Ruido acerca a la posibilidad de comprender el sufrimiento que las madres y los familiares atraviesan cuando una persona, una mujer, es despojada no sólo de la familia, sino de su vida. Cuando un miembro de la familia es arrebatado, la familia se quebranta, no vuelve a ser la misma.
Évolet Aceves
Twitter: @EvoletAceves
“El futuro es mujer”, he escuchado entre las consignas de marchas feministas a las que he acudido —aquellas, por supuesto, que acertadamente admiten a mujeres trans, he de aclarar. No hay frase más reivindicadora que esa, en tiempos en donde cada vez se suman más mujeres, tanto en la sociedad como en las artes, a la protesta contra la opresión y la violencia machista.
En la literatura está Cristina Rivera Garza con El Invencible Verano de Liliana, Marta Lamas con Dolor y Política, Camila Sosa Villada con Las Malas. En la música, lo vimos esta semana, con la última canción de Shakira, que tanto revuelo ha causado por el contenido de su letra, pero también lo vemos en el cine, con directoras que han pasado por terrenos como el cortometraje, el largometraje o el documental: Ángeles Cruz, Daniela Rea, Alejandra Márquez Abella, Natalia Beristáin, en quien me centraré hoy a propósito de su más reciente película, Ruido (2023), estrenada el 11 de enero en Netflix, un largometraje que retrata la realidad de las desapariciones forzadas en México.
Sería injusto hacer mención de estas directoras sólo por su cualidad de mujeres, las menciono por su trayectoria y compromiso con el cine de calidad, además, un cine hecho a partir de historias en donde las mujeres son el eje central.
La cineasta multipremiada Natalia Beristáin ha dirigido, entre otras películas, No quiero dormir sola (2012) y Los Adioses (2017), esta última es un excelente largometraje en torno a la escritora Rosario Castellanos, película que en el mismo año fue acreedora al Premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
La protagonista de Ruido es la actriz Julieta Egurrola, quien representa a la madre de una joven recién graduada de Psicología. Tras salir de viaje de graduación con sus amigas, la joven jamás regresa.
Este largometraje capta la desesperación de los familiares, a pesar de que es la madre quien toma las riendas de la investigación que deberían estar haciendo las autoridades, también se dilucidan los estragos que la desaparición de la joven causa al resto de la familia nuclear: el padre y el hermano de la joven desaparecida.
La historia está basada en hechos reales, por momentos pareciera que se está viendo un documental. Los testimonios de las madres buscadoras con quienes Julieta Egurrola convive durante la película son reales, son personas que realmente están desaparecidas.
El hecho de que Ruido se esté proyectando en cinetecas y en Netflix, acerca a la posibilidad de que más personas logren entender el dolor y el sufrimiento que las madres y los familiares atraviesan cuando una persona, una mujer, es despojada no sólo de la familia, sino de su vida. Cuando un miembro de la familia es arrebatado, la familia se quebranta, no vuelve a ser la misma.
El bordado forma parte fundamental de la película, el bordado como un hilo que teje el dolor compartido en un grupo de apoyo de mujeres con familiares desaparecidos, entre quienes se apoyan colectivamente en una terapia grupal. También aparece un personaje secundario esencial, una joven que asiste a las marchas feministas con quien Egurrola se encuentra un par de veces, esta joven representa la voz y el actuar de las nuevas generaciones, quienes toman las calles para exigir justicia.
La actriz y directora Ángeles Cruz, me dijo en entrevista: “me gusta hablar sobre las preguntas incómodas”, y creo que abordar las preguntas incómodas desde las artes, incluyendo al cine, es precisamente lograr que la revolución de ideas comience por ser apreciada, y, luego entonces, practicada. Lo que ha hecho Beristáin con Ruido es retratar en la pantalla grande el laberinto de sufrimientos por el que se atraviesa cuando una hija, una hermana, es arrebatada, desaparecida, asesinada, por el simple hecho de ser mujer, así como la negligencia burocrática, la corrupción e ineficacia de las autoridades frente a un problema mayor, pero también el acompañamiento posterior a la tragedia, las comidas compartidas y los bailes improvisados, mujeres que, pese a su dolor, aún encuentran fuerzas para sonreír, bailar y abrazarse, para demostrarse empatía, cariño y comprensión durante los breves descansos de la búsqueda de sus familiares, así sea alrededor de una fosa con cuerpos inertes.
Évolet Aceves
Twitter: @EvoletAceves
Instagram: @evolet.aceves
Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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