Que la normalidad no vuelva a Chalco

9 septiembre, 2024

Lo que ocurrió en Chalco es resultado de una acumulación de catástrofes ambientales. Carlos Monsiváis advertía que lo contrario de accidente era negligencia institucional. Aún estamos a tiempo de corregir el camino

Por Eugenio Fernández Vázquez / X: @eugeniofv

Este lunes empezó a volver la normalidad a Chalco, y eso es mala noticia. Es un alivio que puedan regresar a las aulas los cinco mil alumnos que se habían quedado sin clases porque sus colonias llevaban más de un mes llenas de aguas negras y lodo. Al fin las familias de Jacalones, Culturas de México y otros vecindarios pueden empezar a planear cómo recuperar y restaurar sus hogares. Pero es una desgracia que todo indica que seguirán las cosas como están, que la normalidad que permitió que esto ocurriera seguirá vigente y los más desfavorecidos de la sociedad —esa inmensa mayoría golpeada por la vida y los políticos— seguirán caminando sobre la cuerda floja.

Lo que ocurrió en Chalco —como lo que ocurrió en Tula tres años antes— es resultado de una acumulación de catástrofes ambientales. Es cierto que el cambio climático ha hecho todo más extremo y menos predecible, pero también lo es que México no ha tomado las medidas necesarias para adaptarse a él, y también es verdad que la deforestación y la degradación de los bosques, la acumulación de plásticos y basura, el abandono de los sistemas públicos de drenaje y alcantarillado lo hacen todo mucho peor.

Se ha usado como pretexto para la inacción en materia climática que México tiene una responsabilidad bastante pequeña en comparación con los grandes contaminadores. Sin embargo, durante el sexenio que termina México se encerró en sí mismo y dejó para después cualquier asomo de activismo en la arena internacional y, aunque en los sexenios anteriores México parecía un luminoso farol en la calle, dentro reinaba la oscuridad.

En aras de la austeridad republicana se recortó el presupuesto para la conservación de los bosques y para el aprovechamiento forestal, mientras se invertía en megaproyectos con un potencial ambiental muy dañino. La mala distribución de atribuciones y presupuestos en materia de agua potable y saneamiento, conjugadas con la corrupción perenne y la irresponsabilidad de tantos funcionarios de todos los niveles, han llevado a que los sistemas para lidiar con tormentas y sequías estén obsoletos o rebasados.

En eso, México sigue siendo el mismo que hace cuatro décadas, con todo y este cuarto de siglo de “tecnocracia”. Por ejemplo, escribiendo sobre la explosión de una estación gasera de Pemex en San Juan Ixhuatepec (San Juanico) a mediados de los años ochenta, Carlos Monsiváis advertía que aquello no era un accidente y que lo contrario de accidente no era sabotaje, sino “negligencia institucional”. Se preguntaba después: “¿Qué tan persuasivas resultan las campañas ecológicas? No mucho, mientras se anuncie que los peligros recaen sobre contingentes populares y generaciones venideras”.

Esas líneas, tomadas del libro Entrada libre, parecen dichas hoy en día, cuando apenas superamos otro desastre anunciado y prevenible en el área conurbada y mexiquense de la Ciudad de México. Los tres órdenes de gobierno siguen haciendo como si las crisis ambientales fueran a llegar después, y como cuando nos golpean en realidad se ceban en los más pobres, poco importa remediar la situación. Superada la emergencia —sin prisas, ¿qué son seis semanas de aguas negras, si de todas formas es nomás Chalco?—, vuelven a volcarse toneladas de basura a las calles, se permite que los grandes contaminantes evadan su responsabilidad como productores de plástico, se deja para el
presidente municipal que viene la tarea de desazolvar tuberías y colectores.

La gobernadora del Estado de México, Delfina Gómez, tiene todavía cinco años para mostrar que sí le importan las mayorías, que entendió que los remedios tienen que ser de fondo, que es su responsabilidad evitar catástrofes como la de Chalco. Su nuevo secretario del agua, Pedro Moctezuma, está calificado como nadie para tomar las medidas que hacen falta.

La jefa de gobierno electa de la Ciudad de México, Clara Brugada, está perfectamente a tiempo de planear mejor cómo lidiar con el agua que a veces caerá a torrentes y a veces escaseará por largas temporadas. La presidenta electa Claudia Sheinbaum, por su parte, puede mostrar al fin que los científicos no olvidan la realidad nomás llegar al cargo.
Por el bien de todos, pero sobre todo de los más pobres, la política ambiental debe ser una prioridad.

Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.

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