Después de 50 días de caminata, la Caravana migrante llegó a la Ciudad de México. Policías de la capital trataron de detener a los migrantes en su intento de llegar a la Basílica de Guadalupe, pero al final, lograron llegar, rezarle a la virgen y hoy duermen en la Casa del peregrino
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Salieron cerca las 10 de la mañana del poblado de Río Frío, en Ixtapaluca. Su meta era avanzar más de 40 kilómetros hasta la Ciudad de México. Querían llegar a la Basílica de Guadalupe a pedirle a la virgen que les cuide en el camino. Eran unas 700 personas de nacionalidad hondureña, salvadoreña y haitiana, principalmente, que forman parte de la Caravana por la justicia, la dignidad y la libertad del pueblo migrante. Caminaban a paso lento, exhaustas después de 50 días de recorrido. Pero al llegar a la capital, que gobierna un partido de izquierda, se toparon de frente con una muralla de policías que trataron de impedirles el paso.
Geraldine, de Venezuela y Jessica, de Honduras, son dos integrantes de este grupo que desea llegar hasta Estados Unidos.
Geraldine, de sombrero, carga en los brazos a la bebé de 6 meses de su compañera, Jessica, que apura el paso. Han caminado 49 días los mil 200 kilómetros que separan la ciudad de Tapachula, en Chiapas, a este punto de Chalco, en el Estado de México, donde me las encuentro.
—¿Van a llegar a la Basílica?
—Eso queremos, pero no sabemos si nos dejen — responde la joven de 23 años, quien dejó a dos de sus tres hijos en su país.— ¿Está muy lejos la basílica? —revira— ¿Cuánto tiempo es? O dinos en kilómetros, así nos guiamos mejor…
—Son más de 20 kilómetros, calculo….
—Ah, eso para nosotros no es nada, nos hemos echado 25, 30…
Geraldine continúa caminando. El tiempo se calcula sí el trayecto se hace a pie, pero quienes caminan no imaginan que más adelante encontrarán un muro humano.
La plática ameniza la caminata a lo largo del día, mientras avanzan los 20 kilómetros que tienen que cruzar del territorio mexiquense para llegar a la Ciudad de México. Eso ocurre, por fin, como a las 5 de la parte, poco antes de llegar al distribuidor de La Concordia en la carretera federal México-Puebla, de la alcaldía Iztapalapa.
La caravana se topa de frente con decenas de agentes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. No lo esperaban. Tras otro día de intensa caminata los caminantes entran en desesperación y gritan: “¡Libertad!”-
“Sólo queremos pasar”, repiten.
“Déjenos pasar”, insisten.
Pero nadie escucha. Nadie les explica, tampoco, por qué los detienen. El choque anunciado ocurre a unos kilómetros de llegar a la avenida Ignacio Zaragoza.
Lo que sigue son minutos que parecen horas. Hay empujones. Golpes. Caos. Personas lesionadas atendidas por paramédicos del Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM).
Después de tres horas y negociaciones, funcionarios de la Comisión de Derechos Humanos y de Concertación Política de la Secretaría de Gobierno de la ciudad de México acuerdan con integrantes de la caravana que los movilizarán en autobuses hasta el santuario de la Basilica.
La dependencia informa en un comunicado que la policía desplegó alrededor de 350 hombres y mujeres policías a la altura del Puente de la Concordia «para dar acompañamiento a las y los migrantes».
Asegura que fue por seguridad de las propias personas migrantes ante la contingencia sanitaria y que los migrantes no aceptaron la propuesta de trasladarse al albergue instalado en el Deportivo Santa Martha Acatitla, «donde hay instalaciones adecuadas para brindar la atención que se requiera».
También refrenda que se priorizará el diálogo con la caravana.
Los camiones que dispuso el gobierno de la ciudad para el traslado llegan al filo de las 10 de la noche a su destino: la Basilica de Guadalupe.
A los caminantes les permiten el ingreso para ver a la virgen. Con los brazos en alto elevaron una emotiva oración en agradecimiento por estar frente a ella.
“Eres la madre de los peregrinos no deseados”, dice Irineo Mujica, director de la organización Pueblo sin fronteras y señalado como organizador de la caravana.
Mujica asegura que no sabe cuántos días permanecerán en la Ciudad de México. “Queremos descansar y recuperarnos, ya después veremos qué sigue”, dice.
Las familias duermen esta noche en la Casa del Peregrino ubicada en la calzada San Juan de Aragón, a unos pasos del recinto religioso, donde planean descansar y recuperarse del enfrentamiento que tuvieron con los elementos de seguridad.
“No entendemos por qué nos maltrataron, sólo pedíamos llegar aquí para dar gracias porque aún seguimos con vida, queremos un paso digno”, comenta una mujer que empuja su carriola con una nena dormida y bultos encima.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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