El 20 de noviembre de 1993 nació el periódico Reforma. Su apuesta por la cobertura de la Ciudad de México estuvo a cargo de una nueva generación de periodistas que rompieron esquemas y llevaron la vanguardia del periodismo del nuevo milenio. María Luisa Díaz de León, editora de 1993 a 1996, relata la historia
Por María Luisa Diaz de León*
Ciudad de México. 20 de noviembre de 2023
Me desperté leyéndolos y me emocioné mucho. Igual que Ernesto, tengo los ojos aguados, la garganta con un nudo y el corazón hinchado de añoranza, felicidad y agradecimiento. No había pensado escribir una efeméride, pero el texto del Chamán me animó a hacerlo porque se me agolparon las emociones y los recuerdos.
Cuando me veo hoy y me pienso hace 30 años me reconozco, pero distinta. Extraño de mí ese arrojo, ese no tener miedo, esa certeza de estar haciendo las cosas bien y para mejor, no solo para mí, sino para mi ciudad y para mi país. Eso sí que ha cambiado, la sensación de estar dentro de algo más grande que mi misma. En esos años hicimos cosas tan arriesgadas, a veces tan infantiles, pero definitivamente valiosas que perduran hasta hoy.
En 1993 por primera vez en esta ciudad hubo una cobertura diaria de todo lo que aquí pasaba. Existían referentes como Radio Red, indispensable medio para conocer la ciudad desde el aire, y también la sección del oficialista El Nacional, pero nadie antes de nosotros había sistematizado la cobertura con una visión de avanzada de la capital del país.
Vimos el futuro y editamos diariamente una sección de cobertura de medio ambiente, CALIDAD DE VIDA le llamamos y ¡era 1993! Esa sección y esa cobertura no existe hoy cuando vivimos en un mundo agobiado por el cambio climático; cuando nos azotan huracanes sin precedentes y sequías que nos chupan el agua y la savia. No conocíamos el término cambio climático, pero nos estábamos peleando con los aerosoles para recuperar la capa de ozono. En esa sección cubríamos las emergencias medioambientales y los índices IMECA medían y explicaban por qué en algunas zonas de la ciudad aparecían pajaritos muertos… si hubiéramos seguido con esa cobertura, a lo mejor habríamos hecho conciencia de lo que se nos venía. Allí trabajaron desde el inicio Derek Fromson (a quien le reconozco el esfuerzo de ser editor sin tener el español como su lengua materna) Alejandro Ramos, Adriana Valasis, Alejandra Bordon, Arturo Páramo, y Claudia Ramos.
En la cobertura de Policiaca, Nota Roja, Crimen o Sucesos como se le decía en los medios, nos opusimos cubrirla como hasta entonces y nos colocamos los anteojos de los Derechos Humanos y de la ley. Nuestra sección se llamó JUSTICIA. Marissa Macias, la coeditora la bautizó y qué feliz decisión de llamarla así. Recuerdo que en nuestros números Cero de la edición, publicamos en El Norte que se nombraba por primera vez al ombudsman para la Ciudad de México: Luis de la Barreda… nunca lo formalizamos, pero habría podido ser el padrino de esa sección.
Los reporteros y fotógrafos de JUSTICIA reinventaron la forma de cubrir la parte más ruda y dura de nuestra Ciudad. Las fotos que publicábamos que no mostraban la sangre y las heridas abiertas de las víctimas de violencia o de los atropellados, sólo sugerían la violencia. Los textos hablaban de presuntos culpables (antes de que hubiera manuales de estilo o que la ley te obligara a hacerlo), no acusaban a la ligera a los detenidos que presentaba la policía. Cubríamos desde el punto de vista de las víctimas y no exaltábamos a los victimarios. Hicimos énfasis en la ciencia para investigar el crimen y tuvimos el privilegio de que Rafael Ruiz Harrel fuera a la redacción a capacitarnos en los principios de la Criminología. Durante unos meses, por las noches después del cierre nos reuníamos reporteros y editores en el Salón Chapultepec (que está al fondo cruzando el patio que ahora rentan para fiestas) a escucharlo para aprender, y luego ver cómo aplicábamos eso en nuestras agendas y en nuestras notas. De allí nació nuestra cobertura de la ciencia en la investigación policiaca… años antes de CSI, estaban los justicieros: María Luisa Pérez, David Vicenteño, Jorge Carrasco, Juan Veledíaz, María Idalia Gómez, Arturo Sánchez, Gerardo Jiménez El Santo, Alfredo Joyner, Gustavo Adolfo Hernández, Rubelio Fernández, estos tres últimos que ya murieron y los lloré mucho; cada 2 de Noviembre pongo en mi altar de muertos.
Nos propusimos conocer cómo vivían los policías de la capital. Hombres y mujeres muy pobres, sin protección ni física ni social, con zapatos agujereados, con uniformes raídos… ni hablar de cascos, chalecos antibalas o impermeables para protegerles de la lluvia. Eran un ejército de miserables a los que la ciudadanía insultaba y trataba con desprecio… y muchos de ellos regresaban las agresiones con saña contra algunos ciudadanos inocentes. En ellos se cebaba el racismo y el clasismo más feos de los chilangos.
Con nuestras notas mostramos cómo esos polis trabajaban 24 horas y descansaban sólo 12, pero en esas 12 horas tenían otra chamba para completar, pues vivían en casuchas en la periferia y muchos tenían más de una familia. Nos tocó registrar cómo se comenzó a dar más presupuesto a la policía capitalina; los capacitaron, los pusieron a hacer ejercicio y a los patrulleros, principalmente, se les puso a dieta. Les compraron chalecos antibalas, cascos y bicicletas: nació la policía de proximidad con la intención de que el policía de la colonia fuera conocido por todos los vecinos y así tejer vínculos, tejer relaciones, romper con la distancia y el odio entre policías y ciudadanos. Eso se los debemos a años de esfuerzo y continuidad del gobierno y de los ciudadanos… no al jefe policiaco de los últimos cinco años. El trabajo de esa policía capitalina ha impedido que hasta ahora no sean soldados de la Guardia Nacional quienes patrullen nuestras calles.
Esta ciudad es inmensa y compleja. Tan ambiciosas éramos que quisimos cubrirla en todos sus RUMBOS. Esta es una aportación hermosa, valiosa y que hasta ahora es lo que más echo de menos en los diarios del país. Clara Torres, Cecilia González, Daniela Pastrana, Gabriela Medina, Iván Rendón, Francisco Almaraz, Jorge Arturo Hidalgo, Anabel Hernández. Cynthia Rodríguez y Claudia Guerrero eran los reporteros que cubrían pie a tierra las fiestas patronales, las denuncias de los vecinos, las afectaciones a los servicios públicos, los personajes y tradiciones de nuestra capital. Sin ellos no habríamos podido conocer el corazón de nuestra gran ciudad. Los del Norte se enteraron de las fiestas de los del Sur y los del Oriente, de las del Poniente. Los rumberos mostraron cómo los barrios, colonias y territorios de la ciudad tienen un tejido fuerte y vivo; una historia que los vincula y, a pesar de la gentrificación o el abandono, sus gentes y sus tradiciones los mantienen de pie.
En RUMBOS nos pusimos a hacer lo básico, como si fuera una tarea de la escuela con estampitas: de dónde viene los nombres de las delegaciones, hoy alcaldías, y qué significaban sus escudos. Luego buscamos y encontramos personajes históricos y vivos que les dan identidad. Encontramos los mejores restaurantes y las tradiciones paganas y religiosas. Gaby era la Flor Más Bella del Ejido que cuidaba y mecía al Niñopa; Ceci era la Coyolxauhqui, dominando la capital desde las entrañas del centro mismo donde se fundó la gran Tenochtitlan; Claudia (y su mamá) dominaba el valle de México desde las Torres de Satélite; Paco reportaba las fiestas de Tlacoquemécatl y el robo de autopartes; Cynthia tomaba café con las encopetadas de Las Lomas y nos informaba sobre la salud de los pandas y las jirafas en el Zoológico de Chapultepec; el Kali nos explicaba cómo vivían en las barrancas de Tarango y cuando los vecinos sufrían las fiestas de septiembre en el Centro de Coyoacán; Dani tenía el trabajo monumental de cubrir el Oriente desde donde nos ve y cuida la Virgen de Guadalupe y donde se asientan los barrios que hoy sueñan con Utopías.
Ese periodismo ya no existe, fue un privilegio tener un grupo de reporteros que diariamente tenían como orden de trabajo ir a caminar por la calle y hablar con la gente, tomar fotos de lo que les parecía interesante y publicar lo que consideraban noticia para compartirlo en las páginas de un periódico. Ni TikTok, ni X, ni Facebook ni Instagram con su omnipresencia ha sido capaces de igualar lo que con creatividad y amor dirigió Clara. Reconozco que en su momento no lo valoré tanto como lo hago ahora a 30 años de distancia. Era la sección de los chiquitos que aún estudiaban, donde se comenzaba a trabajar y aprender… ahora estoy segura que esa sería la sección de los grandes, de los que quieren hacer periodismo que influye, periodismo ciudadano, comunitario, cara a cara, de pie a tierra. Por eso todos los que estuvieron allí son tan buenos haciendo periodismo ahora.
Cuando fundamos Reforma y la sección CIUDAD llegamos al Distrito Federal y salimos con la Ciudad de México; llegamos con un Regente y delegados designados por el Presidente de la República, y dejamos una Jefatura de Gobierno y alcaldes electos democráticamente. Ese cambio lo cubrimos y estoy segura de que también influimos en la transición democrática de Ciudad en México.
En INFORMACIÓN GENERAL registramos cómo se reconstruyó el DF después de los temblores de septiembre de 1985 que destruyeron no sólo los edificios y las vidas de los que estaban adentro, sino las estructuras políticas que reconfiguraron el país entero. Como sección pudimos reconocer y visibilizar los liderazgos que surgieron del Movimiento Urbano Popular que defendió a los vecinos e inquilinos del despojo y la gentrificación; Diana Alvarez acompañaba las interminables asambleas del MUP y marchaba junto al peculiar superhéroe que nació de los escombros: Super Barrio Gómez. De paso, acompañamos la reconstrucción del Centro Histórico y aprendimos a medir los temblores y diferenciar la escala de Mercalli de la de Richter, y publicamos la instalación de las primeras alertas sísmicas.
Los partidos políticos de la capital, que eran sólo una oficina de administración de los grandes partidos nacionales, también se convirtieron en fuente de información al igual que la Asamblea Legislativa, la Tesorería, la Secretaría de Transportes, el Metro, RTP y la Regencia, entre las principales. Hay algunas de estas instancias oficiales que nunca habían sido cubiertas por reportero o medio alguno… en muchas de ellas se crearon oficinas de información o vocerías para atender las consultas de los reporteros de CIUDAD.
Tuvimos episodios inolvidables como cuando Rosa María Méndez, quien cubría al Regente, se le paró frente a su auto para que le diera una entrevista; se priorizaba la nota y la información, y obligamos a los funcionarios públicos a atender a la prensa. La quiebra de Ruta100 y la fractura que el gobierno hizo del Sindicato, con homicidios, suicidios asistidos, encarcelamientos y detenciones de por medio fue una de las coberturas más completas que hicimos. Recuerdo que la noche que se anunció la requisa localicé a Ernesto Núñez (titular de la fuente de Transporte) en la central de autobuses con un pie arriba del camión que lo llevaría de vacaciones al mar; le pedí que regresara y de allí, junto con la cobertura que hicimos todas las secciones, pudimos reportar ese episodio en la historia de nuestra capital. Ernesto se burla de mis obsesiones en esa cobertura… y yo a la distancia también me río de mí.
Los reporteros y reporteras eran la cara de la sección en la calle, pero en la cocina dábamos sabor, olor y textura a esa cobertura: Adrián Rueda, Enrique Cárdenas, Ismael García, Daniel Esqueda, Marcela Méndez, Ignacio Guerrero, Gustavo Adolfo Hernández, Clara Torres, Marissa Macías, Derek Fromson, Alejandro Ramos, Hugo… editores, coeditores y diseñadores que enmarcábamos y pulíamos la información que “vendíamos” para que se publicara en la portada del entonces más influyente periódico del país.
Como editora estaba día y noche metida en la redacción, pero intentaba ir a algunas coberturas como el Informe de Gobierno del Regente ante la Asamblea desde donde veía cómo los de la fuente política cubrían y no dejaba nada al azar. En esa sección trabajaban Vianey Esquinca, Magdalena Robles, Jesusa Cervantes, Karina Cuevas, Rosa María Méndez, Ernesto Núñez, Ismael García, Gerardo Mejía y Ariadna Bermeo, quienes entrevistaban y se movían entre los diputados locales, dirigentes partidistas, funcionarios públicos y representantes de los estados y el gobierno federal. Cubrí varias marchas, y una vez, embarazada de 6 meses me subí a la suburban blindada del Procurador Samuel del Villar para entregarle unas supuestas pruebas que mandaron a la redacción desde un penal sobre el autor material del asesinato de Paco Stanley. Me acordé de ese episodio cuando vi el documental sobre el asesinato de Stanley en donde abundan las portadas y las notas que publicamos.
Nota sobre esto: me pregunté por qué no se hace referencia a nuestro trabajo en ese y otros documentales de la época, y creo que es porque entre los aportes de Reforma fue trabajar para la institución y no para uno mismo. Esto funcionó a cambio de apoyo de la empresa, de salarios dignos y con todas las protecciones de Ley. Por eso muchos de los periodistas de esa generación quedamos en el “anonimato”.
¿Nos equivocamos, se equivocó la empresa? No creo. Haber hecho un trabajo colectivo como ese no se ha vuelto a repetir en esa escala. Quienes trabajaron allí y ahora tienen un “nombre”, tuvieron que dejar Reforma y hacérselo por fuera. Allí nuestra casa perdió… no supo acompañar la adultez de sus fundadores. Los periodistas crecieron y maduraron. La empresa no.
En ese 1993 quedó un tema pendiente en nuestra cobertura: el feminismo y la igualdad de género. Aunque no tuviéramos el lenguaje y la cobertura, siempre fuimos progresistas e incluyentes, pero no lo suficiente como para que nuestro querido colega nos compartiera abiertamente que padecía el VIH que terminó matándolo; o que pudiéramos cuestionar abiertamente que el jefe que embarazó a la subalterna, fuera ascendido; o que a mí me rompieran el corazón cuando me quitaran la edición de la sección CIUDAD sin justificación alguna, al regresar de mi embarazo. A lo mejor eso no hubiera ocurrido si supiéramos lo que sabemos ahora.
Pero reconozco que en esa época hubo más mujeres en el directorio del diario: Rosa María Villarreal como directora de Soft News; Rossana Fuentes Berain como directora de Encuestas e Investigaciones especiales, y yo, que fui la primera y última editora mujer de la sección CIUDAD. No dejo de valorar y dimensionar el riesgo que tomó Alejandro Junco de la Vega al poner su capital para conquistar la Capital; reconozco la creatividad, entusiasmo contagioso, maestría y liderazgo de Ramón Alberto Garza, y el acompañamiento técnico y de bajo perfil de Lázaro Ríos para institucionalizar la revolución que significó la fundación de Reforma.
La sección CIUDAD fue de avanzada y aunque se nos intentó infantilizar porque éramos muy jóvenes, eso fue precisamente lo que nos permitió romper paradigmas, experimentar, arriesgarnos, equivocarnos y acertar. Mientas construíamos algo nuevo e importante, nos divertimos mucho; fuimos a bailar con Celia Cruz porque la Vida es un Carnaval; nos disfrazamos en Halloween; organizamos despedidas de soltera y de soltero, bodas y bautizos. Últimamente nos hemos encontrado en funerales y cuando conocemos a las familias, vemos que nuestros papás, nuestras mamás y nuestros hermanos han oído hablar de nosotros… somo una extensión familiar.
Por eso dejamos huella, por eso seguimos juntos y nos une no solo la amistad 30 años, sino el orgullo y la certeza de que construimos algo chingón que ayudó a la gente, que acompañó las políticas públicas y estoy segura de que ayudó a que esta Ciudad monstruo sea más vivible y disfrutable.
Les quiero. Gracias por estos 30 años.
María Luisa
* María Luisa Díaz de León fue editora en jefe de la sección Ciudad y Metrópoli de Reforma de 1993 a 1997.
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