Por qué la izquierda mexicana apoya a Rusia

9 abril, 2022

Es más fácil pensar que los poderes del mundo se dividen entre buenos y malos. Pero, ¿y si todos los imperios son malos, o al menos nocivos para aquellos otros países que padecen su influencia? 

@lydicar

Primero tres  deslindes y/o precisiones: 

  1. En esta historia, por más amor que tengo a Rusia por razones de mi historia familiar (mi hijo incluso lleva un nombre ruso), desde mi conciencia personal no puedo sino condenar sin miramientos la invasión de Rusia a Ucrania. Y me duele; y mientras lo hago, un superyó cuasi genético se retuerce como si fuera yo una traidora a los cuentos infantiles rusos que escuché de niña cada noche; y me duele por los amigos de origen ruso que llevo tatuados en el corazón. Y me duelen Dostoyevsky y Tolstoi, y Baba Yaga, y el lobo gris y me duele sobre todo mi padre muerto. 
  2. Se habla de una guerra o conflicto entre Rusia y Ucrania. Se rehuye lo que es: una invasión. Y no cualquier invasión, sino una empujada por la segunda potencia militar en el mundo; contra un país bastante más pequeño, el cual ha sufrido desde hace siglos, la opresión de Rusia. Un país más pequeño que, efectivamente, desde mi perspectiva –informada– fue “venadeado” políticamente por las potencias de occidente y después fue abandonado. 
  3. Finalmente, con este confesionario personal e íntimo, otra precisión: Me cuestiono, y no puedo dejar de observar: Si la invasión a Ucrania ocupa estas líneas se debe a que sigue siendo Europa; que cada día, los países poderosos –Rusia en primer lugar, y luego Estados Unidos, y Europa– invaden países o territorios, aplican políticas intervencionistas. Que todos los días en el mundo niñas y niños sufren o mueren en conflictos armados y nadie los voltea a ver; porque en efecto no son rubios, no nacieron en un país europeo. Que en mi país cada día son asesinados niñas y niños; que las y los migrantes sufren agresiones terribles; que vivimos un conflicto de violencia por décadas; y que en gran medida es también producto de estas políticas intervencionistas… no por parte de Rusia, sino de otras potencias…

Memoria y reflejos

Dicho esto, me gustaría señalar algo que parece obvio: para la vieja izquierda mexicana, su primer reflejo, es apoyar a Rusia en esta historia. No debido a maldad, sino a un reflejo histórico; una memoria de guerras frías y la historia del siglo XX, que, quizá para muchos sea algo lejano, pero no para las genealogías de la resistencia en nuestro país –y en toda la región latinoamericana, me imagino–.

No hay que darle muchas vueltas: Desde los años 60, 70 del siglo pasado, con la guerra sucia en nuestro país, y con la guerra fría en el mundo, la izquierda mexicana, al menos la que se reivindicó marxista, se decantó por la Unión Soviética.

No es por “estupidez”, o por “ceguera”, necesariamente. Ocurre también que la izquierda mexicana, era agredida, desaparecida, torturada, violentada, en gran parte por los intereses de Estados Unidos. La visión simplista sería pensar que entonces “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. 

Pero va más allá: También hay una lejanía geográfica que permite atribuir a ese modelo político y social, todo lo que en nuestra realidad carecemos. Porque lo que llega desde allá, a pesar de la hiperconectividad, nos permite situar ahí los deseos de nuestro corazón. 

Agregaría, quizá jugándole a la psicóloga social, que es una forma de mecanismo de defensa… es pensar: alguien en este mundo de naciones y potencias, debe ser el “bueno”. Si nosotros tenemos encima siempre la intervención de Estados Unidos, además de una relación tan compleja y desigual por la migración, aquel otro imperio que se levanta en contra, que parece oponerse, resulta atractivo. 

Es más fácil pensar que los poderes del mundo se dividen entre buenos y malos. Pero, ¿y si todos los imperios son malos, o al menos nocivos para aquellos otros países que padecen su influencia? 

El problema, y lo reconozco, es que, desde la izquierda mexicana, es difícil generar empatía por un país cuya desgracia se convierte en moneda de cambio para los intereses de la OTAN. Es difícil al ver a la primera dama de Ucrania entrevistada en. la revista Vogue, diciendo obviedades, y retratada de tal forma que parece que no habla de la guerra. En otra columna, traté de hacer un ejercicio sobre cómo esta sociedad del espectáculo ha dado prácticamente el tiro de gracia al periodismo crítico. 

Sin embargo, este primer reflejo de la izquierda, entendible debido a nuestra propia experiencia, y que prevalece en muchos círculos, está profundamente equivocado.

Se supone que la izquierda debe enarbolar los ideales más nobles, aspirar a un mundo mejor; y por ello se requiere dejar de pensar el mundo desde dicotomías absolutizadoras. No hay potencia mundial que sea salvadora o buena. Eso ya lo deberíamos haber aprendido. Justo es necesario equilibrar poderes.

El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo. Pese a la frivolidad de Europa (que pretende sí, incrementar recursos y fortalecer la OTAN, mientras no corta relaciones comerciales con Rusia, ojo), el pueblo ucraniano no se merece ser asesinado y torturado. Ellas y ellos, merecen una vida digna y libre, como la merecen los pueblos en Irak, en Siria.

Esta  guerra enriquecerá a los que ya son ricos, como siempre. Es así de simple. 

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).