La oposición luce más preocupada en descalificar y eventualmente descarrillar a los cuadros de López Obrador, que en construir y posicionar a sus propias figuras rumbo a 2024
Twitter: @chamanesco
Jugando en el filo de la navaja, en la zona gris de la legislación electoral, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal pisan el acelerador rumbo al 2024.
Del otro lado, una oposición desarticulada presiona al árbitro electoral para que los sancione por arrancar antes de tiempo.
Las llamadas “corcholatas” de Morena desafían leyes, acuerdos del INE y sentencias del Tribunal Electoral, y aprovechan cada fin de semana para posicionar su imagen, construir estructura, ganarse la simpatía del presidente y posicionarse en las encuestas que levantará Morena para definir la anhelada candidatura de la 4T.
Los partidos de oposición, carentes de personajes populares, parecen jugar al error del contrario. Apelan a la descalificación anticipada de la o el candidato oficial, al tropiezo por el descuido de sus delicadas responsabilidades públicas actuales o, ya de perdida, a la fractura del partido-movimiento.
Han pasado ya cuatro años desde que Andrés Manuel López Obrador dejó al PAN, PRI y PRD electoral -y moralmente- derrotados, y sus dirigentes han sido incapaces de construir una alternativa opositora a la llamada “cuarta transformación”.
No tienen programa ni ideas, mucho menos, precandidaturas mínimamente competitivas.
Están más preocupados por descalificar y eventualmente descarrillar a los cuadros de López Obrador, que por posicionar a sus propias figuras que puedan convertirse en opciones reales en las elecciones presidenciales del 2 de junio de 2024.
En el PAN, Ricardo Anaya no cesa en su intento por repetir en la candidatura, lo que se antoja difícil si sólo puede aparecer cada lunes en videos de 4 minutos sin poder pisar territorio mexicano.
El líder panista Marko Cortés ha puesto sobre la mesa otros nombres: los gobernadores Diego Sinhué (Guanajuato), Mauricio Vila (Yucatán), Mauricio Kuri (Querétaro), Francisco García Cabeza de Vaca (Tamaulipas) y Maru Campos (Chihuahua); además de la senadora Lily Téllez.
Por su cuenta, se han destapado también el exgobernador de Guanajuato Juan Carlos Romero Hicks, y el excandidato presidencial Gabriel Quadri, hoy diputado panista.
Tampoco se ha descartado la diputada Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón y candidata independiente fallida en 2018, cuando rompió con el PAN, hizo todo para obtener la postulación sin partido y finalmente tiró la toalla mes y medio antes de los comicios.
Y, aprovechando la ausencia de prospectos, también Santiago Creel ha levantado la mano para un tercer intento. El diputado considera que esta vez sí tiene posibilidades de hacerse con la candidatura que los panistas le negaron en 2006, cuando postularon a Felipe Calderón, y en 2012, cuando Josefina Vázquez Mota fue la elegida.
Ante la flaca caballada, en redes sociales han incluido en la baraja al exsecretario de Hacienda y exgobernador del Banco de México, Agustín Carstens, a quien López Obrador de inmediato sumó a la lista de las “corcholatas” del bloque opositor.
Del lado del PRI, son menos los posibles aspirantes: el gobernador mexiquense Alfredo del Mazo; el oaxaqueño Alejandro Murat -auto destapado recientemente-; el diputado Rubén Moreira; el dirigente priista Alejandro Moreno, y el hijo del expresidente Miguel de la Madrid, Enrique de la Madrid Cordero, quien lleva meses trabajando una “candidatura ciudadana”.
El PRD y “los Chuchos” han intentado convencer a personajes sin militancia partidista, en el afán de poner un nombre sobre la mesa para negociar la alianza y/o candidatura común, pero hoy por hoy carecen de prospectos.
El partido del sol azteca se allanará a lo que decidan PAN y PRI, en su objetivo de no perder el registro en 2024.
El otrora partido de izquierda llegará desmantelado al juego sucesorio, mucho más débil incluso que Movimiento Ciudadano, donde pueden presumir que tienen al menos tres precandidaturas viables: el jalisciense Enrique Alfaro, el neolonés Samuel García y el regiomontano Luis Donaldo Colosio Riojas, cuyo nombre y apellido le dan una ventaja artificial en las encuestas.
El partido de Dante Delgado -que en 2018 se unió al PAN y al PRD- no ha querido formar parte del frente opositor y ha considerado un éxito su estrategia de competir solo en las elecciones durante este sexenio.
Mientras PAN, PRI y PRD cuentan y recuentan sus votos de 2021 para convencer -y convencerse- de que unidos pueden ganar, lo cierto es que ninguno de los 20 aspirantes de la oposición mencionados hasta ahora parece poner nerviosos a la y los presidenciables de Morena.
PAN, PRI y PRD han anunciado que irán juntos para tratar de crear un bloque competitivo, y los promotores de la alianza Sí por México -como el empresario Claudio X González- presionan a Movimiento Ciudadano para que se suba desde ya a esa aventura, que hoy no tiene ni pies ni cabeza.
Las dirigencias partidistas han dicho que, llegado el momento, buscarán que el Instituto Nacional Electoral les organice las elecciones primarias para elegir y posicionar a la persona que asumiría la candidatura.
Por su parte, el recién constituido Frente Cívico Nacional, con Emilio Álvarez Icaza, Gustavo Madero, Cecilia Soto, Guadalupe Acosta Naranjo y Carlos Navarrete a la cabeza, ha sugerido incluso fecha para el final de ese proceso: septiembre de 2023.
El exombudsman, el exdirigente panista, la excandidata a la Presidencia y los exdirigentes perredista saben que se agota el tiempo, y por ello apremian a los dirigentes de esos partidos a organizarse y propiciar la unidad total de la oposición para “arrebatarle” a la 4T la Presidencia en 2024.
Pero las dirigencias formales del PAN, PRI y PRD se han encontrado con un pequeño-gran obstáculo: Alejandro Moreno, el dirigente priista que -defenestrado por audios grabados y filtrados ilegalmente, y por su propia historia- hoy representa un pasivo y un motivo de reserva para muchos panistas, que han cuestionado a Marko Cortés sus tratos con “Alito”.
Moreno, Cortés y el perredista Jesús Zambrano han defendido la eficacia de su alianza, electoral y legislativa, y han dejado ver que construirán el frente opositor que les demanda el antilopezobradorismo.
Pero antes deberán resolver el tema “Alito” y pasar la aduana de 2023: las candidaturas de Coahuila y Estado de México, en donde los gobernadores priistas impulsan a sus propios cuadros, en detrimento de panistas y perredistas que podrían levantar la mano, principalmente en el Estado de México.
No falta mucho para 2024. En 685 días se estará eligiendo la próxima Presidencia de la República y cada día que pasa abona al relato del triunfo inevitable de Morena, con quien sea que termine encabezando la candidatura.
Apostar a la descalificación de las “corcholatas” de AMLO por la vía del INE o el Tribunal Electoral, o esperar una ruptura que les permita cachar a Ebrard o Monreal, sin construir sus propias candidaturas, son opciones cada vez menos viables para el frente opositor.
Y, sin embargo, en eso parecen empeñados.
Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.
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