Esta semana comenzaron los foros con los que el equipo de transición busca definir una ruta para la paz en el país. Que el diálogo sea efectivo y no un acontecimiento de políticos, y que se logren consensos mínimos entre las variopintas propuestas, parecen ser los primeros retos del gobierno que asumirá en diciembre Andrés Manuel López Obrador
Texto: José Ignacio De Alba
Fotos: Daniela Pastrana
CIUDAD JUÁREZ, CHIHUAHUA.- Nada parece más difícil que la paz en un país que suma más de 270 mil personas asesinadas y 37 mil desaparecidas en 10 años.
El arranque de los foros “escucha”, convocados desde el equipo de transición para definir una ruta hacia la pacificación del país, se da bajo dos premisas: “no vamos a hacer demagogia” (o “no vamos a simular”) y “venimos a escuchar”.
Pero el martes 7 de agosto en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, el equipo se topa con el primer muro: “Tenemos que aprender a perdonar”, dice en su discurso el ganador de la elección presidencial, Andrés Manuel López Obrador.
Las familias de desaparecidos le responden: “primero justicia”. El mensaje de López Obrador no es claro, deja más dudas que certezas. ¿Perdonar a quién? ¿Y el derecho a la verdad? ¿Quién puede perdonar cuando las heridas de la guerra no han pasado, si ni siquiera la guerra ha pasado? Sólo en esta ciudad han sido asesinadas más de 13 mil personas en la última década. Y la semana anterior al foro, Ciudad Juárez vivió uno de los momentos más dramáticos de los últimos meses, cuando 11 jóvenes fueron asesinados en una casa de una colonia popular.
Los futuros integrantes del gabinete federal reconocen que los foros sólo forman una parte (pequeña pero importante) del trabajo para lograr el objetivo:
“No se logrará la reconciliación y pacificación de México con amnistías, o reducción de penas, o con la despenalización de ciertas drogas. Ni las comisiones de investigación ni las comisiones de la verdad lo lograrán por sí mismas”, dice Olga Sánchez Cordero, la ex ministra jubilada a la que López Obrador le ha encargado la tarea de pacificar el país.
No es tarea sencilla, ni se puede construir de la noche a la mañana, lleva años, se requieren reformas de fondo, económicas, políticas públicas y laborales, reformas legislativas y judiciales”, insiste la próxima secretaria de Gobernación.
El propio candidato ganador (el evento se realiza un día antes de que reciba su constancia como presidente electo) repite lo que ha dijo en toda la campaña: hay que atender las causas de la violencia y buscar soluciones integrales: “vamos a cambiar la política económica”, advierte el tabasqueño, que atribuye el problema al sistema económico neoliberal y al “saqueo de los recursos de la nación”.
Desde el podio, también lanza un mensaje que va más allá de las víctimas: “no voy a delegar este asunto (de la seguridad) a ningún funcionario, lo voy a abordar yo”.
La política de seguridad de las últimas dos administraciones consiste en confrontar a los grupos delincuenciales en la calle, en una la lucha que es, sobre todo, una demostración de poder bélico. Las víctimas de la süi géneris guerra mexicana han estado aisladas de las decisiones políticas y su participación relegada a hacer protestas. El ex presidente Felipe Calderón las consideró “daños colaterales” de su estrategia militar y el presidente Enrique Peña Nieto las dejó a su suerte.
Los familiares de víctimas, en muchos de los casos con pocos recursos y escasos conocimiento técnicos, se aventuraron a buscar a sus desaparecidos. Y aunque se legislaron leyes de víctimas y se invirtió en una policía de investigación los resultados fueron muy pobres: la falta de voluntad política y de planeación empobrecieron los resultados: Ahora hay más muertos, más grupos delictivos y el negocio no se detuvo. El Índice Global de Impunidad publicó en marzo de este año un informe que coloca a México como el cuarto país más impune del mundo, sólo el 0.7 por ciento de los delitos son investigados.
Por eso, para Carlos Cruz, activista por los derechos humanos que trabaja en la recuperación de pandilleros y jóvenes que están en las cárceles, el mérito del encuentro es que se buscó genuinamente “acabar con el patrimonialismo de la política” y la asimetría entre los gobernantes y las víctimas: “El momento clave, en términos simbólicos, fue cuando los funcionarios se levantaron para poner a las víctimas al frente”.
Los organizadores del diálogo para reducir violencia parecían muy dispuestos a realizarlo sin las víctimas. Los familiares de personas desaparecidas fueron detenidos al entrar al teatro, cuando se dirigían con sus pancartas hacia el estrado.
El turno de los discursos era de Alfonso Durazo, el próximo titular de una secretaría aún inexistente (la de seguridad pública) y el responsable de coordinar y sistematizar la información de estos foros. Durazo interrumpió su mensaje para dar la instrucción a los responsables de la seguridad: “déjenlos pasar, pues”. Los familiares llegaron hasta la primera fila, que estaba ocupada por “invitados”, y se sentaron en el suelo. Entonces, Durazo volvió a interrumpirse: “Le voy a pedir a la gente de la primera fila que ceda sus asientos a las víctimas”.
Futuros funcionarios, como Alejandro Gertz Manero y Alejandro Encinas, y observadores extranjeros como los del British Council, tuvieron que escuchar de pie el resto de los discursos, que constantemente eran interpelados por las víctimas.
Durazo retomó su discurso con el llamado a que la ciudadanía participe en los foros y proponga soluciones, con las víctimas en el centro. “Debemos asegurar que la tragedia que hemos vivido no se vuelva a repetir”, dijo, y repitió por enésima ocasión que los delitos graves no serán considerados en ninguna amnistía.
Al final de su mensaje, llamó a construir “la receta mexicana para la pacificación”.
Siguió el turno del gobernador de Chihuahua, Javier Corral, –el único gobernante en funciones presente en el evento—y de la ex ministra Sánchez Cordero. En la mesa del estrado algunas familias colocaron fotos y pancartas de sus desaparecidos. Pero cuando tocó el turno a López Obrador, algunos familiares se subieron al estrado a entregarle documentos y hacerles directamente sus peticiones.
El ambiente se tensó cuando el futuro gobernante habló del perdón.
“Ni perdón, ni olvido”, gritaron los familiares.
“Olvido, no. Perdón sí”, reviró él, antes de parafrasear a Gandhi: “si aplicamos el ojo por ojo y diente por diente, nos vamos a quedar todos chimuelos y tuertos”.
— ¿Cuándo va a haber resultados? — preguntó un hombre desde el público
— En noviembre debemos tener el plan.
— Pero hay una desaparecida todos los días…
— No voy a hacer demagogia. De una vez te lo digo, porque voy a hablar siempre con la verdad: yo todavía, por si no se sabe, hasta mañana soy presidente electo. Lo que estoy haciendo ahora es adelantar trabajo para no llegar en diciembre a empezar todo.
El intercambio duró unos minutos, pero fue suficiente para que en eso se centraran todas las noticias sobre el foro, en el que, además del gobernador Corral, no se presentó ningún otro funcionario o legislador en funciones al que los familiares pudieran reclamar el abandono y la indolencia frente a sus búsquedas.
La tarde anterior al foro, Javier Corral recibió a López Obrador en el aeropuerto de Ciudad Juárez y juntos visitaron un hospital de alta especialidad que nunca se usó. El gobernador se veía cómodo y relajado junto al virtual presidente.
Pero durante el evento, el panista tuvo el más apagado de todos los discursos (que incluso acortó), apenas con un tibio llamado a “atajar la impunidad”.
Corral llegó al gobierno de Chihuahua en octubre de 2016, con un gran apoyo civil, en gran medida por la poca aprobación de su predecesor, el priísta César Duarte, actualmente acusado de peculado.
Pero el bono de popularidad le duró poco tiempo, y la nula eficacia en la procuración de justicia ha mermado la confianza a su gobierno. Los asesinatos en Chihuahua se multiplicaron, y algunos emblemáticos, como los de la periodista Misroslava Breach (en el que han sido implicados políticos panistas), y de los ambientalistas Juan Ontiveros, e Isidro Baldenegro (ganador del Premio Goldman) han marcado la administración del panista.
En el foro, los familiares de personas desaparecidas le reclamaron a gritos su indiferencia ante las víctimas.
“¡Tenlo en la mira, López!”; gritó un hombre a López Obrador, cuando este se refirió al gobernador en su discurso.
Al día siguiente, la prensa local publicó declaraciones de Corral en el sentido de que quienes se manifestaron tienen intereses políticos: “vamos a reivindicar todo el trabajo que hemos hecho, porque esa apreciación es injusta, si algún gobierno se ha comprometido y recibido una y otra vez a lo largo de dos años a grupos, organizaciones de mujeres, de derechos humanos, una y otra vez, somos nosotros”, dijo el gobernador a la prensa.
Pero en el foro, cuando los familiares lo increparon, nada contestó.
Después de los discursos inaugurales, se abrieron 7 mesas de trabajo en salones de la universidad. A propuesta de los activistas de Ciudad Juárez, al final se agregó una mesa que no estaba contemplada sobre la Ley de Seguridad Interior. Pero, paradojas de la sociedad civil mexicana: esa y la de víctimas fueron las únicas mesas que no se llenaron.
En los salones se veía a policías municipales, clérigos, obreros, ecologistas o indígenas. También había integrantes del equipo de transición tomando nota y atendiendo peticiones: Alejandro Encinas, quien se ocupará de la subecretaría de derechos humanos y migración en Gobernación, estuvo en la mesa de problemas tranfronterizos y Olga Sánchez Cordero, junto con Loretta Ortiz, quien operará las políticas que surjan de este proceso, estuvieron en la mesa de víctimas, la única que fue cerrada a la prensa.
Aunque muchos de los asistentes eran académicos o líderes de la sociedad civil con muchos años de trabajo, también hubo personas neófitas en el tema, que participaron sin miedo a equivocarse. “La respuesta es Jesús”, resumió, por ejemplo, una mujer en la mesa de construcción de paz, donde trabajaban líderes religiosos.
Además, la envergadura del problema dio margen a respuestas desde otras disciplinas, como la filosofía, la ecología y el canto. En las mesas se habló sobre la importancia de meditar y de la indisoluble relación entre la economía y la violencia.
Una estudiante de filosofía de la universidad propuso: “es importante cuidar los medios, porque el fin se cuida solo”, y se dijo preocupada por las políticas impositivas.
El tiempo en que se podía usar el micrófono fue democrático: el presidente una ONG con más de 10 años en experiencia dedicada a erradicar la violencia, tenía los mismos tres minutos que alguien que decidió incursionar en el tema esa misma mañana.
Raúl Rodríguez, quien ha trabajado más de 20 años en una maquiladora entregó una propuesta por escrito para que los jóvenes no deserten de la escuela. El hombre, ya jubilado, hizo saber que le preocupaban sus nietos.
Durante la jornada, se entregaron propuestas por escrito, un amanuense transcribía las propuestas dictadas o se podía entregar la propuesta en video (previa autorización de la grabación) como en el caso de unos rarámuris. Al final se trataba de participar.
“Aspiramos que todas las propuestas que generen consenso en los foros que se realizarán a lo largo y ancho del país sirvan para tomar decisiones de políticas públicas”, aseguró a Pie de Página Alfonso Durazo, quien después de los discursos se quedó en la mesa de seguridad interior.
— ¿Cuáles van a ser los criterios para considerar las propuestas?
— Las que tengan consenso. ¿Tú qué consenso has escuchado en esta mesa? — reviró, en referencia a todas las intervenciones que se hicieron sobre la necesidad de abrogar la Ley de Seguridad Interior.
Durazo explicó que en los meses que siguen se realizarán 18 foros y 25 reuniones más pequeñas (en lugares como cárceles y albergues de migrantes) y antes de la toma de protesta de López Obrador, el 1 de diciembre, su equipo deberá tener un esbozo de lo que será la política de seguridad y la estrategia para la paz.
Porque el país no espera, ni la guerra da tregua: cada día, en México son asesinadas 80 personas.
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