Recicladoras y talamontes: el doble asedio a los bosques del Ajusco

16 diciembre, 2024

La pregunta no es solo quién permitirá que los bosques de San Miguel Ajusco y San Nicolás desaparezcan. La verdadera pregunta es: ¿quién se beneficiará de su destrucción? Ahora, no solo están siendo devastados por años de tala ilegal, sino que enfrentan la invasión de recicladoras que operan sin regulación

Por Nelly Segura

Los bosques de San Miguel Ajusco y San Nicolás no solo están siendo devastados por años de tala ilegal, sino que ahora enfrentan la invasión de recicladoras que operan sin ninguna regulación. Esta es la otra cara de la impunidad ambiental en la Ciudad de México: autoridades que no cumplen con su trabajo, sellos de clausura que nadie respeta y una comunidad atrapada entre intereses económicos y el abandono institucional.

Desde 2018, los vecinos de Lomas de Tepemecatl han denunciado la instalación de al menos dos recicladoras cerca del kilómetro 14.5 de la carretera Picacho-Ajusco. Estas procesan PET, cartón y metales en pleno suelo de conservación, ignorando las leyes ambientales y cualquier intento de regulación. En diciembre de 2022, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT) colocó sellos de clausura y suspensión en las instalaciones, pero estos resultaron ser meras formalidades. Los camiones siguen entrando y saliendo, las máquinas continúan trabajando día y noche, y el daño ambiental no cesa.

Ramiro, un vecino que prefiere no revelar su apellido por razones de seguridad, resume lo que muchos sienten: frustración e indignación. “Aquí las leyes no valen nada. Hemos denunciado por años y lo único que vemos es cómo nuestros bosques se deterioran aún más. El agua está contaminada, la tierra ya no produce, y mientras tanto, las recicladoras siguen operando como si nada.”

El temor de Ramiro es válido. México es el país más peligroso del mundo para los defensores del medio ambiente, según el último informe de Global Witness. En 2021, al menos 54 activistas fueron asesinados, muchos de ellos campesinos que, como los habitantes del Ajusco, protegen tierras comunales.

Pero las recicladoras no son el único problema. Los talamontes también acechan los bosques del Ajusco, devastando hectáreas completas mientras las autoridades parecen mirar hacia otro lado. La acumulación de desechos, combinada con la deforestación, no solo degrada el ecosistema, sino que incrementa el riesgo de incendios, como el que recientemente arrasó una recicladora de PET en el Pedregal de San Nicolás.

El Ajusco es uno de los pulmones verdes más importantes de la Ciudad de México. Aquí no hay margen para la indiferencia. Su destrucción afecta a todos: se pierde biodiversidad, se contaminan las fuentes de agua y las temperaturas en la ciudad continúan al alza.

Sin embargo, parece que ni la PAOT, ni el Instituto de Verificación Administrativa (INVEA), ni la alcaldía de Tlalpan comprenden la urgencia. Desde hace años, las instancias responsables se pasan la bolita mientras los habitantes enfrentan solos las consecuencias de este despojo ambiental.

La pregunta no es solo quién permitirá que los bosques del Ajusco desaparezcan. La verdadera pregunta es: ¿quién se beneficiará de su destrucción? Porque mientras las autoridades sigan simulando y la comunidad siga alzando la voz sin ser escuchada, los intereses económicos continuarán triunfando sobre el medio ambiente y el bienestar colectivo.

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