“Nada que celebrar” dicen miles de madres de desaparecidos que salieron a las calles de 13 estados del país para reclamar a las autoridades que busquen y encuentren a sus hijos. La Marcha de la Dignidad Nacional contrastó con el festejo de millones de familias que abarrotaron restaurantes por el “Día de la Madre” y con el ánimo de la ceremonia que encabezó el presidente en el Palacio Nacional. Esta es una crónica en tres tiempos de un país que a veces cuesta asimilar
Texto: Daniela Pastrana
Fotos: Ximena Natera y Presidencia
María Ángela Juárez no pasa del metro y medio de estatura, pero su reclamo es tan duro que es imposible no voltear a verla: “El presidente López Obrador dice que no es lo mismo. Pero ¿por qué no se ha tomado la molestia de venir a presentarse aquí, con nosotros? ¿Por qué no se ha puesto al frente para buscar a nuestros familiares desaparecidos? Lo único que dice es que ya bajó el robo de la gasolina ¿Qué vale más: nuestros hijos o la gasolina?”
En su pecho porta una foto de su esposo, Valentín Escamilla Camacho, un jornalero de Guanajuato que hace 8 años está desaparecido, junto con otros 22 migrantes que el 21 de marzo de 2011 salieron de San Luis de la Paz para ir a trabajar a Estados Unidos. Ella quedó a cargo de sus tres hijos; el más pequeño aún no nacía.
Este 10 de mayo, el niño no fue a su festival escolar.
—Tenía una actividad en la escuela, pero pues tenía que ser con la mamá, y como yo me iba a venir para acá le dije: ‘ni modo, no vas’. Esta es la primera vez que vengo a la marcha. Decidí venir porque el 23 de abril falleció una compañera de nosotros, María del Carmen, y como ella era la que cada año venía a la marcha pensé: ‘ahora me toca a mí seguir la lucha’. Porque estamos igual, en 8 años no ha cambiado nada.
— ¿Qué significa para ti el Día de la Madre?
— Mucho dolor. Antes, cuando mi esposo estaba, me festejaba, aunque fuera con un chocolate. Ahora ya no puedo festejar nada.
El reclamo de Ángela, de 39 años, es el mismo que se reproduce en cada testimonio de este viernes: es necesario que este gobierno comience a buscar ya.
“El presidente ha dicho que todo el dinero que sea necesario para los desaparecidos. Pero necesitamos que eso pase de los dichos a los hechos”, dice un padre de Nuevo León.
“¿Cómo es posible que se asignen 400 millones a la Comisión de Búsqueda y 600 millones para el deporte que le gusta al presidente?”; pregunta una madre de Coahuila.
“Le quiero recordar a Andrés Manuel López Obrador y al gobernador Javier Corral que ellos están donde nosotros los pusimos. ¿Por qué ahora tanto silencio? ¿Por qué ahora tanta indolencia?” reclama una madre de Chihuahua.
Las víctimas acusan: la Comisión Nacional de Búsquedas tiene una decena de personas trabajando; no hay avances legislativos para establecer comisiones en los estados; a las fiscalías no se les está invirtiendo lo suficiente ni para personal, como para equipo de identificación de restos.
Está bien que se atiendan las causas de la violencia, pero ¿qué pasa con las consecuencias? ¿Con los que ya desaparecieron? ¿Cuándo van a empezar a buscar a los que están desaparecidos?
“No hay un plan o una estrategia de búsqueda”, dice Ángela Juárez.
Horas antes, en Palacio Nacional, Andrés Manuel López Obrador inició su conferencia diaria con una felicitación “a todas las madres de México, en su día, con todo nuestro cariño, con todo nuestro amor”.
Luego enlistó: a las vivas, a las finadas, a las de los pueblos y de las ciudades; de todas las clases sociales, de todas las culturas, religiones, ideologías; a las madres obreras, profesionales, empresarias.
Un reportero le cuestionó que no nombrara a las madres que han sido víctimas de la violencia.
El Presidente respondió:
«Desde luego que incluyo a todas las mamás de México; nuestro abrazo fraterno a todas y, de manera especial, a las que han perdido por la violencia a sus seres queridos, a las que andan buscando a sus hijos desaparecidos, a todas las que sufren por esta terrible crisis de México, que se produjo en los gobiernos anteriores. Es que eso se olvida: esto que estamos padeciendo, desgraciadamente, es el fruto podrido, el saldo doloroso de las políticas que se aplicaron en los últimos 36 años en el país (…) Desde (Felipe) Calderón, que le pegó un palazo a lo tonto al avispero, hasta (Enrique) Peña, van 260 mil homicidios, 40 mil desaparecidos, más de un millón de víctimas de la violencia, y algo que duele muchísimo, 26 mil cuerpos sin identificar. Una tragedia. ¿Cuál es la diferencia con lo que estamos haciendo? Que estamos atendiendo las causas, antes que nada».
— ¿Y los resultados? ¿Las búsquedas? ¿Cuándo va a dar resultados a las víctimas?— insistió otra periodista.
— El lunes, Alejandro Encinas (subsecretario de Derechos Humanos de Gobernación) va a dar un informe, aquí, sobre lo que se está haciendo en esta materia, que es bastante.
Las imágenes del Ángel de la Independencia este mediodía no podrían ser más distintas de las que se vieron hace apenas unas horas en el Palacio Nacional, donde el presidente, visiblemente emocionado, festejó con mariachis a las madres mexicanas, representadas en una veintena de mujeres de distintos grupos sociales que fueron invitadas a su conferencia.
El mandatario acortó su encuentro diario con la prensa, para celebrar a las madres. El Mariachi Juvenil de México llegó con Las Mañanitas antes de que López Obrador cediera el micrófono a quien quisiera tomar la palabra de ese “ramillete” de madres.
Paradas al frente de los reporteros y sin tener claro lo que debían decir, las mujeres dudaron en dar el paso.
Finalmente, la directora de orquesta, Marcela Rodríguez, rompió el hielo: “nunca me había sentido tan cercana a un presidente, ni había entrado a este recinto porque lo sentía siempre ajeno. Y creo que ahora lo sentimos como parte nuestra, como que el país ya es nuestro -dijo exhaltada– le agradezco muchísimo, señor Presidente, este gesto maravilloso”.
Con paso seguro le siguió Areli Carreón, “alcaldesa de la bicicleta” en la Ciudad de México (cualquier cosa que eso signifique) y la única en mencionar a las madres que no celebran: “quiero mandar un mensaje muy sentido, mi solidaridad, mi corazón, como el de todas las mamás que estamos aquí, a las mamás a las que les faltan sus hijos, ya sea por la guerra, ya sea por el narco, ya sea por accidentes viales”, dijo, antes de aclarar que cada año hay 16 mil familias rotas por accidentes viales.
Luego se animó la despachadora de gasolina, Hortencia Aguillón, quien provocó un gesto de gran satisfacción en el mandatario cuando dijo que las despachadoras sí saben el “relajo” que dejó la reforma energética: “Vamos de la mano (con él), y sabemos que esto no es fácil, pero también le vamos a chingar hombro con hombro con él. Se chingaron el país en treinta y tantos años, en cinco meses apenas vamos empezando a reconstruir. Fácil no es, pero de que lo hacemos, lo hacemos”, ofreció la mujer.
Cuando parecía que ella sería la última oradora, tímidamente alzó la mano la médica purépecha Bertha Dimas Huacuz, y con una voz dulcísima comenzó a hablar en su lengua, que luego, para tranquilidad de todos, ella misma tradujo:
“Agradecemos mucho el que nos permitan visibilizarnos como comunidades y como pueblos indígenas que somos de este país, las raíces de este país, que hay muchísimas necesidades en todas nuestras comunidades de diferente tipo, que no nos dejen solos. Y esperamos que toda la sociedad, al igual que el presidente, nos veamos como iguales”.
Eso marcó el tono del republicano festejo (a diferencia de otras celebraciones, no hubo comida, ni protocolos, ni guión, ni sillas en el pódium para las invitadas). Los siguientes 15 minutos fueron una hilvanada de agradecimientos y halagos de una docena de mujeres al presidente del país, que a cada intervención se veía más contento.
La médica Laura Pacheco Ruiz, del hospital 20 de Noviembre le dijo: “crea en nosotros los médicos”; María de la Luz Padua, secretaria general del sindicato de trabajadoras del hogar, habló que la recién aprobada reforma: “ya tenemos una ley para todas las madres que no solamente nos hacemos cargo de nuestras casas, sino también de nuestros empleadores, que cuidamos de ellos y de sus hijos”; la suboficial de Seguridad y Protección Ciudadana, Mariel Escobar, reiteró el compromiso de “todas las mujeres que estamos en la seguridad pública”, “no sólo como ciudadanas, sino también como madres”; la profesora jubilada y médica tradicional mazateca Teresa de Jesús Ríos Garza, agradeció a Dios y al presidente considerar a las profesionistas; la clavadista Paola Espinoza, contó de sus ganas de regresar a unos juegos olímpicos; la escritora Elena Poniatowska le habló a su madre en el cielo (y provocó una ola de memes infumables en Twitter).
En cada intervención, el nivel de emoción colectiva subía. El presidente sonreía feliz y las invitadas se contagiaban la euforia. Así, la directora general de Google México, María Teresa Arnal, ofreció “el compromiso de los empresarios de México para seguir construyendo el futuro con los jóvenes” y ”para seguir educando, como madres que trabajamos en las empresas en México, a nuestros hijos dentro de un contexto de valores”,
Ya encarrerada, la capitana de navío, Patricia Camacho Reyes, recitó un poema completo, como regalo a la madre que Veló de noche y trabajó de día, leves las horas en su afán pasaba. Con una voz temblorosa, la enfermera Olivia López Silva, de IMSS Bienestar, contó su experiencia en comunidades rurales: “estuve en Chiapas, en los rincones más escondidos de la Selva Lacandona. Me tocó ver morir muchas mujeres, es triste verlas partir por dejar a un hijo en vida”, dijo, antes de felicitar también “a los padres que se convierten en madres para sacar a ciudadanos mexicanos”.
Al final, Beatriz Gutiérrez Müller, la esposa del presidente, cerró con una reflexión sobre la “bendición” y ”fortuna” de ser madre y de paso felicitar “a nuestra patria, porque es nuestra madre”.
Los ánimos ya estaban desbordados entre abrazos, sonrisas, selfies, mientras el mariachi le daba el toque surreal a escenas del más clásico cine mexicano que sólo podría describir Carlos Monsiváis: mujeres de todo tipo repartiendo abrazos y alabanzas al noble Presidente, mientras los charros cantaban que a las Mujeres tan divinas no queda otro camino que adolarlas.
O que luego, el galán cantante abrazara a la secretaria de Gobernación y ex ministra de la Corte para decirle que el cielo me dio un cariño sin merecerlo, mirando ¡ay! esos ojitos sabrán quién es. Y la responsable de la política interna del país respondiera al émulo de Pedro Infante con una expresión ruborizada, faltaba más.
La serenata en Palacio terminó a las 9 de la mañana. A menos de 4 kilómetros de ahí, en el Monumento a la Madre, comenzaban a reunirse los colectivos de las madres que no comparten esta alegría.
A la Cuarta Transformación de la República, es claro, le queda aún muy lejos el movimiento feminista mexicano expresado en el #MeTooMx que apenas hace unas semanas estaba poniendo el ejemplo al mundo virtual de un cambio de paradigma.
Pero no sólo ahí. En el resto del país, y fuera de las plazas ocupadas por las madres de los 40 mil desparecidos, las imágenes que se vieron fueron idénticas a las del Palacio Nacional. Porque en México se puede perdonar cualquier cosa menos faltar a un festejo del “Día de las Madres”.
Y a nadie, por lo menos en el breve sondeo que hicimos para esta crónica, parece importarle el origen de la festividad, que se repite desde hace 97 años.
“¿De qué te asombras? La madre y la virgen de Guadalupe son lo más celebrado en México. Te las santifican todos los días, en la escuela, en la casa. Y bueno, al final es un día para reunirte con tu familia y ya no hay tantos así”, dice una adolescente que se prepara para ir a la comida familiar.
¿Qué festejamos en México cada 10 de mayo? Hagamos memoria:
En 1916, un grupo de mujeres de Yucatán que encabezaba Elvia Carrillo Puerto, La monja roja del Mayab, impulsó el Primer Congreso Feminista. Maestra y poeta, alumna de Rita Cetina —fundadora de la primera escuela secundaria para mujeres de Yucatán— Elvia ya había organizado la primera liga de mujeres (Liga Feminista Campesina) que planteaba las jornadas de trabajo de 8 horas, liberar a indígenas de trabajos esclavos, y educar a las mujeres para tener los hijos que decidan.
Al llamado respondieron 617 mujeres, entre ellas Hermila Galindo, una joven de 20 años que, como secretaria privada del Presidente Venustiano Carranza, promovió una agenda feminista en un ambiente político dominado por los hombres.
Por esos días, por ejemplo, el Código Civil concedía a las mujeres solteras adultas los mismos derechos que a los hombres, pero las casadas perdían esos derechos (no tenían personalidad jurídica para firmar un contrato, ni para administrar su patrimonio, ni derecho a intervenir en la educación de sus hijos, entre otras cosas).
Hermila Galindo envió a la asamblea un documento en el que declaraba a la Iglesia como un obstáculo para el logro de los objetivos feministas, pedía el sufragio de las mujeres, la legalización del divorcio y el fin de la cultura del machismo. Una bomba.
El punto de quiebre del movimiento, apoyado por los gobernadores Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto, ocurrió en 1922, cuando se publicó un folleto de la activista estadunidense Margaret Sanger que enseñaba a evitar el embarazo atendiendo el ciclo menstrual.
Que las mujeres pudieran educarse sexualmente, divorciarse, y controlar si querían o no tener hijos, o tener sexo sin procrear, fue visto como una amenaza para la moral desde el centro del país. Y el periódico Excélsior, dirigido por Rafael Alducín, lanzó la campaña para crear un día de la madre en mayo, el mismo mes en que la Virgen de Guadalupe fue proclamada (en 1737) la “patrona de México”.
El 13 de abril, el diario publicó su exhorto: “Hoy, que en el extremo meridional del país se ha venido emprendiendo una campaña suicida y criminal en contra de la maternidad, cuando en Yucatán elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca, denigrando la más alta función de la mujer, que no sólo consiste en dar a luz sino en educar a los hijos que forman su carne, es preciso que la sociedad entera manifieste, con una fórmula banal si se quiere, pero profundamente significativa, que no hemos llegado de ninguna manera a esa aberración que predican los racionalistas exaltados, sino que, lejos de ello, sabemos honrar a la mujer que nos dio la vida”.
Martha Acevedo, autora de un libro sobre el 10 de mayo, documentó como la campaña fue legitimada por el Arzobispado, la Cruz Roja y la Secretaría de Educación Pública a cargo de José Vasconcelos, quien ofreció su ayuda para que la niñez escolar del país “rinda homenaje a las santas y abnegadas mujeres que han contribuido a la prolongación de la familia mexicana, con su noble y alto ejercicio de las funciones de la maternidad”.
La convocatoria para instituir el Día de la Madre fue un éxito. Excélsior extendió su labor para enaltecer a la madre abnegada mexicana y una década después llamó a todos los hijos crear “un monumento de ternura a la que nos dio el ser”.
Y sí, el monumento que fue inaugurado el 10 de mayo de 1949 por Miguel Alemán Valdés es el mismo Monumento a la Madre del que han partido, desde 2011, las ocho marchas de las madres que buscan a los desaparecidos en México.
Herminia Galido, Elvia Carrillo Puerto y las feministas del Congreso de 1916 siguieron su batalla y en 1953, consiguieron reformar el artículo 34 de la Constitución para dar a las mujeres mexicanas derechos políticos iguales a los de los hombres. Excélsior, por su parte, también siguió con su batalla: en 1949 creó el premio a la “madre más prolífica”; en 1953, a la “madre viuda que con más sacrificios educó ejemplarmente a sus hijos”; en 1959, a las “madres solitarias”, y en 1967, a la “madre más ejemplar”.
* * *
Desde la banqueta de Reforma, mientras se escuchan los testimonios de las madres que buscan a sus ausentes y esperan respuestas de unas autoridades que decidieron no apersonarse (o como dijo Ángela Juárez, que hablan más de la gasolina que de sus hijos), es difícil entender por qué este 10 de mayo los restaurantes están llenos, los mariachis ocupados, o por qué no se detiene el tráfico y tampoco el país.
«No vamos a dejar de buscarlos», dicen ellas. En una silla de la carpa instalada bajo el Ángel de la Independencia queda una pancarta con la imagen de uno de los hijos que no están: «resiste, tu madre te busca».
Antes de irme a mi propio festejo, recuerdo lo que me dijo hace años, en otra marcha de madres de desaparecidos, una las integrantes del Movimiento por la Paz que hoy ya no quiso venir: “Antes no soportaba verlo. Me enojaba mucho que la gente estuviera riendo cuando tú no puedes con el dolor. Son días difíciles. Y más al final, cuando ya se acaba todo y te quedas sola”.
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