Rubén Jaramillo, el último alzado de Morelos

29 abril, 2022

Este líder campesino relevó los movimientos zapatistas en Morelos. Pero, como dice el historiador Fritz Glockner, también logró arrebatarle el zapatismo al discurso oficial. Desde la legalidad o las armas vigiló que los preceptos revolucionarios se lograran, aunque al final fue traicionado

@ignaciodealba 

Nacido en Tlaltinango, Morelos, Rubén Jaramillo se involucró en la Revolución Mexicana cuando apenas tenía 14 años. Desde chico peleó a lado de Emiliano Zapata. Y desde entonces, la causa del campesinado sería suya. 

Los familiares de Jaramillo habían sufrido en carne propia el acaparamiento de tierras y la explotación en los productivos campos azucareros – en el porfirisimo-. Así que, cuando llegó la revuelta, la familia entera se comprometió bajo los ideales de tierra y libertad. 

Zapata fue asesinado en 1919, después de ser traicionado por los gobiernos revolucionarios. Luego, el programa agrario de la revolución quedó olvidado para los nuevos gobiernos.

En junio de 1938 -en el cardenismo- Jaramillo logró con sus coterráneos la creación de un ingenio azucarero bajo el esquema de una cooperativa. Además de la caña de azúcar, también se dedicaron a la siembra de arroz, la consumación del obrero y el campesino. Desde sus respectivas, estas formas de producción logran la autosuficiencia. 

Pero el cerco sobre las tierras de los campesinos en Morelos se amplió después del cardenismo. A pesar de las simpatías del tata Cárdenas con el campesinado morelense, los presidentes que le precedieron tenían otros compromisos.

En el gobierno de la Manuel Ávila Camacho el clima de corrupción proliferó en la vida social, pero Jaramillo rehusó cochupo. Así el sistema: corrompe o persigue.

 Jaramillo apoyó huelgas en ingenios azucareros en Morelos, también apoyó la legalidad de las demandas agrarias de los campesinos de la región. Fritz Glockner expone en su libro (de descarga gratuita) Sembrar las Armas que Zapata sugirió que las armas que fueron utilizadas durante la revolución fueran enterradas para reutilizarlas en caso de que los ideales revolucionarios se vieran frustrados. Fue Jaramillo quien las desenterró. 

Frente a la negativa del gobierno para entregar dotaciones de tierra los campesinos, Jaramillo y un grupo de guerrilleros se apoderaron de los terrenos de El Guarín. Se decía que sobre aquellos terrenos el expresidente Miguel Alemán tenía intereses. 

Jaramillo se dedicó a ajusticiar a los políticos y caciques que traicionaron el proyecto revolucionario de Zapata. La organización armada campesina estuvo activa por más de 15 años. Ganó adeptos en los estados de Morelos y Puebla, donde también participaron mujeres.

El jaramillismo fue la reactivación del zapatismo en Morelos y logró arrebatarle al oficialismo el discurso de Zapata. 

Pero la más eficiente de las guerras que ganó el Estado mexicano fue la de la difamación. Si en la guerra militar no fue eficiente, el gobierno mexicano ganó los golpes propagandísticos. A Jaramillo lo acusaron de actividades gangsteriles. 

En 1962, el presidente Adolfo López Mateos se reunió con el luchador social. El encuentro fue leído como una apertura del gobierno para saldar la deuda que había con los morelenses desde los años de la revolución. Incluso, en la prensa se reprodujo la imagen de López Mateos abrazando al líder campesnino.

Pero el 23 de mayo de ese año, medio centenar de militares se presentó a la casa de la familia Jaramillo, ubicada en la calle Mina #14, Tlaquiltenango, en Morelos. Los integrantes de la familia fueron sacados del lugar y llevados junto a las ruinas de Xochicalco. Ahí, toda la familia fue asesinada.

Horas más tarde, fueron hallados los cuerpos de Rubén Jaramillo, su pareja, Epifanía Zúñiga (que estaba embarazada) y los hijos Enrique, Filemón y Ricardo. Los medios actuaron como vehículo discursivo del Estado. El Universal publicó que Jaramillo se escudó entre su familia mientras se enfrentó con la policía. También se le difamó diciendo que traficaba con drogas. 

Cuando Rubén Jaramillo fue asesinado, el periodista Renato Leduc escribió: 

Cuídate, Jacinto López.

Escóndete, Arturo Orona.

No vaya el compadre López [Mateos]

cara de buena persona

después de un gran abrazote,

A darle caja y corona.

Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).