Al presidente López Obrador se le pide mesura en sus juicios hacia medios y periodistas. Bien hecho. El discurso de un mandatario con su popularidad tiene mucho impacto. Pero sería bueno ampliar la revisión hacia la cruda realidad laboral de los periodistas. Detenerse en la responsabilidad de los medios y las cuentas bancarias de sus propietarios. El mayor riesgo no es el adjetivo “fifí”.
Hace varios años supe del berrinche que hizo el director de un diario donde recientemente me habían contratado.
Reclamó que se me concedían privilegios ajenos a otros reporteros. Quién me creía yo, dijo, para demandar esas condiciones en mi contrato.
El jefe de información, un querido colega a quien respeto mucho, le respondió conciliador: “Pero jefe, el Seguro Social y pagarle cada quincena es lo mínimo que debemos darle”.
Recordé la historia al observar la conferencia de prensa mañanera, donde una delegación internacional de periodistas demandó al presidente Andrés Manuel López Obrador que modere sus palabras al referirse al periodismo en México.
“¿Se compromete usted hoy aquí en este momento, a partir de ahora, a utilizar un lenguaje que en ningún caso pudiera estigmatizar el ejercicio del periodismo o a los y las periodistas?”.
El reclamo es parte de una inquietud de muchos colegas que encuentran ofensivas algunas definiciones del presidente.
Un tema de varios meses. Hay molestia porque López Obrador define como “fifís” o “conservadores” a algunos medios.
Algunos se ofenden porque abiertamente el mandatario dice que se publican calumnias, mentiras o se exageran acontecimientos que, en otros gobiernos, hubieran tenido un trato muy distinto.
En el reclamo de la misión internacional de periodistas hay algo de razón. Lo planteado en la conferencia mañanera es resultado de varios encuentros con periodistas y organizaciones de varios estados.
Es verdad que las expresiones de un presidente con tanto respaldo como López Obrador tienen mucho peso. Cierto que después de expresar lo que define como “mi derecho de réplica” con frecuencia surgen campañas y ataques en redes sociales contra algunos periodistas.
Sí, al presidente le tiene que caer el veinte, como se dice coloquialmente, de que ya no es un candidato opositor, que si bien enfrenta el odio y clasismo de muchos debe entender el riesgo de ubicar a los periodistas en el saco de los adversarios, como los definió ante el reclamo de la misión internacional.
No es cualquier cosa en uno de los países más peligrosos para el ejercicio periodístico.
Pero también es cierta la urgencia de una revisión crítica del papel de los medios. Recordar, por ejemplo, que históricamente el periodismo mexicano ha estado vinculado al poder.
Que muchos de los diarios, televisoras y cadenas radiales fueron escaparate de la descalificación y acoso a opositores.
Que justificaron la represión de movimientos sociales, descalificaron la defensa de derechos humanos o, más recientemente, aplaudieron el baño de sangre en el país desatado por un impresentable personaje, ocupante sin derecho del gobierno de México.
Se advierte que las expresiones presidenciales ponen en riesgo a algunos comunicadores, pero en ese afán de moderación y transparencia no estaría de más revisar también las condiciones reales del periodismo en este país.
Por ejemplo, ¿cuántos reporteros tienen acceso a servicios médicos, cuentan con seguro de vida o al menos existe para ellos la esperanza de una pensión de retiro?
¿A cuántos se les envía a coberturas peligrosas sin viáticos, con teléfonos celulares carentes de crédito u obligados a hospedarse en sitios con cero garantías de seguridad?
¿Se toma en cuenta a las decenas y decenas de colegas despedidos sin indemnización? ¿A los free lance que deben esperar meses para cobrar por su trabajo?
¿Alguien recuerda a los medios “progresistas” y “de izquierda” que pagan unos pesos por foto o nota publicada, o los que violan el contrato de sus trabajadores y se afanan en destruir a sus sindicatos?
Y eso sin contar la cruda realidad fuera de Ciudad de México, donde muchos colegas deben tener varios empleos –no todos en el periodismo- para poder sobrevivir.
O quienes caminan con una sentencia de muerte a cuestas. Los obligados al silencio o que cobran su sueldo de los ejemplares de sus medios que venden en las calles.
Es verdad que el discurso de López Obrador puede ser un problema para algunos periodistas.
Pero también que una precaria condición laboral los pone en riesgo, a veces mayor que el adjetivo de “fifí” o “conservador”.
En esta súbita preocupación por los periodistas mexicanos conviene mirar a los medios, a las cuentas bancarias de sus propietarios y la nómina –si existe- de los reporteros.
Sería bueno salir de Palacio Nacional.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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