Sembrando insidia

17 diciembre, 2021

La insidia con Sembrando Vida traspasa el ámbito de los medios y la comentocracia y se despliega también en sectores de la academia…

@etiennista

Hace un mes escribí Sembrando desinformación, texto que abordó el papel que medios de comunicación juegan en la desinformación en torno al programa Sembrando Vida. Naturalmente no podía advertir lo que estaba en puerta, pero a la luz de hechos recientes veo que tanto el título como el argumento se quedan cortos. Y no es que un programa así de ambicioso y complejo, además implementado con tal velocidad, esté libre de errores o que no existan señalamientos válidos, pero es notorio como, al tratarse de un programa prioritario de este gobierno, la insidia en torno a este se esparce cada vez más.

La joya de la corona hasta ahora es el reportaje Sembrando Vida y La Fábrica de Chocolates, tanto por el trabajo que sin duda implicó como por su aparente intencionalidad política. No puede explicarse de otra manera que una investigación así se haya publicado sin que sus autores y las organizaciones y medios que la respaldan hayan logrado demostrar nada contundente. Como admitieron los reporteros en una entrevista posterior, lo que el reportaje sugiere está construido a base de inferencias, siendo la más delicada que Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente, hace el negocio de su vida gracias al programa Sembrando Vida. O algo así. Personalmente lo he leído un par de veces y no encuentro más que un par de cuestiones interesantes o hasta inquietantes pero muy puntuales, mientras que nada sustancial en lo más amplio – cuestionar el programa Sembrando Vida o la integridad de la familia de López Obrador.

No soy partidario de señalar por ello o cuestionar la integridad de Carmen Aristegui o la trayectoria entera de Proceso – entre otros medios.  pero no deja de llamar la atención que hayan decidido publicar un trabajo claramente a medias y descuidado editorialmente. Tal vez el resultado menos esperado fue el impulso que le dieron a la marca Rocío, cuya chocolatería en el centro de la Ciudad de México parece no darse abasto con las colas diarias de simpatizantes solidarios (y golosos) desde la publicación del reportaje. Así como este, aunque menos elaboradas, notas sobre Sembrando Vida salen cada semana, las más buscando hacer escándalo a partir de casos específicos o regurgitando señalamientos pasados sin mayor evidencia nueva.

Y es que es importante recordar su vasta dimensión. De acuerdo con la Secretaría de Bienestar, Sembrando Vida involucra ya a 450 mil sembradores, cerca de 5 mil técnicos y facilitadores y 50 mil jóvenes becarios operando en 20 estados del país; existen más de 18 mil Comunidades de Aprendizaje Campesino y alrededor de 14 mil viveros e igual número de biofábricas para la producción de insumos orgánicos. La meta es sembrar mil cien millones de árboles (maderables, frutales, de especias y para uso agroindustrial). Los procesos implican otros paradigmas de cultivo, nuevos métodos y demandas de trabajo de la tierra (al no usar herbicidas, por ejemplo), y la experiencia de una región es apenas parcialmente replicable en otra puesto que el programa debe adaptarse a diferentes condiciones climáticas, prácticas y preferencias culturales. Simplemente por su magnitud es imposible que no existan incluso un puñado de casos con experiencias negativas y alguna que otra negligencia.

Tampoco sugiero que toda persona involucrada en estos reportajes, incluyendo directores de medios, tengan mala fe. Pero al menos pienso que hay quienes confunden el por qué con el para qué. Un proyecto de tal importancia y al cual se le destinan tantos recursos (28 mil 900 millones de pesos tan solo en 2021) debe por supuesto sujetarse al escrutinio público. Pero la finalidad con que una/o investiga es una cosa distinta y quienes publicamos deberíamos al menos preguntarnos sobre nuestras motivaciones para hacerlo. ¿Y ser transparentes con nuestro público? Bueno, eso tal vez es mucho pedir. Para mí, el trabajo de Connectas pudo estar contagiado, de inicio o en su lanzamiento, de una intencionalidad más de golpeteo que de revelar cuestiones importantes para el público, pero eso es algo que solo las personas involucradas conocen con precisión. También cabe la posibilidad, por supuesto, de que quien escribe esté equivocado y que estén en puerta las grandes revelaciones.

La insidia con Sembrando Vida traspasa el ámbito de los medios y la comentocracia y se despliega también en sectores de la academia. Poco después de la conferencia sobre el clima (COP26) en Glasgow y de que sonara por todos lados (conferencia matutina incluida) que Sembrando Vida ‘algo’ tuvo que ver con el acuerdo sobre reforestación al que llegaron 141 países, académicos de varias universidades de México, Escocia y otros países organizaron el webinar titulado “Entendiendo Sembrando Vida: el programa de gobierno en México que inspiró el acuerdo sobre reforestación en la COP”. El evento, que involucró a un número de ponentes, duró varias horas. Todo con el mismo subtexto: Sembrando Vida es un programa de cooptación institucional de la agroecología para ampliar la base proletaria y clientelar e insertar a los pueblos y sus territorios al sistema de acumulación de capital. O algo así. Conociendo algo sobre agroecología y sobre Sembrando Vida, presenciar esa mezcla de cuestionamientos y preguntas válidas con información sesgada, abiertas mentiras, sospechosimo y teorías de conspiración (algunas la mar de absurdas) me produjo un intenso dolor de cabeza. Para los ponentes, absolutamente nada del programa es rescatable y a coro advierten al mundo sobre el peligro de la expansión global de dicho programa ‘de combate capitalista al cambio climático’. Cabe recordar que pese al señalamiento de potenciales virtudes en este sentido, que ciertamente ha exaltado el presidente López Obrador, el programa no se estructuró alrededor del cambio climático ni es tampoco un programa propiamente ambiental; no está ni en la Semarnat ni en Conafor, sino en la Secretaría de Bienestar, pues su objetivo fundamental es impulsar una alternativa al sector rural que ha sido abandonado por demasiado tiempo.

Tuve la oportunidad de conversar con el Subsecretario de Inclusión Productiva y Desarrollo Rural, Hugo Raúl Paulín Hernández, responsable de Sembrando Vida, quien de manera serena ahondó sobre ese desconocimiento que por lo general existe en torno a Sembrando Vida. Discutimos ampliamente las principales críticas que se vierten en medios, y me habló de los aprendizajes y retos que tiene el programa. Sobre los aprendizajes a lo largo de estos tres años, el subsecretario destacó cinco: 1) la transición ecológica es un proceso que requiere vencer resistencias y prácticas (por ejemplo en el uso de agroquímicos) y han tenido que modificar la estrategia de capacitación y crear material técnico y pedagógico que no estaba contemplado; 2) el acompañamiento técnico ha tenido que irse ajustando y se ha requerido la vinculación con instituciones académicas y otras organizaciones para diseñar estrategias sociales y productivas acordes con la realidad socio cultural y productiva de cada región del país; 3) los modelos agroforestales son distintos en cada región y no hay una receta única, de manera que Sembrando Vida debe ser distinto en cada estado; 4) los tiempos y procesos administrativos tienen que armonizarse con los tiempos agronómicos; y 5) el programa requiere un sistema informático robusto que permita dar seguimiento a todos los ámbitos de operación, mismo que está en ajuste constante.

Algo me llamó mucho la atención de esta síntesis del subsecretario: la disociación que existe entre las críticas y señalamientos mediáticos (y académicos) y lo que dentro del programa consideran importante a atender de forma que se cumplan los objetivos del programa. Es decir, ni siquiera logran incidir gran cosa los escándalos mediáticos, puesto que poco tienen que ver con lo medular y en dado caso los señalamientos de malas prácticas son investigados debido a proceso.

Sobre una crítica frecuente, la supuesta falta de transparencia en la información, el subsecretario aclaró que el padrón de beneficiarios de Sembrando Vida (así como de otros programas) es público y está disponible en la página de la Secretaría de Bienestar. En cuanto a los polígonos de operación -esa información clave que le faltó al World Resources Institute para realmente estudiar la pérdida de cobertura vegetal atribuible al programa, se trata de información reservada, puesto que en la mayoría de los casos la vivienda del sembrador está ubicada dentro o a un lado de la parcela o Unidad de Producción. Aclaró que la georreferenciación se ha compartido con algunas instituciones y bajo convenios de confidencialidad.

Como el lector de esta columna ha podido apreciar, simpatizo con el gobierno en turno por considerarlo un espacio invaluable de oportunidad para construir un país distinto, pero eso no hace que pierda el sentido crítico que todos debemos guardar o que tenga problemas con la crítica al mismo. Con lo que sí tengo problemas, y me atrevería a decir que cada vez más mexicanos, es con la deshonestidad, que parece estar totalmente desbordada, y en ese frenesí demasiadas personas piensan que gozan de total impunidad declarativa. Como recientemente lo puso la Dra. Violeta Vázquez Rojas Maldonado en su columna Unos tipos extraños llamados intelectuales en referencia a la reciente ola de desproporciones y falsos análisis en torno a López Obrador de parte de personajes aún llamados intelectuales, en aras de mejorar el debate público es parece importante acotar(nos) y señalar las distorsiones, exageraciones o mentiras de parte de todos quienes tenemos alguna influencia sobre la opinión de otras personas, seamos periodistas, analistas, académicos o comunicadores. Afortunadamente en estos tiempos ninguna persona tenemos la última palabra y eso es un gran logro de nuestros tiempos.

Aprovecho para desearles una amable y reconfortante pausa y lo mejor para el Año Nuevo. Hasta el 2022.

Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.