El único hospital veterinario público de la Ciudad de México, que atiende a población de bajos recursos en una de las zonas más marginadas de la ciudad ha estado subiendo sus precios desde inicio de este año. Sus médicos temen que esto baje su capacidad de atención, misma que por el abandono de esta administración, se ha ido pronunciando.
Texto y fotos: Arturo Contreras
CIUDAD DE MÉXICO. – Gerardo Andrade sale del Hospital Veterinario de la Ciudad de México con tres chihuahuas que se entrelazan en una correa. Vino hasta Iztapalapa a esterilizar a uno de ellos y a vacunar a los otros, en total gastó 500 pesos. Si hubiera ido a una veterinaria particular, habría pagado casi el triple. Sin embargo, esos precios están por aumentar por tercera ocasión en este año.
“Antes no habíamos venido, pero vinimos porque decían que era más económico; dicen que sí han subido los precios”, comenta.
Bruno es uno de los chihuahuas de Gerardo; el más reciente. Una familiar suya lo encontró en la calle. Buscaron a sus dueños, no los encontraron y optaron por adoptarlo. “No sabíamos que no estaba esterilizado, y en casa tenemos una hembra y nos dio la sorpresa. Ahora tenemos seis más”. Asegura que de ninguna manera le hubiera alcanzado para vacunar y dar cuidados a todos si hubiera ido a cualquier otra clínica.
Al inicio de este año, el hospital actualizó sus precios por primera vez. Cuando lo vieron, varios de los médicos veterinarios que trabajan ahí pensaron que empezaban a ser excesivos. Por ejemplo, el día de hospitalización pasó de 58 pesos a 150. Un electrocardiograma de 81 a 300. Una herida leve de 58 a 100 pesos.
La noticia sorprendió a los médicos, y se sumó a una larga cadena de sucesos que han hecho que varios de los médicos que trabajan en el hospital piensen que se está abandonado intencionalmente. Desde el regreso de la pandemia de covid-19, los insumos escasean y los equipos fallan. A pesar de que son reparados, un día funcionan y al otro no, cuentan trabajadores.
“El equipo sí está, todo, incluso tenemos máquinas de anestesia, pero tienen fugas y así podrías matar al paciente”, cuenta una persona que trabaja en el hospital.
“Se supone que al inicio de este año una persona, que es cercana a los directores, hizo una licitación para repararlos, pero nunca quedaron bien», añade.
“No hay servicios”, cuenta otra. “Hemos hecho escritos de que no hay, no hay, no hay. De respuesta hemos tenido represalias por reclamar. Nos mandan a llamar uno por uno, a una compañera le dijeron ¿Por qué no estás de acuerdo? ¿Recuerda que eres mamá?”.
Por amenazas como esa, los trabajadores que se entrevistan para esta nota piden que no se mencionen sus nombres. Sin embargo, los usuarios notan un cambio en la administración que los ha hecho dejar de asistir.
“Antes había mucha gente, veías que llegaban a hacer fila desde las tres o cuatro de la mañana, pero ahora vienen bien poquitos, se forman a eso de las siete y media o las ocho”, cuenta la señora que vende café y antojitos en la banqueta frente a la hospital.
“Yo tengo cinco años acá”, cuenta, aunque no llegó como trabajadora informal, sino como propietaria de un paciente. “Aquí tuve a mi perrito. Le cayó una bala perdida; le entró por una pata, rebotó y le salió por la de atrás. Le hicieron su cirugía, la terapia, la hospitalización, todo era más accesible. Aquí me gasté 6 mil pesos, en otro lado me hubiera gastado 25, yo creo. Ahora ya no podría, no por los precios, más bien es que aquí, antes, hacían todo todo y ahorita ya no. Es como si fueras al particular”.
El hospital se inauguró en 2016 y es el único en el país bajo este concepto: brindar atención a mascotas de personas de bajos recursos. Está instalado en un recóndito rincón de Iztapalapa, cerca de su frontera con Ciudad Nezahualcóyotl.
Es un hospital de alta especialidad que tiene 10 consultorios, 5 quirófanos que casi no se usan y a pasar de tener un laboratorio clínico no da servicio. Aunque cuando lo hizo, fue bajo un convenio con un operador externo. En su mejor momento se daban de 150 a 180 consultas diarias y había 90 médicos que hacían cerca de cinco cirugías diarias. Ahora solo atienden unas 20 consultas al día.
“Lo que más nos extraña es que sigue recibiendo presupuesto; por ejemplo, para 2020 el hospital había recibido 220 millones. Por qué si recibe ese presupuesto está aumentando las cuotas, no lo entendemos”, dicen médicos del hospital.
Desde su creación, el hospital ha sido una pesadilla para la administración pública. Sin embargo, su funcionamiento no había decaído como ahora. Uno de los problemas era que la secretaría de gobierno debía manejarlo. En un inicio estuvo adscrito a la Secretaría de Salud de la Ciudad, pero nunca formó parte del organigrama. Este sexenio cambió su administración a la Secretaría de Medio Ambiente, para que estuviera bajo la administración de Agatan, la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México. A pesar de que con el cambio se auspició una mejor gestión y un mayor presupuesto, esto no ha sucedido. Lo que sí llegó, fue el acoso laboral.
“La primera cosa que hizo el doctor Esquivel –Carlos Fernando Esquivel Lacroix, director de Agatan– fue amenazar nuestros puestos de trabajo con un exámen de conocimientos”, cuenta uno de los doctores.
“No hay problema en hacerla evaluación, el problema es quién te evalúa. El director llegó a un acuerdo con el de finanzas, dijeron que iban a ser personas de la UNAM y que iban a ser pruebas que se hacen en la facultad de, pero el examen no lo hicieron médicos facilitadores, de nuestro nivel. Más bien fue el típico psicométrico bajado de internet, hecho por conocidos de él”.
Algunos de los veterinarios han sometido quejas ante la contraloría de la Ciudad, ante la sección de atención ciudadana de la Secretaría de Medio Ambiente e incluso han hecho denuncias por acoso laboral ante la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, pero el panorama no ha cambiado. En estas semanas, los veterinarios advierten que han escuchado que desde la dirección planean incrementar de nuevo las cuotas de servicios, lo que creen, podría ser el final del hospital.
Periodista en constante búsqueda de la mejor manera de contar cada historia y así dar un servicio a la ciudadanía. Analizo bases de datos y hago gráficas; narro vivencias que dan sentido a nuestra realidad.
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