16 enero, 2021
Desde hace 5 años Margarita Garfias cultiva y prepara medicina con base en marihuana para su hijo con epilepsia. La aprobación de un reglamento de uso medicinal fue como quitarle un peso de encima. Sin embargo advierte las deudas de tan esperado lineamiento
Texto: Arturo Contreras Camero
Foto: Archivo / María Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.- “Es una responsabilidad que te mantiene en casa, es un peso”. Así ha sido la experiencia de Margarita de cultivar, cosechar y procesar la medicina que su hijo Carlos –con discapacidad múltiple– usa para aminorar sus ataques epilépticos. “Es algo que te mantiene ahora sí que en la ilegalidad. Que te diga la vecina que las plantas ya huelen mucho, o tener esa incertidumbre, tener ese miedo… Es una responsabilidad que no nos toca, como pacientes”.
Este miércoles 13 de enero entró en vigor el Reglamento de la Ley General de Salud para el uso, producción e investigación médica de la cannabis. Una deuda legal que desde 2017 se tenía que haber publicado, aunque, en la experiencia de Margarita, la espera ha sido de cinco años.
“Desde el 2015 muchísimas familias hemos insistido en que nuestros hijos necesitaban los derivados de la cannabis. Después de estos cinco años, que se reconozca el uso médico de la cannabis significa que hay una responsabilidad del Estado para que los médicos se informen, para que haya medicamentos en las farmacias y que no solo seamos las familias a las que se nos discrimine o se nos critique”.
Este reglamento establece los lineamientos bajo los cuales se deberá producir, importar, procesar, desarrollar investigación y recetar derivados de la marihuana para uso medicinal. Estos lineamientos serán supervisados por la Comisión Federal para la Prevención de Riesgos Sanitarios, la Cofepris.
“Para nosotros, significa la certeza de que, aunque no me dé el IMSS –el Instituto Mexicano del Seguro Social– es poder ir a una farmacia y [obtenerlo]. Cuando tienes un cultivo no puedes irte de vacaciones, porque ¿quién lo riega? Vivo en departamento; las plantas necesitan aire, luz, agua, control de plagas y en todo lo posible hay que estar pendiente, con lámparas, con abrir y cerrar ventanas, este tipo de cosas”.
Si bien esta ley es un paso adelante, acepta Margarita, tiene algunos pendientes, pues excluye a quienes prefieran seguir preparando sus propias medicinas.
“Aunque el cultivo para mí sea algo que quiero dejar de hacer, hay muchas familias que quieren seguir [preparando] el derivado de su hijo. Porque ya encontraron la planta, ya encontraron la dosis, la forma en la que ese aceite sea cambio de vida; y no quieren dejar de cultivar. A estas familias las están dejando fuera”.
Estos casos no están contemplados en el reglamento publicado el martes 12. Tampoco se encuentran en los borradores de ley sobre el uso general de la marihuana que se está discutiendo en el congreso. Este reglamento ya entró en vigor; pero Margarita estima que los primeros medicamentos cultivados en México podrían tardar un par de años en llegar a las farmacias o a los cuadros de medicamentos de los servicios de salud del Estado.
“Falta un buen rato –asegura Margartia–. No sabemos si van a ser asequibles, un fármaco de éstos cuesta 28 mil pesos, un frasco que te dura un mes, la Epidiolexis. Entonces, ¿qué bolsillo lo aguanta si no nos lo da el Estado? Otros medicamentos cuestan entre 70 a 170 dólares por un mes, pero hay familias que ni eso pueden pagar”. Actualmente ella y su hijo están en negociaciones con el IMSS para que se le pueda proveer de manera institucional.
El 27 de junio de 2017, la Cofepris anunció que en diciembre de ese año el mercado nacional se abriría a la comercialización de productos con base de marihuana. Eso posibilitaría que en farmacias se vendieran medicamentos con base en la cannabis, sin embargo, los lineamientos nunca se publicaron, hasta ahora.
En el transcurso, cientos de gotas, pastillas y gomitas de CBD, uno de los cannabinoides (las sustancias activas), empezaron a llegar al mercado negro mexicano. Según el reglamento actual, estos productos no se podrían seguir vendiendo.
En el reglamento no se hace diferencia alguna entre los derivados de marihuana que contengan CBD, que es una sustancia relajante y no psicotrópica, y los preparados medicinales que incluyen THC: el principal psicoactivo de la planta. Esto genera que su venta y receta debería estar sujeta a los mismos principios que los demás, entre los que se incluye recetas con código de barras digitales controladas por Cofepris.
“Al país están entrando o vendiéndose suplementos que hasta están en esquemas de ventas multinivel y todo este tipo de cosas. Creo que la estrategia debía haber sido regular esa industria, regular ese mercado negro que se dejó crecer en esos tres años”, explica Margarita. “La mayoría de las que venden eso son mujeres precarizadas y los que están atrás no se ven. Hay muchas vendiendo de puerta en puerta, en catálogo y multinivel, se les podría fincar una responsabilidad bajo los términos de esta ley”.
Margarita cree que se podría implementar un esquema diferenciado. Como ejemplo, pone el mercado farmacéutico actual. “Los antibióticos necesitan receta simple que te la retienen; pero hay otras medicinas que compras en mostrador y otras que son de libre venta y no hay problema. Debería de haber un mecanismo de este tipo para todos estos derivados. Y ya para productos con mucho THC, que son para enfermos crónicos con cáncer y en cuidados paliativos, sí una receta controlada, pero para una persona que tiene agotamiento y necesita CBD por un mes, pues que pueda comprarlo con receta simple”.
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