11 marzo, 2021
Mujeres migrantes se embarazaron y dieron a luz en Ciudad Juárez, donde aún aguardan a que el gobierno de Biden les abra la puerta para retornar a territorio estadounidense con hijos nacidos en México
Texto y fotos: Verónica Martínez / La Verdad
A los cuatro meses de llegar a Ciudad Juárez, Yeni se enteró que estaba embarazada. La migrante de 21 años recuerda que la alertaron las náuseas que sintió al entrar al comedor del albergue Leona Vicario, donde estaba alojaba.
Sufrió un desmayo y un médico del lugar le realizó una prueba que dio positivo. Yeni dice que no lo sabía de su embarazo, aunque para entonces había pasado su primer trimestre.
“¿Por qué las mujeres migrantes tienen que salir embarazadas?” recuerda que oyó decir a un voluntario en el albergue.
“Luego me dijeron que este embarazo era responsabilidad mía, pero yo no sabía qué hacer”, dice la mujer que aún se encuentra en Ciudad Juárez a la espera de asilo en Estados Unidos bajo el ‘Protocolo de Protección a Migrantes’ (MPP por sus siglas en inglés).
Yeni, que pidió ser identificada solo por su nombre por cuestiones de seguridad migratoria, cuenta que llegó de Honduras con su hijo Diego de cuatro años.
En marzo del 2020, antes del cierre de la frontera, ella y su primogénito tuvieron su primera cita en la corte de inmigración en El Paso, Texas, para su caso de asilo bajo el programa MPP. Les pidieron volver en julio, pero debido a la suspensión de audiencias por la contingencia de COVID-19 su caso quedó en el limbo.
Casi un año después, ambos retomaron su caso bajo el nuevo programa promulgado por Joe Biden y esperan su turno de entrada a Estados Unidos. Pero ahora lo harán acompañados de Damián, el hijo que Yeni dio a luz en esta frontera a donde fue enviada en espera de asilo.
Damián tiene ahora siete meses y permanece en un albergue junto a su mamá y su hermano Diego.
Desde el 2019, las organizaciones de ayuda a migrantes en esta frontera han notado el incremento de casos de mujeres embarazadas. Con un tiempo de espera más prolongado en el MPP, programa conocido también como ‘Quédate en México, las migrantes completan su gestación y dan a luz en territorio mexicano.
Blanca Navarrete, directora de Derechos Humanos Integrales en Acción (DHIA), menciona que la organización recibe casos de migrantes embarazadas registradas bajo MPP.
“Con la situación de pandemia que se quedaron todas las audiencias suspendidas, muchas se quedaron aquí en México en el limbo”, Navarrete dijo. “Es una situación muy nueva en la frontera”.
De acuerdo con los resultados de una encuesta de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), publicada en febrero, el 21 por ciento de las mujeres entrevistadas se encontraban embarazadas.
El ejercicio se levantó entre agosto y septiembre del 2020, a 201 personas que permanecían en Ciudad Juárez en espera de asilo en Estados Unidos, de las cuales el 64 por ciento son mujeres y un 36 por ciento hombres, se informó.
En el documento, denominado el Impacto del COVID-19 en el contexto migratorio en Ciudad Juárez, se expone la alta vulnerabilidad entre mujeres preñadas y el poco acceso a servicios de salud antes, durante y después del embarazo.
Exhibe la urgencia con que la población migrante femenina ha requerido acceso a instalaciones de salud y que, como consecuencia de la pandemia, no ha podido acceder a la atención médica necesaria.
En Ciudad Juárez, el 28 por ciento de la población migrante participante en general reportó una disminución en cobertura en salud, revela la encuesta difundida a finales de febrero.
Los datos también muestran que el 65 por ciento de los migrantes en Ciudad Juárez se desplazan con menores bajo su cuidado. El 79 por ciento de esta población son mujeres de origen guatemalteco y hondureño.
Tras su embarazo, Yeni y Diego residieron en uno de los hoteles filtro de la ciudad donde permanecieron por un mes y medio.
“Nos quedamos ahí encerrados y solo nos daban comida pero yo me quería hacer un ultrasonido para saber de mi hijo,” dice Yeni, quien asegura que se le negó la atención médica por ser sospechosa de estar contagiada de covid-19.
Al pasar la cuarentena, Yeni y su hijo salieron negativos a la prueba de covid, finalmente fue atendida por un ginecólogo.
“Aparentemente estaba todo bien. Me dieron otra cita para dentro de dos semanas y cuando volví a ir me dijeron que mi niño no estaba bien”, cuenta Yeni. “Estaba reducido de peso y crecimiento y que el bebé no estaba comiendo nada”.
El 15 de julio de 2020, en su séptimo mes de gestación, Yeni fue internada en el Hospital de la Mujer y dio a luz a Damián. Ahora permanece junto a sus hijos en el albergue San Juan Apóstol.
Isabel, otra migrante originaria de Honduras, también se hospedó en el hotel filtro mientras esperaba el alumbramiento de su hija.
Con síndrome de ovario poliquístico, era común que su periodo se retrasara y no pensó mucho al respecto el primer mes. Pasaron tres meses más sin menstruar y la migrante de 32 años se realizó una prueba de embarazo.
La pandemia retrasó su caso de migración ante la Corte de EEUU y sin familia ni apoyo en Ciudad Juárez, Isabel dice que se sentía perdida.
Ella salió con su hijo de seis años de Tegucigalpa, huyó de la violencia familiar, cuenta con voz pausada para contener el llanto mientras observa al pequeño que permanece a su lado.
“Todavía cuando ya nació yo la miraba y no me sentía bien”, recuerda Isabel sobre su hija Julieta. “Quizá era por estar aún en camino (a Estados Unidos), estar sola y no tener ni idea de que va a hacer uno”.
El nacimiento de Julieta no cambio los planes de Isabel para seguir su camino. “Como que más bien me ha dado más fuerzas”.
“Cuando ella nació pensé que con más razón tenía que salir adelante. Claro que con miedo, con un nuevo obstáculo porque un bebé requiere mucho”, afirma.
Desde el dormitorio se escucha el ritmo de cumbias y las risas de niños que juegan en el exterior. Al atravesar un patio y una habitación llena de cunas, se encuentra una cocina de donde proviene la música.
Todos los días, las mujeres alojadas en el albergue San Juan Apóstol Evangelista cocinan desayuno, almuerzo y cena. Así que algunos días les toca comer platillos cubanos, hondureños o salvadoreños.
“Aquí con nosotros queremos que las muchachas con sus niñas y sus niños se sientan libres”, dice Patricia Galarza, coordinadora del equipo psicosocial del albergue. “Podemos hacer actividades de manera conjunta y creando hermandad”.
Además de techo y comida, el albergue ofrece atención médica y ginecológica, también medicamentos y vacunas.
DHIA les da asistencia a las madres migrantes para registrar a los bebés nacidos en México, ya que al continuar con su proceso de asilo y cruzar a los Estados Unidos deben demostrar el parentesco con los niños que llevan en brazos o de la mano.
San Juan Apóstol opera con voluntarios. Cuando inició a finales del 2018, hospedaba a hombres y mujeres migrantes llegando a tener 150 personas.
Fue al principio del 2020, que empezaron a recibir solo mujeres que migraban con hijos y sin pareja.
“Pensamos que ya no podíamos abarcar toda esta población y tuvimos que empezar a cerrar el espacio”, dice Galarza. “Nos basamos en las necesidades de acoger a estas mujeres embarazadas en calidad de migrantes, porque nadie las estaba atendiendo”.
Galarza menciona que las mujeres migrantes que viajan con hijos son doblemente vulnerables.
“Todas son vulnerables. Primero por salir de su país. Dos, en el trayecto la mayoría de las mujeres sufren de violaciones, tanto físicas como de sus derechos”, comenta.
Los gastos médicos en el refugio son cubiertos por el Fondo Fronterizo de Ayuda a Migrantes del Instituto Fronterizo Esperanza (Hope Border Institute), del programa “Las Zadas”. En el 2020, DHIA en colaboración con la abogada de migración Taylor Levi iniciaron el programa para brindar apoyo a mujeres migrantes.
La mayoría de las huéspedes son referidas por otros albergues y previamente permanecen en cuarentena en los hoteles filtro.
Para Yeni, el cuidado posparto de Damián fue tan difícil como su embarazo. Incapaz de poder amamantarlo, su bebé continuó con problemas de salud y en Honduras su familia no supo que ella esperaba otro hijo.
“Yo lloraba mucho porque me decían que si (Damián) no comía tendrían que llevarlo al hospital” narra Yeni, “hasta el mes y medio empezó ya a engordar un poco”.
El caso de asilo de Yeni sigue activo. Su segunda cita en la corte está agendada para el mes de abril, pero la joven madre espera poder cruzar antes a Estados Unidos.
“Yo no sabía para donde ir ni que iba a pasar conmigo”, dice. “Hasta que llegué a este lugar fue que vi una luz en mi camino”.
Nancy, una migrante que huía de la violencia de grupos delictivos, llegó primero a Cuauhtémoc, Chihuahua, donde se hospedó con una amiga de su madre, quien permaneció en El Salvador.
En un hospital de esta ciudad, la mujer buscó atención médica para el parto y le dijeron que sin seguro social ni CURP debía pagar una cantidad de 15 mil pesos.
La última vez que Nancy había recibido atención médica fue en Tapachula, Chiapas, a mediados de noviembre. El único medicamento que llevaba eran unas vitaminas prenatales que su madre le compró en una farmacia frente a la estación de autobús en Santa Ana, El Salvador.
“Me dijeron que en Juárez había más apoyo a migrantes entonces agarre mis cosas, mis niños y salí en autobús”, dice la madre de familia que llegó a esta frontera embarazada y con tres hijos de la mano.
Con sus tres hijos, dos maletas y un embarazo de ocho meses, Nancy fue regresada a territorio mexicano por agentes de protección fronteriza de EE.UU. Al pie del puente internacional Paso del Norte la madre se puso a llorar.
Preguntó a oficiales mexicanos que es lo que debía hacer y solo le dieron indicaciones de ir a una oficina donde le darían un número para esperar su turno de cruzar a solicitar asilo.
“Pero a mí ya me habían dicho que me iban a deportar para mi país” menciona. “Yo no podía volver a El Salvador. Yo estaba aterrada de volver”.
Confundida y asustada, Nancy no se registró en el programa MPP. En El Salvador, fue violada y amenazada por pandilleros, cuenta la madre de 33 años. Por esa razón huyó de su país en noviembre del 2019.
Nancy lleva ocho meses hospedada en San Juan Apóstol y sigue con el plan de pedir asilo.
“No tengo el MPP pero igual, yo creo que tenemos el mismo derecho. Sé que vamos a llegar a tener asilo los demás, aunque sea después,” dijo Nancy.
Como otros migrantes en la región Isabel, Yeni y Nancy aún tienen esperanzas de poder cruzar a los Estados Unidos, en especial con la nueva administración del presidente Joe Biden, algunas ya tienen seguro su cruce por tener un caso activo bajo el MPP.
*Este trabajo fue publicado en LA VERDAD. Lo reproducimos con su autorización como parte de la alianza de medios de la Red de Periodistas de A Pie. Aquí puedes consultar la publicación original.
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