Llama la atención que la inmensa mayoría de los trabajadores en las actividades esenciales para la vida durante la contingencia sanitaria son, paradójicamente, mal pagados. Tienen un trabajo precarizado
Twitter: @lydicar
El anuncio de la jornada de Sana Distancia en el país hace poco más de un mes develó otro concepto que se ha vuelto recurrente en pláticas: qué empleos o trabajos son “esenciales” en una emergencia. Cuando el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, informó las primeras veces que si una fábrica o negocio debía cerrar si no era “esencial”, dijo algo así como: sé que todos pensamos que lo que hacemos no puede parar, pero no es así. Son muy específicas las actividades esenciales.
No. No es esencial el cambio de celular. No es esencial la publicidad, ni los callcenters (que siguieron operando). No eran esenciales tampoco los servicios de fotocopiado ni las papelerías (por las que preguntaron muchísimo). Es más, ni siquiera la industria de la construcción, mucho menos la minería (aunque hubo quien pegó el grito en el cielo); y por supuesto no lo era el turismo.
Lo esencial, en un momento de crisis, significa cosas muy concretas: producción de alimentos, servicios como electricidad, limpia y retiro de desechos, agua, y comida. Servicios de mensajería y transporte, producción de alimentos. Es esencial la actividad de seguridad pública y del poder judicial.
Son esenciales, por supuesto, los servicios de salud.
Y, aunque muchos lo pongan en duda, es esencial más que nunca el periodismo.
Llama la atención que la inmensa mayoría de los trabajadores en estas actividades esenciales –aquellas que, podríamos incluso afirmar, sin ellas se pone en peligro la viabilidad de la vida social– son mal pagados. O tienen un trabajo sin prestaciones, precarizado.
Campesinos, jornaleros: ganan únicamente para la subsistencia. Trabajan más de 12 horas diarias y se encuentran en el último escalón del bienestar social. Sin ellos, no hay vida. No hay sociedad. En la Ciudad de México muchos decidieron no venir a la Central de Abasto a vender sus productos y evitar el contagio. Esto ocasionó desabasto.
Mientras, en los campos agrícolas, los jornaleros siguen trabajando y migrando sin ninguna protección ni certeza social para ellos y sus familias.
El mercado de la Central de Abasto: vendedores al día, diableros, cargadores, empleados. Si no trabajan, no obtienen paga. No tienen seguridad social. La falta de protección y previsión ha cobrado ya muchas vidas y propagó el contagio. Cajeras de supermercados y tiendas de conveniencia: ocho horas de pie frente a la banda…. Aunque sea ilegal en todo el mundo, en México sigue siendo así. En suma: lo esencial lo elaboran mujeres y hombres que en la escala de valores de esta sociedad son marcados como desechables.
Trabajadores de Limpia de la Ciudad de México. Ganan en sueldo unos 5 mil pesos al mes, más propinas y la gestión de reciclables. Sí. Tienen ISSSTE. Sin embargo, por décadas vivieron a la sombra de los grandes mafiosos de la basura. Ellos sí que construyeron imperios y fortunas, sostenidos por uno de los trabajos más riesgos, duros, difíciles y precarios que existen.
Sin los trabajadores de limpia, nuestras ciudades serían invivibles. Imagínese esta cuarentena con sus desechos acumulados por un mes, por dos.
Repartidores de comida, de paquetes, de Amazon, Rappi y todas estas cosas. Sin seguridad social, viviendo de propinas, y sin un futuro laboral certero. La precarización moderna, o posmoderna.
Los trabajadores de la Salud. No sólo los médicos, sino el personal de enfermería, de limpieza, de lavandería. ¿Cuánto gana un enfermero en el eslabón más bajo? ¿Cuántas horas trabaja? ¿Por qué esos turnos extenuantes?¿Y qué hay del personal de limpieza? ¿Terminarán con una jubilación digna o cuántos de ellos estarán por outsourcing?
Transporte: trabajos de nuevo precarizados. Choferes de peseros y autobuses en el Estado de México, irregulares: abandonados al llamado pulpo camionero. Taxistas, al igual que el servicio de limpia –y también por cierto, como los lugares de venta en mercados–, por décadas ha sido dejado en manos de organizaciones y mafias, que lucran con la venta de placas, con aquellos taxistas piratas que quieren ser regularizados.
Fuerzas de Seguridad. Lo mismo. ¿Cuánto ganaba un granadero? ¿Cuánto gana un policía de tránsito? ¿Bajo qué condiciones labora –y se corrompe– un emepé?
Por último: periodistas. ¿Cuántos de nosotros tenemos seguridad social? ¿Cuánto ganamos al mes? En promedio, una reportera o reportero que inician ganarán unos 7 mil, 8 mil pesos mensuales. Sin seguridad social, sin la posiblidad de crear antigüedad. Si se enferma en esta contingencia, lo más probable es que no tenga seguro de gastos médicos… al igual que el jornalero, que el repartidor en bicicleta o moto; al igual que muchos taxistas. Y por supuesto, al igual que los productores del campo que no pueden “guardarse” y prevenir el contagio en las comunidades más precarizadas, más remotas de México.
Por último: el trabajo de la casa: lavar platos, criar niños, atenderlos, mantenerlos con vida. Hacer de comer, barrer, sanitizar… ¿quién lo hace? ¿Cuánto gana por ello?
Quienes han sido abandonados por el Estado. Esos son los esenciales.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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