Rosario Castellanos, la doble condición de ser mujer y mexicana

10 agosto, 2024

Castellanos siempre tuvo presente entre sus inquietudes la posición política y social de la mujer, ideas que llevó a sus reflexiones a partir de su creación literaria y en su labor académica

Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves

Aunque fue mayormente reconocida como novelista y luego como cuentista, poetisa, se nombró a sí misma, y de hecho inició en las ramas de la escritura a través de la poesía. Su faceta como dramaturga, ensayista y columnista fue aún menos conocida. Fue a partir de 1963 cuando Julio Scherer García, director del periódico Excélsior, la invitó a colaborar con una columna semanal.

Nacida en la Ciudad de México, Rosario Castellanos (1925-1974) se graduó de la maestría en la Facultad de Filosofía y Letras en 1950, espacio académico en donde años después regresaría como docente.

Desde siempre tuvo presente entre sus inquietudes la posición política y social de la mujer, el reconocimiento institucional y las libertades en la vida pública y privada de las que la mujer carecía mientras el hombre gozaba a diestra y siniestra, ideas que llevó a sus reflexiones a partir de su creación literaria y en su labor académica. La inequidad entre hombres y mujeres, la desigualdad, el clasismo, el racismo, el machismo, el sexismo, fueron ejes primordiales en su escritura, situándose a sí misma en una posición crítica frente a la realidad de la mujer mexicana.

Posteriormente, se destacó como diplomática, desempeñándose como embajadora de Israel hasta el final de su corta vida —49 años tenía cuando murió en un accidente al interior de su casa mientras enchufaba una lámpara—; mucho se ha hablado de un posible suicidio, sobre el que tampoco se ha profundizado y más bien se ha quedado como una sola suposición.

Lo que vuelve tan especial la escritura de Castellanos es la intimidad con que maneja cada verso, cada línea de su prosa. Estudió y analizó profundamente la obra de Simone de Beauvoir y de Virginia Woolf, de ambas leyó sus diarios, sus ensayos, sus obras de ficción, y era evidente que también había una tremenda identificación entre Rosario Castellanos y ambas. 

Así lo demuestra en sus ensayos, ¡y vaya ensayos! Poco se conoce de la Rosario Castellanos ensayista, y es que el nivel de análisis sociológico de Castellanos no se puede pasar por alto. Y no sólo eso, solamente alguien con una sensibilidad como la suya es capaz de escribir textos tan ligados a su persona, a su intimidad, y enlazarlos, tejerlos con la obra o de Woolf o de Beauvoir, una carga emocional brutal en sus ensayos.

Pero también leyó con atención, por ejemplo, a Simone Weil, lo mismo a autores europeos, estadounidenses y mexicanos. Sobre muchos de sus lecturas y autores escribió ensayos, reseñas, tal y como lo hizo la misma Woolf. De hecho la manera en que Woolf y Castellanos escriben sobre teatro, es muy parecida.

Podría situarse, ella misma dijo, en la Generación del 50, entre quienes figuran Luisa Josefina Hernández, Emilio Carballido, Sergio Galindo o Jaime Sabines. Fue gracias a la labor de Beatriz Espejo, inicialmente, y luego de Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, y hasta en años recientes de Sara Uribe y de la investigadora Andrea Reyes, que Rosario Castellanos no ha sido olvidada y está siendo revalorada.

Sin embargo, al tratarse de una mujer con una imagen seria —aunque su sentido del humor era bastante pintoresco, como se verá en sus cartas, pues Rosario era una epistológrafa por excelencia—, no resulta tan atractiva como mujeres de su época que causaron mayor revuelo o que fueron más polémicas, como Elena Garro por ejemplo, cuestión que influye en que hoy en día quizá sea poco leída, poco explorada, o que resulte de menor interés en comparación con otras autoras a las que se les exotiza.

Como feminista, Rosario Castellanos puso una primera piedra que hoy es fundamental para la mujer mexicana. Ella derribó estereotipos que eran bloques inamovibles y ocupó lugares antes impensables para la mujer mexicana. Y pese a su aparente disfraz de mujer estoica, había detrás una mujer sumamente sensible, conmovida por su hijo y acostumbrada al desamor, a menudo por lágrimas acorralada.

A Emmanuel Carballo le afirmó que la suya no era una literatura indigenista, y que el indígena cuenta con una imaginación equivalente a la del infante, que ambos mundos comparten similitudes simbólicas y que de ese lazo nació Balún Canán (1957), su primera publicación de narrativa —ya antes había publicado poesía en editoriales pequeñas—, una novela semiautobiográfica.

En La noche de Tlatelolco (1971), Elena Poniatowska publicó un poema de Rosario que posteriormente se incluiría en Poesía no eres tú (1972), y que escribió a propósito de la matanza del 2 de octubre, en donde se lee:

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie.
La plaza amaneció barrida; los periódicos
dieron como noticia principal
el estado del tiempo.
Y en la televisión, en el radio, en el cine
no hubo ningún cambio de programa,
ningún anuncio intercalado ni un
minuto de silencio en el banquete.
(Pues prosiguió el banquete.)

Celebremos a Rosario Castellanos a cincuenta años de su partida, a quien deberíamos considerarla, además, como una filósofa existencialista, pues su cercanía con los escritos de Beauvoir la mantuvieron muy a la vanguardia del pensamiento feminista de mediados del siglo XX, además de que su esposo, el filósofo Ricardo Guerra, se formara en la escuela francesa existencialista de París —ampliamente influenciado por el escritor y filósofo francés Jean-Paul Sartre, conocido como el padre del existencialismo, y, a su vez, amante de Simone de Beauvoir—, para luego Guerra fundar en México el Grupo Hyperión, primera asociación filosófica mexicana en 1947, y con quienes Rosario mantuvo una relación intelectual entrelazada por intereses mutuos.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.