Secuestran y esclavizan a familias migrantes antes de llegar a Ciudad Juárez; denuncian desapariciones

14 febrero, 2025

Régulo Zambrano y su esposa Lucy Dary Estevez viajaron desde Venezuela hasta Chihuahua con sus nietos Yeneska Valentina y Santiago Israel Zambrano, pero desaparecieron antes de llegar a Ciudad Juárez. Su familia denunció y está en espera de que las autoridades los localicen. Mientras tanto, esa realidad es la de más familias migrantes, como la de Diego, que nos cuenta su historia tras el cautiverio

Texto: Patricia Mayorga /Raíchali

Foto: Especial, Patricia Mayorga y Karla Quintana

CHIHUAHUA. – Régulo Genry Zambrano Álvarez y Luz Dary Estévez Iscala salieron de Venezuela el 12 de octubre del 2024 pasado con sus dos nietos, recorrieron la selva del Darién (frontera con Colombia y Panamá), Centroamérica, el territorio mexicano y cuando estaban a punto de llegar a la frontera con Estados Unidos, desaparecieron el 12 de enero pasado.

Los abuelos tienen 50 años de edad. Recorrieron durante tres meses casi 5 mil de kilómetros hasta llegar a la ciudad de Chihuahua. Llegaron arriba del tren en el que recorrieron desde Torreón, Coahuila. Cuando entraron a Chihuahua los recibió la nevada registrada el 10 de febrero.

Sus nietos son Yaneska Valentina Valero de 15 años y Santiago Israel Zambrano Valero, de 6. Aquella noche del 10 de enero durmieron en el campamento de migrantes en la ciudad de Chihuahua, el cual se localizaba a un costado del Oxxo de la Central de Abastos, y que fue desmentelado el 18 de enero por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y de las fuerzas de seguridad estatal y federal.

La madrugada del 12 viajaban hacia Juárez y a la altura de Villa Ahumada desaparecieron con otras personas migrantes. Sus familiares interpusieron un reporte de ausencia de sus cuatro familiares, desde Estados Unidos.

Migrantes abordando el tren hacia Ciudad Juárez. Foto de archivo: Karla Quintana

“Nos dijeron que eran de un cártel y nos secuestraron”

Con Regulo Genry, Luz Dary y sus nietos viajó otra familia de padre venezolano y madre colombiana. Llegaron en el mismo tren a la ciudad de Chihuahua el día que nevó. Estuvieron una noche en el campamento migrante del Oxxo y otra más en un albergue mientras esperaban el viaje a Ciudad Juárez.

“Primero estuvimos en una invasión improvisada que estaba en el Oxxo de la Central de Abasto, que ya después lo desmantelaron, como una semana después de nuestra partida. Y de allí, pues ya quería comunicarme, estuve buscando internet, comunicándome y buscando organizaciones, sin contactos. Luego me transfieren a un centro comunitario del Centenario Chihuahua 2000. Había siete personas con sangrado nasal, dos adultos mayores de 52 años, uno con una protuberancia en la pierna y la señora sufriendo por falta de atención”, detalló uno de los migrantes venezolanos que fue secuestrado y liberado después de casi un mes de cautiverio, a quien llamaremos Diego.

Día de la nevada en la ciudad de Chihuahua, en el campamento de migrantes en la ciudad de Chihuahua  Foto de archivo del campamento migrante en la ciudad de Chihuahua, hoy inexistente. Foto: Karla Quintana

Además había otros adultos que llegaron a ese albergue. Les ofrecieron calefacción, comida, toallas para bañarse y un lugar dónde dormir para no pasar la nevada en la calle. Al mismo centro llega apoyo de alimentos y ropa, que llevan organizaciones altruistas. Lograron conectar un servicio de transporte por medio de una aplicación. Eran alrededor de 30 personas ese día.

“La noche del sábado 11 partimos, y el domingo a eso de las 2 de la mañana salimos en una van. Éramos 9 adultos y 7 niños. Estábamos a a la altura de Villa Ahumada. A eso de las 5 de la mañana, amaneciendo el domingo 12, nos hacen un cambio de luz unos hombres vestidos de policías detrás de la camioneta donde íbamos. El uniforme era como el de los policías de la Fiscalía de aquí, llevaban logotipo, llevaban todo igual pero con la cara tapada. Nos hablan por el altavoz dándonos la voz de alto, que nos orilláramos. Nosotros rodamos unos, digamos, unos 20 metros hacia una gasolinera que se veía al frente”, relata Diego a un día de su liberación.

Se bajaron cuatro personas uniformadas y encapuchadas que se presentaron como policías. Le preguntaron al chofer a quién tranportaba y les respondió que eran migrantes. Lo golpearon para exigirle que les dijera “de parte de quién venía él, con quién trabajaba”. El chofer les respondió que trabajaba solo para ganar el sustento de su familia. Se sube un supuesto oficial a la van para manejarla y llevarse a los migrantes con el chofer.

“Dijeron que íbamos a las oficinas para verificar quiénes éramos, de dónde veníamos, nuestra documentación y aseguraron que luego nos dejarían ir. Al transcurrir un largo tramo, como después de 2 horas, pues llegamos a un sitio como una bodega y allí ya automáticamente se presentan como el cartel, nos dicen que estamos secuestrados”, agrega el migrante venezolano.

Los revisaron, les quitaron sus pertenencias, incluidos los celulares y los privaron de la libertad en una bodega. Ahí permanecieron todos los de la van junto con el chofer. 

Migrantes en el campamento migrante cuando operaba al lado del Oxxo Central de Abastos. Foto de archivo: Karla Quintana

“Cuando llegamos al lugar había varias personas, pero al transcurrír los días iban llegando aún más. Los días que llegamos, fueron liberados al rededor de 10 personas, luego fueron liberadas otras ocho, luego otras dos. Ya nosotros éramos los nuevos que íbamos llegando, pero luego ya éramos los más viejos en llegar. Iba fluyendo. El mismo día que llegamos, llegó otro grupo de cinco, al día siguiente vino otro grupo de cinco, al día siguiente vino otro grupo de ocho, hasta que llegamos a formar 350 personas”, explica Diego.

Los primeros días los pasaron con mucho miedo porque los amenazaban que si no hacían caso, les iría mal, dice el padre de familia. Se dedicaron a obedecer y a trabajar en lo que les indicaba. Había personas que tenían bastante tiempo en ese lugar y ellas eran quienes cocinaban, les servían comida a todos.

“Teníamos que cumplir con la multa por estar caminando por su terreno”: migrante

Una vez que los más antiguos fueron liberados, llegó el jefe también enmascarado y se presentó con ellos.

“Nos conoció y pues nos dio el discurso de que según ellos que ellos no nos estaban buscando a nosotros, que nosotros llegamos a ellos. Que ahora ya teníamos que cumplir con la multa por estar caminando por su terreno”, relató.

Tren parado en Chihuahua, a punto de partir a Ciudad Juárez. Foto: Patricia Mayorga

En ese momento seleccionaron a las personas que tenían familia en su país con posibilidad de enviarles dinero para rescatarlos. “Y como en mi grupo éramos dos familias que somos pobres, que no tenemos ayuda de nadie, que todo el camino estuvimos vendiendo paletas, dulces para subsistir yendo a los semáforos, no nos clasificaron”.

Diego es chef, por lo que lo nombraron encargado de la cocina y la otra familia se encargaría de que todo estuviera limpio. Ese mismo día les llevaron “un mandado, una compra de víveres” para cocinar papas, frijoles, huevos, entre otros.

Había un lugar improvisado donde cocinaban y había instrumentos para facilitar la preparación de la comida. “A los niños normalmente los trataban bien, trataban de que no estuviéramos en condiciones de miedo, de pánico, trataban como de mantenernos calmados”.

“Y cuando llegaban días que llegaba más gente, nos sacaban a hacer llamadas. Las personas que sí podrían llamar a familiares los llamaban, los iba llamando y bueno, pero ya la gente entraba llorando. Las palabras y las cosas del trato verbal que era proporcionado, era un poco fuerte”, dice Diego para explicar que la violencia fue más psicológica. 

Plantón de migrantes en Ciudad Juárez después del incendio de la estación migratoria en 2023. Foto: Patricia Mayorga

“Había un grupo de tres jóvenes, ellos también nos colaboraban con lo que nosotros necesitáramos de ayuda allí. Ellos nos auxiliaron a nosotros para conseguir leña para la calefacción, nos ayudaban a colocar motobombas, con el cambio de tinacos de agua, cosas así que se hacían en la cercanía de la puerta. Nos abrían la cadena y pues bajo la vigilancia de personas que estaban alrededor, nos ayudaban de afuera hacia adentro, así hacíamos el trabajo”, agrega Diego.

– ¿El lugar donde los tenían era un lugar aislado o estaba en una ciudad?, se le pregunta a Diego. 

– Era un rancho de desierto, donde solo se ve montaña al fondo y mucha lejanía de arena”, respondió.

– ¿Y y a los niños, ustedes qué les decían?

– Ah, pues pues a los niños les traían dulces, galletas. Pero pues, había personas que entraban y como los niños veían las armas. Las personas se acercaban a hablar o algo, les hablaban a los niños (…) la verdad es que el niño más grande a cada rato comenta que compremos una pistola como las que tenían allá, pero de verdad que tienen miedo cuando escuchaban disparos y cosas así. 

-No estaba a nuestro alcance no tenerlos encima de nosotros (…) pero una vez me dieron un castigo de 24 horas por regañar al niño. Decían que los niños eran sagrados, que no podíamos pegarles, tocarlos ni nada de eso. Entonces, luego me liberaron. Eso fue el segundo día de que me asignaron la cocina. Ese día la comida fue improvisada por otras personas que no sabían.

– ¿Qué es lo que le dijo usted al niño, porqué lo castigaron?

– Quería brincar por las camas y pues yo lo regañé, le llamé la atención, que se viniera. Ellos como se asustaron, entraron, me levantaron del colchón. Cada vez entraban nos asustábamos, todos nos acostábamos. Estábamos en nuestro sitio asignados. Y ellos me señalan, me levantan, que venga para acá y y entran otros dos con unas esposas en la mano, otro con una cuerda, con cinta adhesiva, con una capucha. Me la colocan, la aseguran con cinta y me amarraron aquí en la parte del torso. Y pues me llevaron aquí a un esquina y me tiraron allí sobre una cubierta para no moverme. Ya después cuando fui liberado me explicaron el porqué, que si no hubiera ido ya sería peor el castigo y que totalmente que era una lección y que siguiera con mis labores asignadas.

“Yo fui como como la lección para diferentes personas que quisieran hacer algo, fue como la demostración de que sí podrían hacerlo más allá“

Las demás personas tenían diferentes tareas en el cautiverio. Había trabajos de albañilería porque construían estructuras. Otros lavaban baños, limpiaban la bodega, cortaban leña, estaban pendientes de la calefacción, acarreaban el agua, bajaban las tinas que llegan porque hay escasez de agua en la zona. Tenían que estar siempre pendientes de cambiar la motobomba de tinaco para que surtieran el agua.

– ¿Contactaron a la familia de ustedes?

– Pues directamente yo no hablé con mi familia, pero pues sí, mi familia me informa que fueron contactados, que recibieron muchas llamadas. Incluso recibieron fotos que notablemente eran editadas, pero ellos nunca sabían si de verdad estábamos en peligro o algo. O sea, los asustaban. 

– ¿Y cómo fue que los liberaron?

– Porque estábamos clasificados y pues mi función era laborar para poder optar por algún beneficio, alguna ayuda. Fue lo que me dijeron, pues que colaborara, que me portara bien, que estuviera haciendo mis labores y dándole de comer en dos horarios que teníamos de comida, que tuviera la comida lista. Eran dos tiempos de comida y que pues al cumplir con las labores, ellos veían qué harían con nosotros, cómo nos ayudarían o cómo resolveríamos el asunto. Si teníamos que quedarnos trabajando, si teníamos que irnos, nos trabajaban mucho psicológicamente, la verdad. 

Llegaron nuevos migrantes y liberaron a Diego con otras familias

Un día llegó el líder del presunto cartel y señaló a dos familias que estaban en el lugar, la de Diego y otra brasileña. Les dijeron que llegaron otros jóvenes y les asignaron otra esquina diferente. En total eran 14 personas a quienes llevaron a otra bodega porque llegarían aún más personas secuestradas.

“Nos dijeron que nos íbamos, que en 10 minutos limpiáramos nuestra área, desde acomodar las posiciones en la pared, cobijas doblada y que ya nos iban a ir sacando y nos montaron en una camioneta. Y pues seguimos el camino como alrededor de 2 horas y al llegar a El Sueco, nos dijeron hacia dónde caminar”, relató Diego.

“Nos dijeron: ‘Aquí están sus celulares’. Estaban apagados, descargados. El mío tenía 40% de carga pero no podía prenderlo, el botón del mío estaba dañado. Y nos toman una foto a todo el grupo, allí parados y nos dicen que esa foto era compartirla a todos los puntos que ellos tienen acá en Juárez, Chihuahua y las cercanías”.

Antes de liberarlos a la altura de El Sueco, les dijeron que no los querían ver más por “su terreno”, porque si los volvían a capturar no contarían de nuevo la historia. “Y ahí emprendimos la caminata, caminamos hacia un hotel que está al lado de una bomba (estación de gasolina). Nos encontramos con una familia de brasileños que habían sido liberados aproximadamente unos 10 días antes que nosotros”, recuerda Diego.

“La muchacha (esposa brasileña) tenía contracciones y se sentía muy mal de la barriga y efectivamente, estaba embarazada. Ella fue liberada unos 10 días antes de nosotros. Al llegar nosotros, ellos dicen que estaban en un hotel, que no se movían de ahí. Permanecieron 10 días allí en el hotel. Y ellos al ver que llegó la misma camioneta blanca que los liberó a ellos también en ese lugar, nos vieron y corrimos hasta donde estaban ellos”.

En el grupo recién liberado iban 14 personas y a ellos se unió la familia brasielaña conformada por el matrimonio con la señora embarazada y un niño pequeño. 

“Ellos dijeron que continuaban con nosotros porque nosotros no teníamos dinero para estar en el hotel. Entonces, íbamos a continuar a Juárez. Íbamos a caminar a Juárez porque pues el tiempo de Dios era perfecto, Dios nos estaba guiando, que si éramos liberados era por algo e íbamos a seguir nuestro camino a Juárez”.

Caminaron alrededor de 3 horas y llegaron a una refaccionaria, cerca de una fábrica de algodón. Vieron que había un estacionamiento. Estaba a punto de anochecer. Los liberaron alrededor de las 3 de la tarde y ya iban a dar las 7 de la noche.

“Continuamos 3 horas hasta ese punto y nos resguardamos allí detrás. Y con mucho temor nos acomodamos. Nos miramos, logré conseguir un cargador con una persona que estaba allí en un remoto. Atrás de esa empresa, en las refacciones habían unos baños públicos, me imagino que como de camioneros porque llegaban camiones allí y se bajaban a hacer sus necesidades. Y allí dejé mi teléfono cargando un rato”.

“Logré con una de las personas que estaban transitando, que me compartieran un minuto de Wi-Fi para solamente enviar un mensaje a un grupo de WhatsApp de muchos conocidos que he hecho en el camino. Acá llevamos 14 meses desde que entramos a México. La caravana y muchos migrantes que han estado conmigo alrededor de esta travesía, están en contacto. Y dejé un mensaje diciendo que acababa de ser liberado de secuestro, que necesitaba evidentemente una recarga a mi número mexicano”, cuenta Diego.

Automáticamente le llegaron cinco recargas de varios conocidos del camino. Diego pudo comunicarse con su familia y con otras personas que conoció y con las que viajó a Chihuahua, también con quienes les dieron ayuda en la capital.

Le comunicaron que los estaban buscando desde hace días, porque alguien puso una denuncia por su secuestro y les indicaron que deberían reportarse a la Fiscalía General de la República para ser resguardados.

“Nosotros nos quedamos escondidos. Ellos fueron a rescatarnos en el lugar donde estábamos, de la fiscalía. Y nos llevaron a un lugar seguro. Entre todo eso tuve contacto con personal de una organización de migrantes en Juárez. Me explicaron que yo estaba siendo buscado por Migración porque tenía una denuncia de secuestro, que ya se habían comunicado con mi familia. Que estaba en todas las redes sociales del México como desaparecidos”, expresó sorprendido Diego.

Cuando llegaron por ellos los agentes de la Fiscalía, estaban con sus compañeros y con la familia brasielaña que se convirtió en su amiga del grupo. 

“Estaban vestidos iguales y hablaban igual que los que nos secuestraron. Tenían el mismo emblema. Los agentes entraron de manera hostil como de la misma manera que las otras personas que estaban encapuchadas. Los que venían con nosotros habían sido ya retenidos allí (…) Yo alcancé a correr con uno de mis hijos, otro de los que estaban conmigo nunca se fueron de al lado. La familia brasileña se perdió en el desierto con otro amigo y pues cuando yo fui de manera retirada. Ellos se anunciaban como policías, pero nosotros gritábamos pero de tanto que yo grité y los demás que gritaron, que se quitaron las capuchas”.

Las familias y los otros migrantes temían que era de nuevo el grupo que los secuestró, pero Diego logró comunicarse con la gente de la organización civil, que le confirmaron que se trababa de los agentes que los iban a rescatar.

“Y en ese momento pues yo salgo de mi lugar, comienzo a gritar que quién está cargo que tengo a la fundación en línea. Se inicia el cargo, se me acerca una persona prácticamente como el comandante. Y dice: ‘Sí, tranquilo, tranquilo’. Yo me presento junto con mi familia, como la persona reportada secuestrada. Nos dicen que van a resguardarme a mí y a mi grupo. Ahí cambiaron la forma de trato. Y automáticamente para que se comunicaran ambas partes (la organización y las autoridades) pues no estábamos en confianza porque estábamos muy temerosos, pero pues ya seguimos aquí a estar con ellos, intentamos buscar por la cercanía a la familia de una Brasil que se habían extraviado”, agrega Diego.

A Diego y a su familia los liberaron el 5 de febrero y al día siguiente los rescataron los agentes de la Fiscalía. Durante un par de días lograron encontrar a sus amigos brasileños.

“No los encontramos luego, ellos nos dicen que nos escuchaban cuando nos estaban llamando o montando en la camioneta, estaban transitando por todas esas cercanías. Pero ellos pensaban que nos estaba amenazando el cartel nuevamente para que lo buscáramos a ellos”.

Antes de ser liberados temían viajar de nuevo a Ciudad Juárez porque implicaba pasar de nuevo por Villa Ahumada. Finalmente viajaron con los agentes, pasaron con temor también por Villa Ahumada, ya que las camionetas de la fiscalía eran similares a las del cartel. Finalmente llegaron a Ciudad Juárez y los hospedaron en un hotel. 

“Y allí nos dejaron con la familia en la habitación. Casi no dormimos. A primera hora nos llevaron comida. Nos dijeron que no nos moviéramos que nos estuviéramos dentro de las habitaciones. Llegaron las 8 de la mañana, nos tocaron la puerta, prepararon nuestro desayuno porque ya pronto íbamos a ser trasladados a la fiscalía para declarar”.

Llegaron por ellos también de una organización civil humanitaria que les dio acompañamiento humanitario. Declararon durante dos días y posteriormente los llevaron a un albergue para personas migrantes. Han recibido apoyo de alimentación y atención médica.

El resto del grupo también fue rescatado y la familia brasileña continúa su camino por su cuenta. 

Diego desea recuperar su tranquilidad durante los siguientes días, para decidir qué harán junto con su familia. “Si nos quedamos atrapados de nuevo en estos terrenos de Juárez, de Chihuahua, pues acabarían con nuestra vida. Tenemos miedo de ser atrapados. Tememos mi esposa y mi familia, todos quieren que regresemos a nuestro país por el problema que hay ahora en Estados Unidos, ahora que no podremos pasar a tratar de buscar. También podemos esperar a ver si cambia la situación en Estados Unidos. Y pues se nos ha hecho complicado”. 

Temen perder la vida en México

La familia de Diego, como miles o millones de migrantes han pasado por la selva del Darién, uno de los tramos más duros y sinuosos que enfrentan las personas migrantes en su travesía para llegar a Estados Unidos.

Ni la selva del Darién, donde miles de personas han fallecido por la difícil geografía de la frontera entre Colombia y Panamá, representan el peor trayecto para las personas migrantes.

Una vez que entran a México por Tapachula inicia un infierno para ellas. A Diego y a su familia los secuestró otro cartel en Tapachula, del estado de Chiapas. 

“Salimos de Colombia el 21 de abril. Llegamos acá al territorio mexicano el día 9 de mayo y el día 12 decidimos avanzar a Tapachula, desde donde está el denominado Río Tecumán. Cercaí vivimos 3 días. Se encontraba un comando de la Guardia (…) nos teníamos que mover porque no teníamos ni comida, no teníamos nada y no había manera de subsistir bajo el sol, era caótico. Caminamos hacia Tapachula y cuando llegamos a la mitad del camino por las inmediaciones de la zona también se cruzó de manera brusca un cartel de Chiapas. Nos secuestraron y pidieron a otro familiar dólares también, 100 dólares por cada persona. Los cuales nuestros familiares nos ayudaron al momento”, dijo Diego.

La segunda vez que los secuetraron, en Villa Ahumada, a la familia de Diego y de su esposa les pidieron 50 mil y 20 mil dólares para liberarlos. Finalmente pagaron 1,000 mil dólares. “En realidad nuestra familia, sabemos que no tiene dinero y por eso no ofrecimos optar por llamada para para poder obtener el resultado, si no es la verdad que éramos pobres, que no tenían cómo ayudar. Y pues aún así ellos fueron llamados, fueron amenazados. Y entonces vendieron una propiedad que no sé la verdad de dónde salió esa propiedad , que vendieron para poder seguir completando los dólares que enviaron”. 

Hasta ahora no han detenido a nadie por ninguno de los dos secuestros y hay más personas que son secuestradas cada día.

En México se podría vivir, pero con las mafias es difícil: Diego

Con la economía de México y las ofertas de trabajo, se puede vivir, sostiene Diego. “Si uno trabaja, uno puede vivir, pagar su renta, conseguir su comida, tener para alguna nieve para los niños o llevarlos a un parque. Cosa que en nuestro país no es posible, porque yo ya darme el lujo de comprarle una nieve a los niños, salir a algún parque, a algún sitio a cambiar el ambiente, no se puede”.

Sin embargo, con las mafias mexicanas, es difícil vivir en paz, agrega el migrante venezolano.

“La verdad es que no es recomendable venir aquí de esa manera, como nosotros venimos, pues nosotros venimos con los niños buscando futuro, un sueño, para ver cómo podemos contribuir y pues establecernos, porque no hemos logrado establecernos en nuestro país porque nada nos alcanza (…) con estas circunstancias que estamos viviendo, ya nos da miedo la situación”

Diego dice que están en un 80 por ciento por decidir regresar a Colombia, de donde es su esposa, aunque no lograron establecerse ahí los últimos años por la situación del mismo país. “El otro 20% es esperar para poder cruzar la frontera de Estados Unidos, y poder arreglar allá, a trabajar y poder lograr dos años de trabajo que nos dejan estar, allí para poder regresar a nuestro país”.

“Acá han estado muy atentos con nosotros (la organización) y nos han acompañado en todos los trámites con la fiscalía para poder nosotros sentirnos bien. Lo que queremos es estar más tranquilos para poder pensar bien y decidir”, concluye Diego entrevistado vía telefónica desde el albergue donde se encuentra.

Esta nota fue publicada originalmente en RAÍCHALI, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes ver la publicación original.

Corresponsal de la revista semanal Proceso.