Líderes del mundo se comprometen a detener y revertir para 2030 la deforestación de 85 por ciento de las reservas naturales del planeta, así como a reducir 30 por ciento las emisiones de gas metano. Expertos ven con cautela la propuesta, ante el fracaso de iniciativas anteriores
Texto: Arturo Contreras y José Ignacio De Alba
Foto: Daniel Augusto / Cuartoscuro
GLASGOW, ESCOCIA.- Ciento cinco países del mundo, entre ellos México, se han dado un plazo de nueve años para detener y revertir la deforestación en 85 por ciento de las reservas naturales del planeta. Ese ha sido el primer compromiso importante de las conversaciones sobre el cambio climático global de la COP26.
La inclusión de Brasil en la lista de países que se comprometieron con esta iniciativa, que estará respaldada por un fondo de 19 mil 200 millones de dólares, es fundamental, pues en su territorio se encuentra la selva tropical más grande del mundo.
La iniciativa fue impulsada por el anfitrión de la conferencia, Reino Unido. Es fundamental “actuar ahora y poner fin al papel de la humanidad como conquistador de la naturaleza y, en cambio, convertirnos en sus guardianes”, dijo este martes el primer ministro Boris Johnson. Según su diagnóstico, cada minuto el mundo pierde un área de bosque del tamaño de 27 campos de futbol.
La lista de naciones que se comprometen a detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030 incluye la República Democrática del Congo y los países cercanos, donde está la segunda selva tropical más grande del mundo. También están las dos poderosas (y contaminantes) economías de Estados Unidos y China, así como Rusia, Canadá, Colombia e Indonesia
Otros impulsores importantes del acuerdo han sido el estadunidense Joe Biden, quien está empeñado en dejar atrás la imagen que proyectó Donald Trump, y la Unión Europea (UE), que busca extender en el mundo la llamada “economía verde”, que para muchos defensores de la tierra es un capitalismo disfrazado, y que sólo cambia los instrumentos, pero no el modelo.
De hecho, expertos forestales acogieron el anuncio con cautela, pues compromisos similares anteriores no se han cumplido. Hace siete años, en Nueva York, 40 países se comprometieron a detener la deforestación para el 2020 y restaurar en el 2030. Pero la Declaración de Nueva York sobre los Bosques fue un fracaso y la deforestación mantuvo o aceleró su ritmo.
México fue de los últimos países en adherirse al acuerdo. El país es número 12 del mundo en patrimonio forestal, pero quinto en deforestación Y 95 por ciento de su deforestación está relacionada con actividades irregulares.
El acuerdo prevé sumar 19.2 mil millones de dólares en los próximos tres años para ayudar a los países en desarrollo a reducir la deforestación, restaurar tierras degradadas y hacer frente a los incendios forestales.
De acuerdo con la propuesta, durante los próximos tres años una treintena de empresas y organizaciones filantrópicas -entre ellas Aviva, Schroders y Axa- aportarán 7.2 mil millones de dólares, mientras que los gobiernos de los países más ricos pondrán más de 12 mil.
Los recursos privados se destinarán a aumentar las inversiones en la plantación de árboles y otras soluciones “basadas en la naturaleza”. Estas empresas también se comprometerán a eliminar la inversión en actividades vinculadas a la deforestación, como la soya que se produce a costa del Amazonas para alimentar el ganado de Europa o China o el aceite de palma que acaba con los bosques de Indonesia y es clave para industrias como la alimenticia.
En el caso de los recursos públicos, se trata de fondos de 12 países destinados a hacer frente a los incendios forestales, restaurar la tierra y ayudar a las comunidades indígenas. Pero se trata de compromisos financieros existentes en planes de 2021 a 2025.
“No podemos esperar hasta el 2025”, advirtió Jo Blackman, jefe de política forestal y defensa en Global Witness.
El segundo acuerdo importante tomado este martes –que tampoco es totalmente novedoso- es la reducción de hasta un 30 por ciento de las emisiones de gas metano.
A este compromiso se han sumado 103 países, que suponen el 70 por ciento de la economía mundial y son responsables de casi la mitad de las emisiones antropogénicas de metano, según cálculos de Estados Unidos.
Sin embargo, destacan las ausencias de tres grandes emisores de matano: China, Rusia y la India.
La propuesta fue presentada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien llegó con retraso, igual que en la sesión inaugural. Biden ha sido noticia también por quedarse dormido en los discursos más encendidos por la defensa de la tierra.
En conferencia de prensa, Biden criticó a los dirigentes de China, Rusia y Arabia Saudita (el gran país petrolero) por no participar en la cumbre de líderes de la COP26 y consideró que la ausencia del presidente chino, Xi Jinping, «es un gran error».
«Dije que China, Rusia y Arabia Saudí no hayan aparecido era un problema (…) Nosotros hemos venido y hemos tenido un profundo impacto en la forma en que el resto del mundo ve a Estados Unidos en su papel de líder. Es un gran error de China», dijo Biden.
En el cuarto día de la cumbre, las discusiones estarán centradas en un tema clave: el financiamiento para las medidas de adaptación.
Una de las metas planteadas es que se logren acuerdos para que recursos públicos y privados se movilicen hacia países en desarrollo. La idea es que el dinero sea utilizado para financiar acciones contra el cambio climático. Ahí, países de en vías de desarrollo trataran de maniobrar conjuntamente para que los países ricos paguen por pérdidas y daños.
También se hablará de un tema crucial, y poco comentado: la adaptación.
La movilización de recursos es un tema que los países ricos han aplazado desde hace más de 10 años. Según un acuerdo inicial, que ahora parece letra muerta y que se tratará de revivir en el evento, es la inyección de 100 mil millones de dólares al año a países en desarrollo.
Glasgow, la antigua ciudad portuaria, se ha convulsionado con la llegada de miles de personas de todo el mundo. La demanda provocó que los precios en hoteles de la localidad se volvieran 10 veces más caros. Los restaurantes y hasta el sistema de trenes han colapsado. Muchos visitantes optaron por quedarse en ciudades alejadas, como Edimburgo, para lograr acudir a la gran cumbre climática.
Con la llegada de tantos visitantes también ha despertado el miedo a la covid. El gobierno mantiene una vigilancia epidemiológica muy estricta. Todas las personas que entran a la cumbre son monitoreadas por el Ministerio de Sanidad.
Pero en la COP, la afluencia y las filas no se reducen. La entrada a la Zona Azul, donde se llevan a cabo las discusiones entre mandatarios y las comitivas nacionales, es un desastre todas las mañanas. Oradores, negociadores y miembros de la sociedad civil deben esperar más de una hora para entrar a la conferencia debido a los tres filtros de seguridad: el primero revisa que se tenga la prueba rápida de covid; otro, más adelante, que uno cuente con una acreditación oficial o invitación al evento y uno último se asegura de que nadie cargue armas u objetos punzocortantes.
En las largas filas hay quienes se muestran optimistas, al mencionar que seguramente a partir del miércoles 3 de noviembre, cuando los mandatarios internacionales dejen el lugar, la afluencia al lugar de la conferencia se reduzca en gran medida, dando paso incluso a protestas de la sociedad civil que no llegarán a los oídos de los tomadores de decisiones.
Mientras tanto, en la segunda sesión de los líderes, Australia se comprometió a llegar a las cero emisiones en el año 2050 “sin renunciar al carbón”. Australia no sólo es uno de los países más contaminantes, también es uno de los mayores exportadores de carbón en el mundo.
Por su parte, el presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, anunció que “la joya de la biodiversidad de su país y un auténtico laboratorio viviente”, las Islas Galápagos, se convertirán en una zona protegida de las reservas marinas.
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