Podría pensarse que el regreso hacia la nueva normalidad es paulatina; pero la gente de la ciudad ha vivido con distinta intensidad el confinamiento. Casi como que cada persona llevaba un semáforo personal, según su necesidad de trabajo, su posibilidad de quedarse en casa, la vulnerabilidad de sus seres queridos…
Texto y fotos: Isabel Briseño
CIUDAD DE MÉXICO.- Hace poco más de un año el mundo entero se enfrentó a una una situación nunca antes vivida. La humanidad se llenó de terror al mirar fotos de hospitales rebasados, sepelios diarios sin despedida, cremaciones al por mayor. La instrucción fue concreta: “no salir de casa a menos que fuera indispensable”.
Hubo personas que a pesar de experimentar la angustia colectiva que imperó por la llegada de una pandemia desconocida, no tuvieron la oportunidad de resguardarse. Tenían la necesidad de conservar el empleo que si bien, todos los ámbitos y sectores fueron impactados, el laboral sigue siendo en México uno de los más golpeados.
Podría pensarse que el regreso hacia la nueva normalidad es paulatina; hace una semana se anunció el semáforo verde, pero en realidad, desde hace un par de meses, varias personas ya venían realizando una vida casi «normal».
La complejidad de “volver a salir” implica valor y miedo sólo para algunas personas: aquellas que contaron con los medios para verdaderamente permanecer dentro de sus cuevas y mantenerse a salvo. Es a ellas a quienes les implica un profundo shock dejar las guaridas y enfrentarse al exterior, y al salir, mirar que la vida sigue.
IO Torres G. se dedica a la autogestión y está involucrada en diversos proyectos sociales “si no chambeo no como” explica; como mercader y comerciante, su sector fue uno de los más afectados durante la pandemia, el cierre de bazares, tianguis y ferias representó un paro total para realizar su actividad.
Ser un factor de riesgo para su familia, la orilló a tomar la dura decisión de aislarse por completo, se trataba de un cuidado mutuo, una corresponsabilidad tanto para su familia como para la sociedad. Fue un proceso complicado desde marzo del 2020 pues vivió la pandemia en dos partes, la primera la pasó seis meses en el estado de Campeche completamente aislada.
Recuerda la psicosis que había en la Paradisiaca Isla y de los comentarios que se escuchaban en torno a las muertes de las personas trabajadoras en plataformas petroleras. Es una chica viajera pero durante los primeros 6 meses fue ama de casa y estudiante.
El encierro le obligó a despertar y mirar otras posibilidades para adaptarse y reinventarse. Retomó los estudios y concluyó una especialidad en antropología de la alimentación. Dentro de la casa en el encierro, aprendió a apreciar el espacio y los sonidos.
Llegar a la ciudad de México en agosto la hizo aislarse nuevamente. Tomó conciencia de que el lugar en que vive es un barrio de la periferia sin acceso a grandes áreas verdes en donde también debía encontrar la belleza.
Sus compras las realizaba cada 15 días y al salir escuchaba comentarios de vecinos y conocidos que hablaban sobre el fallecimiento de sus familiares y eso la llenaba de miedo, le resultaba terrorífico encontrar esos letrero y s rojos que decían: “tú vives en una zona de alto riesgo de contagio”, lo recuerda como algo apocalíptico y aterrorizante, es por ello que no salía.
Reconoce su privilegio al elegir aislarse, pero reflexiona y entiende a la amplia mayoría de personas que debían acudir a sus empleos y continuar saliendo a pesar del riesgo que representaba. Para IO, fue desolador ver a las personas expuestas al virus, por necesidad.
Recuerda por ejemplo, un evento que marcó su vida durante la pandemia y fue el fallecimiento por covid de un amigo artesano, sus pedidos de papel picado le fueron cancelados y tuvo que salir a ganarse el pan, pero se contagió y falleció dejando a su familia desprotegida y sin sustento.
Para muchas personas así como para la propia IO, la vacunación de sus seres amados definitivamente fue un motivo poderoso para que se animaran a salir. Pero esto implica un triple esfuerzo donde se sigue asomando el temor a contagiarse cuando debe salir para comprar insumos o usar el metro para hacer una entrega. La joven dice que apenas hace 15 días atrás se vio en la necesidad de usar este transporte asumiendo un pensamiento positivo y deseando no contagiarse.
Actualmente sigue siendo un reto retomar la vida, los tiempos han sido distintos para cada persona y mientras para algunas personas como IO, el retorno el pausado y lento, hay para quienes el semáforo verde y la “nueva normalidad” implica la vuelta a la página e incluso el abandono de las medidas de seguridad.
Las reuniones entre amigos en espacios cerrados se van haciendo más comunes. El uso del cubrebocas poco a poco va siendo una medida menos estricta entre algunas personas.
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona