1 marzo, 2019
Texto: María Fernanda Ruíz
Fotos: María Fernanda Ruíz y Archivo histórico de la UNAM
Las mujeres estudiantes e integrantes de organizaciones políticas en la UNAM denunciaron acoso y violencia sexual a través de una campaña, lo cual deja un precedente de exigencia de legislación en la Universidad contra las violencias sexuales que viven en el campus y con la comunidad estudiantil.
Araceli comenzó a realizar activismo político con el Comité de Huelga Universitaria Ho Chi Mihn-en Lucha. Desde 2006 formó parte de esta organización política de la UNAM, hasta que en marzo del 2018 denunció violación y acoso por parte de uno de sus compañeros ante una reunión del Comité. Con su denuncia buscaba abrir el diálogo sobre el acoso sexual dentro del grupo, pero esto no pasó. Su testimonio fue invalidado, su agresor encubierto y Ara optó por renunciar al trabajo político desde este grupo.
Cuando Araceli renunció a En Lucha, más historias de acoso y machismo también fueron expuestas: violaciones sexuales, comentarios sexistas y machistas, mansplanning, falta de temas de género dentro de la agenda de la organización, acoso sexual. Para las compañeras fue difícil darse cuenta que personas con las que habían construído una relación de confianza, sus parejas y mejores amigos las violentaban desde varios frentes. Esa es la semilla de la campaña “Sin nosotras no hay revolución”.
Araceli cuenta: “Lo que hicieron los compañeros de En Lucha fue acordar un encuentro con mi agresor. Me sentaron en una silla en medio de los compañeros y compañeras, en dos horas les conté de las agresiones y cómo en la primera hubo golpes, moretones, chupetones feos. Luego habló Edgar, dijo que había sido un juego sexual y ese discurso se reprodujo como si yo no hubiera hablado”.
Un año después, Ara, Carla, Nely y Roxanna, ex militantes de En Lucha, denunciaron públicamente a tres agresores que siguen encubiertos por el CGH Ho Chih Minh-En Lucha en una campaña que titularon “Sin nosotras no hay revolución”. Vía Facebook y Twitter publicaron historias de agresiones vividas e historias que compartieron compañeras que no habían hablado del tema.
La Universidad Nacional Autónoma de México considera acoso sexual el acecho, las bromas sobre la vida privada; chistes obscenos o sexuales; mensajes insistentes o no deseados; insinuaciones sexuales; amenazas de reprobar una materia si no hay contacto sexual o subir calificaciones a cambio de éste; contacto físico forzado e indeseado y compartir contenido íntimo.
El protocolo de la UNAM contra la violencia de género se activa siempre y cuando las violencias se ejerzan dentro de las instalaciones de la universidad o por alguna persona que forme parte de la comunidad. Cuando Araceli decidió denunciar a la organización por encubrir violadores, en la Unidad para la Atención y Seguimiento de Denuncias (UNAD) le dijeron que era imposible accionar porque no es una organización conformada con registro legal, ni es oficialmente parte de la universidad, por lo que no entra en la legislación universitaria.
“Los espacios de las organizaciones, son espacios que están llenos de violencias machistas a diferentes escalas. Lo que estamos denunciando acá es que hay agresiones sexuales muy fuertes y que el origen de eso se necesita trabajar en lugar de encubrir porque están normalizadas” cuenta Carla, ex militante de En Lucha, organización que comenzó en los años 70, a partir de los ideales de las guerrillas.
El Informe Sobre la Implementación del Protocolo Para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM 2018 tiene registradas 251 denuncias por violencia de género e identificaron a 253 presuntos agresores sexuales. Dentro de los tipos de relaciones que identifica el protocolo no existe el compartir espacios de participación política.
De los 253 presuntos agresores, 221 iniciaron un procedimiento de sanción. El resto eran externos a la universidad o no fueron identificados por las sobrevivientes. Y de esos 221, cinco fueron descartados por no encontrar elementos suficientes para declararles culpables.
En algunas organizaciones estudiantiles, los casos de acoso sexual sí se escuchan y se problematizan. Ingrid, mujer que participa en el Movimiento Estudiantil Revolucionario Internacionalista (MERI) relata que en la organización en la que milita cuando hay machismos o acoso se dicen las cosas de frente, buscando que nadie se tome las cosas personales pero sin que choque con la idea de que lo personal es político. Luego recopilan documentos sobre el tema y se cuestionan los sucesos que atravesaron la acción:
“Un compañero y yo tuvimos un problema dentro de un contexto de alcohol y de drogas, entonces nos cuestionamos el tema, si de verdad es revolucionario o no. Al final el chico se terminó saliendo por otras razones, ese debate continuó y cuando yo reproduje ciertas prácticas machistas dentro de la organización también me debatieron”.
Ingrid recuerda ver cómo hace muchos años notaba a chicas que se sentían acosadas, ella tenía dieciséis y el acoso se daba a conocer en modo de chisme: entre chicas se contaban cuando algún militante las intentaba “ligar”.
“Es una práctica súper recurrente que muchas organizaciones reclutan desde el ligue. O sea, te enamoran, tienen sexo, ingresas a la organización y ya que ingresaste ya no quieren saber nada de ti. A mi hasta me recuerda a la trata en Tlaxcala” relata Ingrid quien es militante del MERI desde que cursaba la preparatoria.
Brenda Medina, integrante de la Asamble Feminista de la Facultad de Filosofía y Letras, interpreta estas acciones como una forma masculina de hacer política:
“Una de las cosas que llegan a buscar las organizaciones políticas es tener gente, lo que se conoce como capital político. Se ha visto que el ligue no es sólo porque tienen intereses sexuales por una chica, es también porque les interesa fortalecer una organización política”.
La campaña “Sin nosotras no hay revolución” terminó. Cuando comenzaron, su intención era promover espacios de confianza donde las mujeres hablen libremente y propongan formas de acabar con el acoso sexual dentro de las organizaciones donde militan pero las integrantes y denunciantes decidieron seguir desde sus trincheras y tiempos emprendiendo acciones contra el acoso o denunciando.
“La Universidad no es ajena a éstas prácticas y tampoco los espacios de participación política. No sólo eran las denuncias de 4 compañeras, la campaña logró que quienes habían callado por años se unieran a nuestras voces”, escribieron las integrantes de “Sin nosotras no hay revolución” en su mensaje de despedida.
Pero la lucha de las mujeres y su participación política no empieza con esta campaña ni tampoco termina.
Los movimientos sociales comenzaron casi a la par de la creación de la UNAM y en la medida en que las mujeres entraron a las aulas también incursionaron en la lucha política. Brenda Medina se ha especializado en movimientos estudiantiles dentro de la UNAM y hace un recuento de la participación política de las mujeres:
“Aquí en México tenemos ese boom del 68: las mujeres tomaron la palabra, empezaron a hablar en las asambleas, a ser líderes, a organizarse. De ser las mujeres que apoyaban a su novio se volvieron las mujeres que marchan, que gritan, que hacen boteo”.
La historia de las mujeres en la política dentro de la UNAM no se reduce a ser la novia del activista. Para Ingrid del MERI es importante recuperar el trabajo que han hecho las mujeres en la lucha social, las que hace 20 años pedían discutir el tema de género en las aulas y que rechazaban la cocina y la limpieza como sus únicas actividades dentro de las luchas universitarias.
En los 60, su participación fue mayor, las mujeres se politizaron con el movimiento del 68, destacan algunas como Ignacia Rodríguez o Roberta “Tita” Avendaño. En los 70, las mujeres del 68 eran las académicas o militantes en grupos como el de Genaro Vázquez o Lucio Cabañas. En esa época las mujeres lucharon por introducir en la discusión pública el uso del condón, de la píldora del día siguiente, a la par de la idea de planificación familiar.
En los 80 también se conformó un grupo estudiantil llamado Grupo Autónomo de Mujeres Universitarias (GAMU). Se dieron a conocer el 19 de febrero de 1979 en la Facultad de Psicología. Este grupo demandó seguridad, igualdad, socialización del trabajo doméstico, derecho de las mujeres al trabajo y fueron el antecedente de la creación del Centro de Estudios de Género.
Itzel, socióloga egresada de la UNAM, participó en la Huelga del 99 y cuenta cómo fue la participación política de la mayoría de las mujeres:
“Entrevisté a varias compañeras que participaron en la Huelga para una tarea, me centré en sus acciones: ¿estuviste en la comisión de prensa y propaganda?, ¿participaste en diálogos frente a rectoría?, ¿hablaste en asambleas? Ninguna de las mujeres que entrevisté había participado en estas acciones. La mayoría estuvo en cocina, limpieza, brigadeo o repartición de volantes pero a final de cuentas, ese trabajo, el cotidiano, era el que mantenía viva la Huelga”, cuenta Itzel y recuerda que sí había mujeres que hablaron en asambleas e incluso una denuncia de acoso sexual en la Facultad de Filosofía, aunque no fuesen mayoría.
Para Ara, ex militante de CGH Ho Chih Minh-En Lucha y denunciante de acoso sexual, los grupos estudiantiles tradicionales con participación política en la UNAM no se están cuestionando:
“Las mujeres llegan y se van, las que se quedan pasan por violencias muy duras, los hombres se quedan y se sienten tranquilos porque tienen proyectos legítimos, en el caso de En Lucha, el comedor de ciencias o el curso de preparación para examen de admisión, pero no se dan cuenta que en esos espacios hay violencia a las mujeres”.
Ara relata la realidad del acoso: “Cuando iban a algún lugar a brigadear nunca faltaba el hombre que se te acercaba, que se quería dormir contigo, que te metía mano, de esas historias escuché muchas e incluso me pasó”.
Brenda Medida reconoce esto como algo cotidiano en organizaciones estudiantiles y lo denuncia:
“En algunas actividades coyunturales, algunas chicas se quedaron a dormir en las instalaciones universitarias y hubo hombres que intentaron abusar sexualmente de ellas”.
Ara reflexiona que la violencia de género en las organizaciones no es parte de su agenda de discusión, que los espacios políticos tradicionalmente son ocupados por hombres y las mujeres están acostumbradas a retirarse porque su participación es mermada por varios tipos de violencias. Eso está cambiando.
A principios del 2000 ya se hablaba de estudios de género y eran temas dentro de la agenda universitaria pero no se habló oficialmente de la violencia a las mujeres. Es hasta 2009 que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) emitió una recomendación para la creación de un protocolo de género en la UNAM. La legislación universitaria actual no incluye a la violencia sexual dentro de las acciones que ameritan expulsión.
El feminismo es reconocido como el movimiento estudiantil de la generación actual. Las mujeres ya no quieren ser parte de organizaciones donde las violentan, están movilizándose para que la UNAM legisle contra las violencias sexuales que viven en el campus universitario y con la comunidad estudiantil.
“Siempre ha habido un macho de izquierda que deniega de las mujeres y que de alguna manera busca tener poder sobre ellas, ya sea por medio del acoso o no dejando que hablen en asambleas”, cuenta la estudiante de pedagogía Brenda Medina y relata que hasta hace dos años eso seguía pasando en las asambleas estudiantiles.
En una de las asambleas de la coordinadora en apoyo a la CNTE una mujer quiso denunciar acoso sexual pero no se lo permitieron, le dijeron que eso no era importante. Esta respuesta y la efervescencia que dejó la manifestación contra la violencia de género del 24A detonaron la creación de una asamblea separatista para denunciar el acoso sexual en la universidad.
A partir de la creación de la Asamblea Feminista de la Facultad de Filosofía y Letras otras organizaciones feministas dentro de la UNAM comenzaron a surgir:
“Con otras facultades y en otras universidades del país, tanto privadas como públicas, se formó una red de apoyos: la asamblea interuniversitaria de mujeres que funciona con una agenda compartida para luchar contra la violencia de género y prevenirla. Cada día somos más mujeres las que nos estamos organizando en las universidades” cuenta Brenda.
La Asamblea Feminista de la FFyL no tuvo líderes, el trabajo fue horizontal. En 2017 e desintegró pero de ella surgió una red de feminismo que opera en la actualidad en la Facultad de Filosofía bajo el nombre de Mujeres Organizadas, quienes hacen enlaces con otras organizaciones, dan acompañamiento y asesoría jurídica para que las mujeres conozcan sus derechos y apoyan a las sobrevivientes de acoso en el tipo de denuncia que quieran hacer, desde el escrache, la denuncia en redes sociales o formalmente en la Unidad para la Atención y Seguimiento de Denuncias (UNAD) dentro de la UNAM. Está atentas de lo que cualquier mujer necesite.
Tal vez ya no sigue la campaña “sin nosotras no hay revolución», pero su petición queda: “No podemos tolerar más la violencia contra las mujeres dentro de nuestras organizaciones”.
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