3 febrero, 2023
Mientras migrantes venezolanos y de Centroamérica duermen en las calles frente a la Comar, estudiantes de la UNAM parecen ignorar esa realidad, y todo lo que pasa fuera de su Universidad.
Texto: Kau Sirenio
Foto: Alexis Rojas
CIUDAD DE MÉXICO. – La cuerda del violín se oye despacio al pie de la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su sonido es tan bajo que los universitarios no se percatan que los músicos afinan sus instrumentos para ensayar como lo hacen todos los días en la instalación universitaria.
–¿Dónde está el centro de acopio de cobijas? –preguntamos al primer grupo de alumnos que salen de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
–No sé –contesta un muchacho con cabello quebrado.
Los universitarios avanzan lentos, como si fueran las tortugas que salen a asolearse. De la colecta de cobijas para los migrantes no saben nada. En estos pasillos donde se debate todos los días el marxismo y la solidaridad, los protagonistas de filosofía, saben poco de eso.
–¿A poco hay un acopio de cobijas en Filosofía? –exclama una estudiante ante sus compañeros.
Para la comunidad universitaria, todo sigue igual. Nada ha cambiado a pesar de que en las últimas semanas la UNAM ha estado en el ojo del huracán. Que sí hubo plagio de tesis, que si se castiga a Martha Rodríguez Ortíz, tutora de tesis de la ministra Yasmin Esquivel Mossa.
Los universitarios salieron de vacaciones a principio de diciembre de 2022, justo cuando se dio a conocer que la ministra Esquivel habría plagiado la tesis para obtener la licenciatura en Derecho. Y pocos parecen interesados en el tema.
Para llegar a Filosofía hay que caminar por la banqueta que pasa frente a las facultades de Economía y Derecho. Un grupo de alumnos de Economía camina por la banqueta y su platica se centra en la tarea que va desde el pensamiento crítico de Marx hasta los números.
Los estudiantes de Derecho que son inconfundibles entre los de Economía y Filosofía por sus vestimentas formales, que se distinguen entre desaliñados.
Las risotadas de los universitarios se oyen a los lejos de los pasillos.
–No seas así, ayúdame con el trabajo– dice un estudiante. Mientras, sus compañeros lo abrazan y le jalan los chinos al muchacho.
–¿Dónde reciben las cobijas? –insisto de nuevo, ahora en la cooperativa que está en la escalera que va hacia la dirección de Filosofía.
–La verdad, no sé, pero puede preguntar más arriba –sugiere.
Después de caminar entre los murales y consignas en contra de la política represiva de los años de la derecha. En el primer escalón aparecen los rostros de los hermanos Cerezo, defensores de derechos humanos de larga historia. De ahí, dar la vuelta para subir a otro piso.
–¿Dónde está la Coordinación de Estudios Latinoamericano? –cambio la pregunta.
–Sube al tercer piso, ahí pregunta por estudio Latino –precisa una estudiante baja con una mochila al hombro.
El ultimo escalón está el aviso que las cobijas llegaron al tercer, es hora de buscar la Coordinación de Estudios Latinoamericano para que el envío pueda llegar a los migrantes centroamericanos y venezolanos puedan pasar una noche caliente.
–Deja ahí la bolsa por favor –ordena una mujer que está sentada en su escritorio.
Dos cobijas, unos pares de zapatos, ropa para bebé forman parte del paquete que llegaron la UNAM para ser llevada a la Versalles 49 de la Col. Juarez, y repartirlas a la comunidad de migrantes que llegan a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) que llegan a pedir visa humanitaria.
–¿Cómo va el acopio de cobijas? –quiero saber.
– Muy bien –responde la mujer del escritorio–, todos los días, la doctora Andrea Paula González lleva los que se junta a los albergues y a la Comar. Hasta ahora están llegando el apoyo de los maestros y estudiantes.
Entre la bolsa de cobijas hay tres bultos más. Dos bolsas cerradas y un paquete que contiene unas cobijas a rallas y unos pares de zapatos. La trabajadora de la Coordinación de Estudios Latinoamericano dice que desde que abrieron el acopio, los universitarios empezaron a colaborar.
De Filosofía y Letras caminamos hacia las islas entre la torre de la Rectoría y la Biblioteca Central. Ahí, un equipo de estudiantes, con vestimenta violeta, toma fotos con sus tripiés, cada quien mueve su artefacto para obtener la mejor imagen. El gusto les dura poco porque llega una camioneta Pick up de donde descienden dos hombres, platican con los de color violeta y cuestión de segundo desarman todo y se van de ahí.
–¿Como te sientes en este regreso a clase? – intento conversación con un estudiante que camina hacia la escalera que va al estadio Olímpico.
–Todo bien, ya sabes en estos días es un poco aburrido porque no hay clases como tal, solo uno viene a recibir las indicaciones de cómo se va a trabajar el semestre. Pero de ahí no hay grandes cambios– contesta el universitario.
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