19 agosto, 2021
La polémica de estos días ya resulta clásica: con información manipulada, sin datos de contexto, algunos esparcen miedo y odio para sabotear el regreso a clases presenciales. Su destino es el mismo de antes: hundirse en el lodo de su miseria
Twitter: @anajarnajar
El presidente Andrés Manuel López Obrador arriesga la vida de millones de niños al decretar el regreso a clases presenciales a partir del 30 de agosto.
Los argumentos para la crítica son varios. Algunos dicen que es irresponsable volver a reunir a los menores sin haber sido vacunados.
Otros reclaman que las escuelas públicas no cumplen con las condiciones de seguridad sanitaria para evitar contagios.
Varios reclaman la medida oficial cuando el país se encuentra dentro de una tercera ola de la pandemia de covid-19.
Y no son pocos quienes aseguran que muchos niños morirán por la enfermedad.
Para justificar las versiones, propaladas extensamente en la mayoría de los medios de comunicación tradicionales, los críticos suelen repetir estadísticas de la Secretaría de Salud.
Pero como en cualquier campaña de infodemia que se respete, las cifras se presentan sin contexto o manipuladas.
Con frecuencia, por ejemplo, se repite que entre abril de 2020 y hasta el 15 de agosto pasado han muerto 623 niños y adolescentes. En este lapso se han registrado más de 63 mil casos de contagio.
Con estos datos se pretende esparcir la idea de que, contrario a la versión oficial, la covid-19 es una grave amenaza para esta población.
La tesis se refuerza en algunos medios. El diario El Universal, por ejemplo, publicó el 13 de agosto como su nota principal que los contagios en niños “se disparan”.
La información, presentada de esta manera, puede resultar alarmante, y de hecho ése parece ser el propósito.
Pero la realidad es otra. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi), en México existen 38 millones 248 menores de edad.
Los niños y adolescentes contagiados -más de 63 mil- representan el 0.16% de esta población. Los fallecidos por covid-19 son el 0.001% del total.
No es todo. En la campaña de infodemia se omite que la mayor parte de las muertes vinculadas a la pandemia ocurrieron por otros padecimientos.
Datos del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes señalan que muchas de las víctimas padecían enfermedades como neumonía, diabetes, obesidad o padecimientos cardiovasculares.
La información fue confirmada por el subsecretario de Salud Hugo López Gatell, pero la mayoría de los medios decidieron no publicarla.
Más. En su cuenta de Twitter el periodista Manuel Hernández Borbolla recuerda que algunos estudios habían advertido que el mayor número de niños fallecidos con diagnóstico de covid-19 tenían cuatro o menos años.
Y muchos de ellos padecían comorbilidades graves.
El dato contradice una de las tesis centrales de quienes cuestionan el regreso a clases: el principal grupo de menores en riesgo de morir es el de cuatro años.
Y la edad permitida para ingresar al sistema educativo nacional, en preescolar, es de cinco años.
Es decir, vacunar a quienes regresarían a las aulas, como reclaman los críticos, implicaría desproteger a los más vulnerables.
Pero los datos de contexto no es lo único que se omite en el debate de las últimas semanas.
Periodistas, intelectuales, académicos, actrices, legisladores y hasta comediantes hacen a un lado las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, que recomienda no vacunar a los menores de edad.
También olvidan que en muchos países entre ellos los que suelen citar como ejemplo, hace tiempo que las clases se imparten de manera presencial.
Por supuesto que en su conveniente amnesia que hace más de un año, cuando se cerroó por completo el sistema educativo, ellos reclamaron la medida del gobierno federal.
Su argumento fue que los estudiantes podrían estancarse en su formación, y no fueron pocos los que gritaron el riesgo de bajar en el escalafón del nivel educativo internacional.
Ahora se enojan porque les hacen caso. Vaya caso de psiquiatría.
Se trata, pues, de un asunto politiquero, una nueva catarsis de quienes viven en la furia, odio, clasismo y violencia y quieren arrastrar al país a las suciedades de su pantano.
Nada nuevo. En los últimos tres años estos episodios han sido frecuentes y el resultado ha sido el mismo:
Prácticamente nada han conseguido. Las acciones y programas de la 4T se mantienen y en algunos casos, se han fortalecido.
Los negocios, contratos y subsidios que perdieron en 2018 siguen fuera de su alcance.
La oposición política se mantiene dispersa, extraviada en aspiraciones ridículas como pretender postular a la senadora Lilly Téllez como candidata presidencial.
Mientras, la pandemia sigue presente. La cantidad de casos parece estabilizarse, pero eso implica, apenas, un respiro en la predecible larga y oscura temporada que viene.
Cualquiera puede contagiarse, aunque la posibilidad de morir es sensiblemente menor entre quienes se han vacunado.
No hay que bajar la guardia. Eso es lo importante, la diferencia vital de esta extraña normalidad.
Lo demás es sólo hundirse en el lodo. En la miseria del debate politiquero.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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