Los 15 millones de votos que obtuvo el presidente López Obrador en la Revocación de Mandato son una base electoral que facilita el camino a 2024. No los tiene la oposición, extraviada en su narrativa de odio y violencia. La 4T les lleva ventaja
@anajarnajar
Días después de la consulta por la Revocación de Mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador, el jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) marcó tendencia en Twitter.
Cientos de mensajes se dedicaron Pablo Gómez, como respuesta a dos tuits que había publicado para recordar la obligación legal en México de participar en las votaciones.
Apenas los publicó, muchos tuiteros esparcieron la versión de que el funcionario proponía sancionar a quienes no participaron en la consulta del 10 de abril.
La versión se extendió y rápidamente el nombre del director de la UIF fue una de las etiquetas más vistas en esa red social.
Era mentira. En realidad, Pablo Gómez sólo citó el texto legal.
“La Constitución (35.I) señala obligatorio el voto en la revocación de mandato. La ‘autoridad electoral’ nunca lo dio a conocer a la ciudadanía porque estaba en contra del procedimiento. No hubo todas las casillas porque el INE retuvo 1,360 millones en sus ilegales fideicomisos”, fue el primer mensaje.
El segundo contenía una enmienda: “Corrección: el artículo 35.I señala el derecho y el 36.III de la Constitución señala la obligación de votar. El 38.I, la sanción por no hacerlo”.
En sentido estricto el director de la UIF no hizo advertencia alguna con su tuit. Pero en los días posteriores a la Revocación de Mandato poco importó el contenido del mensaje.
La falsa versión de una amenaza de sanción por no votar se repitió cientos, quizá miles de veces. Se incorporó con facilidad en la narrativa de la oposición tras la consulta.
No fueron pocos los empeñados en descalificar el proceso. Algunos afirmaron que fue una derrota porque sólo votaron en favor 16 millones de electores.
De ellos, el 91.8 por ciento aprobó la permanencia en el cargo de Andrés Manuel López Obrador.
Los opositores, sin embargo, argumentaron que sólo reunió a la mitad de sus electores de 2018.
Otros se concentraron en el porcentaje de la Lista Nominal de Electores que representó esa cifra, el 18 por ciento del total.
Con ese dato alegaron que al presidente sólo lo apoya una quinta parte de los votantes del país.
Y no faltó quien insistió en lo que llamaron gasto excesivo en la organización del proceso.
En la escalada de descalificaciones, rabia, odio e insultos de los adversarios políticos del presidente no hubo espacio para revisar el contexto.
No tomaron en cuenta, por ejemplo, que el Instituto Nacional Electoral (INE) hizo todo lo posible por bloquear la votación del 10 de abril.
Con el argumento de la falta de recursos estableció sólo el 30 por ciento de las casillas a las que legalmente estaba obligado.
Y las que habilitó, en muchos casos, se ubicaron en zonas donde los mapas y encuestas políticas las definen como opositoras al presidente.
Es decir, colocó urnas donde los electores no participarían en el proceso, y con ello alimentó la narrativa de que la consulta era innecesaria, como señaló la oposición.
A eso se suma la escasa publicidad oficial del proceso, como obliga la ley al INE, y en contraste el activo perfil en medios de algunos consejeros como Ciro Murayama para descalificar la votación.
Eso no lo tomaron en cuenta los críticos del referéndum por la Revocación de Mandato.
Pero en su furia descalificadora hicieron a un lado algunas lecciones de los resultados.
El 10 de abril apoyaron al presidente López Obrador 15 millones 159 mil 323 electores. Son personas en favor de su proyecto político y que están dispuestas a superar obstáculos para apoyarlo, como sucedió con el bloqueo del INE.
La oposición descalifica el número, pero olvida que representan más votos de los que obtuvieron sus candidatos presidenciales en 2018.
En su rabia pierden de vista que se trata del voto duro de López Obrador, el punto de partida para construir una base electoral más amplia en los comicios presidenciales de 2024.
Con 15 millones de votos seguros se puede ganar una elección federal.
Son votos que no tienen los opositores y peor aún, por sus divisiones y ausencia de proyecto político (lo único que ofrecen es odio) están obligados a empezar a construir una base electoral.
La 4T ya la tiene. Es otra de las lecciones extraviadas en la narrativa de la descalificación.
Porque se puede argumentar que el respaldo al presidente es numéricamente menor al de 2018.
Pero es difícil rebatir que lo mantiene a pesar de tres años de campañas negras, de algunos errores en el ejercicio del gobierno y las crisis externas que afectan al país, como sucede con la inflación, por ejemplo.
Desdeñan, además, que las cifras son resultado de un esfuerzo ciudadano de simpatizantes del obradorismo, y al mismo tiempo de su brazo electoral, Morena.
Es decir, se trata de una maquinaria que recién demostró que funciona. Con sus bemoles, sí, pero cumplió el objetivo.
¿Influyeron los programas sociales del Gobierno Federal? Es posible, sí. Pero en el terreno electoral, en el convencimiento calle a calle y casa por casa de nuevos electores, esa misma maquinaria va a operar en 2024.
Quizá la oposición debería revisar su estrategia y aterrizar en esa realidad. Claro, si efectivamente su propósito es recuperar el poder.
Porque si nada más buscan esparcir odio, generar violencia y clasismo van muy bien. Están en el camino correcto.
En el otro, ganar elecciones, por ahora la 4T les lleva ventaja.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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