13 febrero, 2020
Este miércoles, las buscadoras de personas que están en el norte de Veracruz hallaron restos óseos en un predio de Poza Rica. Éste es el segundo hallazgo de la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas. El primero ocurrió el lunes: fragmentos de un cráneo y otros pedacitos de huesos
Texto y fotos: Andro Aguilar
POZA RICA, VERACRUZ.- Un habitante cercano a un enorme predio lleno de maleza enumera las víboras que pueden encontrar los brigadistas cuando ingresen al terreno: coralillo, cuatro nariz, mazacuata, lanza… Bromea un poco con eso y guiña el ojo. Como si unas serpientes fueran a detener a estas mujeres.
Las brigadistas no se toparon con ninguno de esos animales. En su incesante búsqueda sí hallaron restos óseos de una persona.
Este miércoles nublado en el norte veracruzano, unas 40 gentes, la mayoría mujeres, salieron a los campos para hallar indicios de personas desaparecidas. Los encontraron en este municipio, muy cerca de un campo de fútbol, cuyo cuidado contrasta con la vegetación desbordada del predio que exploran.
Las familiares acompañadas por integrantes de la organización Marabunta, la comisión estatal de búsqueda y jóvenes solidarios -así los conocen todos- transforman ese espacio con machetes, picos y un empeño que no para. Además del fragmento de hueso de un brazo, encontraron ropa interior de mujer.
Las brigadistas son apoyadas por un grupo interdisciplinario de mujeres. Hay antropólogas, criminólogas, sociólogas. Las jóvenes respaldan el trabajo que los buscadores repiten de forma empírica: dividen los terrenos en cuadrantes, recogen información precisa y cuidan no alterar las pruebas. También presionan a los peritos del ministerio público si es necesario.
Éste es el segundo hallazgo en las búsquedas en campo de la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas. El primero ocurrió el lunes pasado, fragmentos de un cráneo y otros pedacitos de huesos.
La brigada llegó a la zona para buscar indicios de vida en terreno de 2 kilómetros de largo.
Es un terrero sobre el que antes sembraban plátanos y después fue abandonado. Los dueños quieren construir un fraccionamiento pero cuando intentaron meter las máquinas excavadoras se dieron cuenta que había restos humanos.
La historia le recuerda a una de las brigadistas que en el rancho de su familia pasaban cosas similares. Los vecinos y familiares les decían que escuchaban cerca gritos de hombres y mujeres.
«Yo creo que algo así vamos a tener que hacer en el rancho de mi papá», dice.
Las antropólogas forenses enseñaron a las brigadistas a llenar un cuestionario con los mismos datos que les solicitan las dependencias, aunque con preguntas más concretas.
Luz Elba Hernández, quien busca a su hijo Brayan, desaparecido a unos metros del palacio municipal de Poza Rica, halla lo que parece ser una cobija, una bolsa negra y cal.
La madre llega a pensar que una persona fue enterrada ahí y acelera su labor de escarbar. Se agita visiblemente, hiperventila. Pero poco después se da cuenta que no es lo que pensó. Se apena un poco. Como que se disculpa.
«Ahora sí sudé, creo que fue más de la…», no termina la frase, sonríe y continúa: «cal, piedras, cobija de auto, una bolsa… todos los elementos. n’hombre, pensé morir…».
En el terreno hallaron mochilas, chamarras, calzones, calcetines. Alguien amarró un hule a dos troncos en un aparente campamento improvisado. De fondo se escuchan los gritos de los niños, por la escuela primaria que está al lado.
El martes, unas integrantes de la Brigada también acudieron a un arroyo porque les dijeron que posiblemente ahí había un cuerpo atorado. Los brigadistas se metieron de forma paulatina en el agua estancada hasta que les llegó al cuello. No encontraron ningún indicio. Pero no dejan suelta ninguna posibilidad de hallazgo.
La brigada tiene información de que en un terreno que no está delimitado por alambres de púas como la mayoría, fue arrojado el cuerpo de una mujer. Por eso resulta frustrante no haberla encontrado.
Dos perros entrenados, Jerry y Szyvani, entran en algún momento a intentar encontrar rastros de la chica. Pero nada.
Las familias siguen buscando después de ellos porque los perros no siempre ven lo que ya está en la superficie si contiene un olor profundo.
El día del hallazgo, dice una brigadista, pasaban a un lado de los restos pero no se daban cuenta porque dan por hecho que las personas ya lo están viendo.
Por eso el martes, la estrategia fue que una vez limpio el sitio se les dejara pasar a las buscadoras. Para que revisaran la superficie con ayuda de varas.
Al final de la jornada, una antropóloga que no quiere publicar su nombre explica la complejidad que tiene una jornada de búsqueda en campo como la del pasado martes.
Muchas de las mamás sabían que el cuerpo de una chica había sido abandonado en ese sitio. Algunas de ellas buscan a una hija. Por eso había frustración.
Por eso después de que el perro no detectó aromas descompuestos clavaron la varilla en la tierra en varias ocasiones, para ver si notaban olores a descomposición.
Fue una jornada larga, con temperaturas y humedad altas.
En el paisaje sólo hay tres caballos flacos y un potrero cercado con alambre de púas. Un hombre delgado, con más de medio siglo de usar los machetes como el que lleva en la mano, aparece caminando a unos metros del grupo de buscadoras, sobre la terracería, después de limpiar una milpa.
El hombre siempre ha vivido en este poblado veracruzano que colinda con Puebla. Reconoce que la violencia es general en todo Veracruz, pero asegura que los crímenes del pueblo aledaño se los achacan también a ellos. Lo cierto, reconoce, es que después de las once de la noche nadie sale por ahí.
Es una zona limítrofe entre Puebla y Veracruz, adelante de Unión Lázaro Cárdenas, ya dentro de la territorio poblano.
La búsqueda fue acompañada por elementos de la Guardia Nacional, la antigua Policía Federal. En una zona tupida de vegetación, a la que se puede acceder en una carretera de terracería, en medio de sembradíos de naranjos, que se intercalan con maizales. En un tramo de unos tres kilómetros se ven un par de ranchos y una casa hecha con tablones.
Lo que nunca falta en estas jornadas de búsqueda es la voluntad de las madres. Deshacen terrones macizos con las manos. Agarran la pala, la varilla, el pico. Espulgan las piedras y la tierra.
Tienen una broma que repiten en coro casi al final de una jornada desgastante: ¡No más búsqueda, queremos mesas de trabajo!
Bromean que se tienen que ganar el avión presidencial. Un avión que pase al menos por dos terceras partes del territorio mexicano, las 21 entidades que están representadas en los colectivos de esta brigada. Al menos en este grupo que lo propone, tendría que cruzar por Sinaloa, Querétaro, Puebla y Veracruz.
«¿A poco piensan aguantar así las dos semanas?», pregunta uno de los buscadores.
Ríen sin decir nada porque ya saben la respuesta. Ahí van de nuevo.
Periodista
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