Las prestidigitaciones de la historia han marginado uno de los relatos de emancipación más importantes del mundo. En la ahora olvidada Haití, se llevó a cabo una lección para todas las colonias americanas. El país hoy sigue pagando el precio de esa revolución
José Ignacio De Alba / X: @iganciodealba
En el arco que forman las Antillas Mayores se encontraba uno de los baluartes más ricos de América, la producción de azúcar, café, añil, algodón y cacao provocaron que Sain Domingue -ahora Haití- se convirtiera en la colonia más rica de Francia.
La isla tuvo el sello de la colonización francesa, una despiadada rapiña sobre el territorio. Sus habitantes originales, los taínos, fueron extinguidos. Lo que comenzó como un escondite para la piratería se convirtió en un sistema de producción extensivo que necesitó de hasta medio millón de esclavos, traídos desde África.
Francia se sirvió de un centenar de castas, para desarrollar su sistema colonial. Los mulatos también fueron pequeños propietarios y productores. Aunque la base de la sociedad siempre fue ocupada por los negros, quienes vivieron bajo un duro esquema de explotación; raptos, violaciones, mutilaciones, asesinatos.
Solo Saint Domingue logró superar la producción de azúcar de todas las colonias inglesas. Esta fue sin duda la colonia más valiosa de Francia.
Pero con la Revolución Francesa (1789) llegó a la isla la renovación de los derechos políticos, con distinción de color. Además, para votar hubo dos requisitos: ser propietario y ser hombre. La libertad, la igualdad y la fraternidad, carecían de universalidad.
En agosto de 1791 comienza la revolución más radical de América. Los negros confabulados se reuineron en el Bosque Caimán y celebraron un ritual de vudú. Todo en esta revolución tuvo sello propio, se organizó en creole, el idioma propio de los negros de la isla.
El sigilo y la organización lograron un ataque sorpresa, la Revolución se expandió por las plantaciones de esclavos liberando y ganando adeptos. Más de 200 mil muertos dejó la lucha de 13 años.
Este movimiento tuvo sus líderes: Boukman Dutty, George Biassou, Jean François y Toussaint Louverture; este se convirtió en el gran referente de la revolución. Él mismo se convirtió en gobernador de Haití e impulsó la abolición de la esclavitud en toda la orbe.
Hay que recordar que esta es la única de las revoluciones donde la clase -etnia- explotada es la que toma directamente el poder.
Cuando la independencia se logró, los ingleses y españoles buscaron apropiarse de la joya francesa. Además las potencias imperiales temieron que la revolución se expandiera por las Antillas. Desde entonces el movimiento liberador de Haití fue demonizado.
Esta fue la única revolución de esclavos que logró luchar, vencer, tomar el poder y fundar una nueva nación. Será significativo, que cuando la isla gane la libertad sea rebautizada como Haití, el nombre dado al lugar por los habitantes originales.
El intelectual Eduardo Grüner escribió en un ensayo llamado La “otra” Modernidad que la revolución haitiana fue la más radical de las gestas emancipadoras. Fue de alto calado, logró una redefinición social, étnico, cultural y hasta filosófica; Hegel se inspiró en este caso para escribir la Fenomenología del Espíritu.
Grüner escribe: “Fue la revolución haitiana la que literalmente obligó a la francesa a ser consecuente con sus propios principios iniciales de libertad ‘universal’”.
A diferencia de la Revolución Francesa, la haitiana se convirtió en una especie de gesta prohibida. En la historiografía ha sufrido una especie de “ninguneo”, a pesar de que Haití logró poner en relieve que Occidente defendía la libertad (individual), igualdad y fraternidad sin importale que su base económica estuviera sustentada en la esclavitud.
Los estudios decoloniales han logrado que la historia de Haití sea pensada de otra manera. Aunque esta pequeña reivindicación no ha logrado remendar el daño que las potencias occidentales han logrado sobre esta isla.
Hoy Haití se convirtió en una distopía. Es el país más pobre del continente, las crisis políticas y económicas se suceden a los desastres naturales. Apenas esta semana la ONU dio a conocer que 5 millones de pobladores de ese país sufren a causa del hambre.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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