Brasil, la República Democrática del Congo, Indonesia, México y Pakistán.
El sector minorista se impuso en Estados Unidos, Rusia y Canadá, y el uso de energía en las explotaciones agrícolas fue la fuente principal en el caso de India.
El nuevo conjunto de datos se presentó en Glasgow, Reino Unido, en la 26 Conferencia de las Partes (COP26) sobre cambio climático de las Naciones Unidas, como aporte para posibilitar la aplicación de algunas de las promesas que los países han formulado para mermar significativamente la emisión de gases de efecto invernadero
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