Es más fácil pensar que los poderes del mundo se dividen entre buenos y malos. Pero, ¿y si todos los imperios son malos, o al menos nocivos para aquellos otros países que padecen su influencia?
@lydicar
Primero tres deslindes y/o precisiones:
Dicho esto, me gustaría señalar algo que parece obvio: para la vieja izquierda mexicana, su primer reflejo, es apoyar a Rusia en esta historia. No debido a maldad, sino a un reflejo histórico; una memoria de guerras frías y la historia del siglo XX, que, quizá para muchos sea algo lejano, pero no para las genealogías de la resistencia en nuestro país –y en toda la región latinoamericana, me imagino–.
No hay que darle muchas vueltas: Desde los años 60, 70 del siglo pasado, con la guerra sucia en nuestro país, y con la guerra fría en el mundo, la izquierda mexicana, al menos la que se reivindicó marxista, se decantó por la Unión Soviética.
No es por “estupidez”, o por “ceguera”, necesariamente. Ocurre también que la izquierda mexicana, era agredida, desaparecida, torturada, violentada, en gran parte por los intereses de Estados Unidos. La visión simplista sería pensar que entonces “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Pero va más allá: También hay una lejanía geográfica que permite atribuir a ese modelo político y social, todo lo que en nuestra realidad carecemos. Porque lo que llega desde allá, a pesar de la hiperconectividad, nos permite situar ahí los deseos de nuestro corazón.
Agregaría, quizá jugándole a la psicóloga social, que es una forma de mecanismo de defensa… es pensar: alguien en este mundo de naciones y potencias, debe ser el “bueno”. Si nosotros tenemos encima siempre la intervención de Estados Unidos, además de una relación tan compleja y desigual por la migración, aquel otro imperio que se levanta en contra, que parece oponerse, resulta atractivo.
Es más fácil pensar que los poderes del mundo se dividen entre buenos y malos. Pero, ¿y si todos los imperios son malos, o al menos nocivos para aquellos otros países que padecen su influencia?
El problema, y lo reconozco, es que, desde la izquierda mexicana, es difícil generar empatía por un país cuya desgracia se convierte en moneda de cambio para los intereses de la OTAN. Es difícil al ver a la primera dama de Ucrania entrevistada en. la revista Vogue, diciendo obviedades, y retratada de tal forma que parece que no habla de la guerra. En otra columna, traté de hacer un ejercicio sobre cómo esta sociedad del espectáculo ha dado prácticamente el tiro de gracia al periodismo crítico.
Sin embargo, este primer reflejo de la izquierda, entendible debido a nuestra propia experiencia, y que prevalece en muchos círculos, está profundamente equivocado.
Se supone que la izquierda debe enarbolar los ideales más nobles, aspirar a un mundo mejor; y por ello se requiere dejar de pensar el mundo desde dicotomías absolutizadoras. No hay potencia mundial que sea salvadora o buena. Eso ya lo deberíamos haber aprendido. Justo es necesario equilibrar poderes.
El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo. Pese a la frivolidad de Europa (que pretende sí, incrementar recursos y fortalecer la OTAN, mientras no corta relaciones comerciales con Rusia, ojo), el pueblo ucraniano no se merece ser asesinado y torturado. Ellas y ellos, merecen una vida digna y libre, como la merecen los pueblos en Irak, en Siria.
Esta guerra enriquecerá a los que ya son ricos, como siempre. Es así de simple.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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