16 diciembre, 2023
La presidencia de la COP28 de Emiratos Árabes Unidos celebró la aprobación de la operación del fondo para las pérdidas y los daños ocasionados por los impactos del cambio climático. Pero, ¿es todo color de rosas o se necesita mucho más?
Por: Tais Gadea Lara / Periodistas por el Planeta
Fotos: Kiara Worth
DUBÁI. – Fue en el primer día de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP28, que los países aprobaron la operación del fondo para pérdidas y daños. En otras palabras: aprobaron los mecanismos de un fondo que los países en desarrollo consiguieron establecer hace un año. Emiratos Árabes Unidos, país que preside la conferencia, celebró con bombos y platillos que este consenso se alcanzara justo ahí, cuando recién empezaba el evento.
De ese primer día hasta el último, la presidencia de la COP28 se refirió al hecho como algo histórico para una cumbre. ¿Lo fue realmente? ¿Lo es ahora a la luz de los resultados obtenidos en el cierre de la conferencia? ¿Qué es lo importante a observar de cerca en un tema que es crucial para los países que menos contribuyen al problema y más expuestos están a sus impactos?
Ya previo al inicio del evento mundial, varios negociadores coincidían en que el texto obtenido luego de cinco reuniones del Comité de Transición creado para el proceso del fondo era un texto que “no le gustaba a nadie, pero que tampoco nadie quería reabrir a la discusión”.
Por un lado, la insatisfacción se explicaba sobre todo por el rol que el Banco Mundial tendría alojando el fondo, algo que estaba lejos de la independencia que hace un año el mundo en desarrollo imaginaba, para evitar los repetidos errores de los organismos de financiamiento existentes. Por otro lado, las diferencias entre las Partes habían sido tantas a lo largo del año -incluso requiriendo de una quinta extra reunión- que abrir el texto a la discusión podría hacer retroceder en temas ya consensuados e iniciar toda una nueva batalla que nadie quería dar.
El texto con que el que se llegó a Dubái no era bueno para nadie, pero parecía ser el mejor texto consensuado posible.
Todo esto le sirvió a Sultan Al Jaber, presidente de la COP28, para coordinar una rápida aprobación del texto y desviar así la atención que la prensa internacional estaba poniendo a la investigación del Centre for Climate Reporting que reveló cómo el emiratí y su equipo habían sacado provecho de reuniones sobre la COP28 con funcionarios de gobierno para promover el comercio de petróleo y gas y favorecer a Abu Dhabi National Oil Company, la compañía estatal de petróleo de la que Al Jaber es CEO. La jugada, ¿salió bien? ¿para quién?
Cuando el año pasado el mundo en desarrollo se unió para rogar por un fondo para pérdidas y daños porque no se había actuado como correspondía frente a la mitigación y la adaptación, y porque el mundo desarrollado había incumplido con sus promesas de compromisos financieros, algo parecía muy claro: querían que fuera independiente de lo malo conocido. A lo largo del año, ello fue cambiando.
El texto aprobado explicita que se invita al Banco Mundial a tener un rol interino para poner en funcionamiento el fondo durante cuatro años. Es decir, lo alojará eternamente, sino que será un primer paso por ese plazo. Eso sí, al Banco Mundial se le ponen condiciones en ese rol. Lo que resulta más interesante es que se tiene que permitir que todos los países en desarrollo puedan acceder directamente a los recursos del fondo, algo que a veces -bajo el modelo del Banco Mundial en sí mismo- no resulta tan fácil.
“Queda mucho trabajo por hacer para garantizar que el Banco Mundial, como anfitrión interino, cumpla las condiciones descritas en el texto acordado”, expresó Lindsay Walsh, asesora de Política Climática de OXFAM, y subrayó: “En particular que los recursos del fondo beneficien directamente a las comunidades y que sus operaciones se alineen con los principios de derechos humanos”.
La aprobación de la operacionalización del fondo despertó una serie de anuncios por parte de algunos países desarrollados que prometieron destinar dinero al mismo. En su comunicado de cierre de la conferencia, la presidencia de la COP28 dice que las promesas de dinero para el fondo reúnen unos $792 millones de dólares.
“Hay una falta de ambición de los contribuyentes. Necesitamos billones y trillones, no millones. Estados Unidos contribuyó con 17,5 millones de dólares, no mil millones. Japón contribuyó con 10 millones, no mil millones. Esto es un insulto. Retrasar la entrega de dinero costará vidas. Cada año que no se entrega el dinero, nos costará vidas”.
Liane Schalatek, directora asociada de la Fundación Heinrich Böll Washington.
Un dato que no se puede pasar por alto: el texto final insta a los países desarrollados a brindar apoyo a los países en desarrollo “de forma voluntaria”, dejando así un lenguaje muy lejano a la obligatoriedad y muy débil considerando las diferenciadas responsabilidades históricas.
“La victoria en pérdidas y daños dio un impulso a esta COP. Pero fue sólo un comienzo. El Balance Mundial es el vehículo para poner en marcha la acción climática. El financiamiento es el gran facilitador de la acción climática. Las negociaciones deben ponerlo en primer plano. Las pérdidas y los daños fueron una victoria, pero nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que es un tachar como hecho en financiamiento y apoyo en esta COP. Se requiere más”. Estas eran las palabras del secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), Simon Stiell, a mediados de la conferencia. ¿Le hicieron caso los negociadores? ¿O incluso la misma presidencia de la COP en su rol de coordinación?
El Balance Mundial aprobado por las Partes el último día de la conferencia (un día después de lo esperado) deja mucho que desear al respecto. Repite lenguaje ya conocido en decisiones anteriores: nota con preocupación el no cumplimiento del objetivo de movilizar $100 mil millones de dólares anuales, nota con preocupación que la brecha de financiamiento para la adaptación se esté ampliando, subraya la importancia de modificar la arquitectura financiera internacional y así…
En línea con ello, la Meta Mundial en Adaptación (GGA, en inglés) también aprobada al cierre de la conferencia “reitera el llamado urgente a los países desarrollados a que al menos dupliquen para 2025 su ayuda financiera para la adaptación en los países en desarrollo” considerando los niveles de 2019. En palabras de Obed Koringo, asesor de Política Climática de CARE Dinamarca, “fallar en inversión en adaptación sólo incrementará el costo de las pérdidas y los daños”.
La primera aparición del concepto de combustibles fósiles en una decisión de una COP no tuvo la ambición que esperaban los países más expuestos a los impactos del cambio climático. El “hacer una transición que deje atrás a los combustibles fósiles” lejos quedó de “la eliminación progresiva de los combustibles fósiles hacia su terminación”. Todo esto pone en riesgo el fondo para pérdidas y daños.
Si no se reducen ambiciosamente las emisiones de gases de efecto invernadero (hoy con los combustibles fósiles como principales contribuyentes a esto), si no destina el dinero suficiente a la transición en países en desarrollo, si no incrementan los fondos para que los países se preparen más y mejor ante los impactos del cambio climático, no hay fondo para pérdidas y daños que sea suficiente.
Este artículo se publicó originalmente en Periodistas por el Planeta, aquí puedes consultarlo.
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