11 septiembre, 2022
El conjunto de enfermedades que produce un aumento descontrolado de tejidos en el cuerpo se ha vuelto una de las principales causas de muerte en el mundo. Su incidencia aumenta cada año y aunque afecta a todo tipo de personas, cada vez es más clara su relación con las grandes ciudades ¿Qué factores influyen?
Texto: Emmanuel Calderón Pastrana
Fotos: Fernando Carranza/ Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- El cáncer, ese conjunto de enfermedades que produce un crecimiento descontrolado y autónomo de algún tejido en el organismo, se ha vuelto una de las principales causas de muerte a nivel mundial.
La asociación de recopilación de estadísticas Global Change Data Lab, donde colaboran investigadores de la universidad de Oxford, reporta en su sitio web Our World in Data (ourworldindata.org) que una de cada seis muertes está asociada a estas enfermedades.
La Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer, subdivisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que de cada 800 personas en el mundo, una muere de cáncer.
Esta proporción aumenta cada año (la tasa por millón de habitantes aumentó 17 por ciento en dos décadas) y solo es superada por las muertes relacionadas a enfermedades cardiovasculares.
¿Qué está generando este aumento? Nadie tiene una respuesta, pero muchos científicos coinciden en que buena parte de los cánceres están relacionados con factores asociados a nuestro estilo de vida.
Hoy en día mueren 10 veces más personas por cáncer que por la suma de todos los homicidios y suicidios. Pero estas enfermedades no afectan a todos de igual manera. Si bien el riesgo de sufrir un cáncer aumenta drásticamente con la edad, el riesgo de morir de cáncer aumenta drásticamente con la pobreza.
La agencia federal norteamericana Instituto Nacional del Cáncer (NCI) reporta que hay el mismo número de pacientes con cáncer mayores a 66 años de edad y pacientes con cáncer de todos los otros grupos de edad combinados. En particular, el riesgo de contraer cáncer alcanza su máximo para gente entre los 80 y los 85 años cumplidos.
Sin embargo, la edad no es el único factor que afecta la mortalidad. La Asociación Americana del Cáncer (ACS) público un estudio en 2019 revisando 45 estudios independientes de Estados Unidos, Australia, Europa, Canadá y Nueva Zelanda; la mayoría de los estudios concuerdan en que los pacientes en zonas rurales tienen un mayor riesgo de mortalidad asociados a la carencia de hospitales, la detección tardía y al tratamiento inadecuado.
Pero si el riesgo de muerte por cáncer está asociado a las condiciones económicas de quien lo padece, el número de casos registrados no. Por el contrario, el riesgo de desarrollar cáncer es mayor en los países más ricos.
La información publicada por Global Change Data Lab muestra que en los países con economías fuertes la influencia de cáncer aumenta. En 2017, Estados Unidos registró un número de pacientes mayor al 5 por ciento de su población seguido por Canadá, Japón, Australia y la mayoría de la Unión Europea, que registran entre 2 y 5 por ciento. China, Rusia y los países de Europa Oriental registran entre 1 y 2 por ciento y la mayoría de Latinoamérica, África, el medio oriente y el sur de Asia tienen una influencia menor al 1 por ciento.
Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas y se estima que para el 2050 se alcanzará un 75 por ciento de urbanización. Un estudio publicado en 1992 por la Universidad de North Carolina, con información que abarca desde 1950, indica que, sin importar la edad, sexo o etnia, las personas que viven en zonas urbanas presentan un mayor riesgo de contraer cáncer.
Un estudio más reciente publicado por la Academia de Ciencias Médicas de Zhejiang en 2018 muestra que durante el periodo 2002-2015 en la provincia de Shanghái el índice de incidencia de cáncer para áreas urbanas fue 14 por ciento mayor que el de áreas rurales y el resultado lo asocian al estilo de vida “occidental” de mala alimentación y poca actividad física. Un estudio aún más reciente del 2021 publicado por la Academia Nacional de Ciencias Médicas del Hospital Bir en Nepal (NAMS) compara la incidencia de cáncer en la zona urbana del valle de Katmandú con la zona rural de Rukum y observa que el índice de incidencia para Katmandú es 60 por ciento mayor en hombres y 90 por ciento mayor en mujeres, con respecto a Rukum.
Las razones para contraer algún cáncer son muy variadas, pero siempre demuestran un daño en el proceso de replicación del material genético de las células que forman el tejido tumoral.
A nivel general, se estima que más de 90 por ciento de los casos son producto del medio ambiente y el estilo de vida, mientras que menos de 10 por ciento son producto de enfermedades hereditarias.
¿Qué factores son los más comunes? Exponemos aquí los más importantes:
Sedentarismo:
La obesidad es un aumento fuera de lo común de la masa corporal y si este aumento se vuelve autónomo se generará un tumor; la adicción a alguna sustancia, como el tabaco y el alcohol, produce estímulos constantes y anormales en algún tejido que también pueden generar un crecimiento desmedido de los mismos; la poca actividad física reduce la eficiencia del sistema inmune y del sistema endocrino del organismo, que son los encargados de prevenir y controlar enfermedades. Los tratamientos hormonales son otro factor de riesgo pues la función hormonal incluye la proliferación de las células.
Urbanización:
Los factores ambientales asociados a la urbanización generan un daño irreversible y generalizado del material genético y, para la gente que vive en las ciudades, además de que son imposibles de prevenir. Uno de los principales factores en la degradación del material genético es la influencia de la luz ultravioleta (UV) proveniente del sol. Múltiples estudios han establecido una relación directa entre la exposición al UV y el desarrollo de cáncer de piel. Generalmente la UV se separa en tres categorías, dependiendo de su longitud de onda en nanómetros y relacionadas al mecanismo de absorción de UV de la atmósfera. La UVC, que es la más energética (< 280 nm), es absorbida por el oxígeno en la estratosfera generando ozono que es un compuesto radical que funciona como filtro de la UVB (entre 280 y 320 nm) y finalmente el 95 por ciento de la UV que llega hasta la superficie de la tierra es UVA (entre 320 y 400 nm).
Un estudio publicado en 2011 por el Diario de la Federación de Sociedades Americanas para la Biología Experimental (FASEB) demuestra que el ADN se daña cuando se expone a longitudes menores a 305 nm.
Por otro lado, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) emitió un comunicado en 2008 informando que durante 30 años los satélites detectaron un incremento promedio en la UVB sobre la superficie de la tierra de 6 por ciento
En el caso de México, un estudio publicado por la Asociación Química Americana en 2021, colaboración de investigadores del Instituto de Física Rosario de Argentina, el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la UANL y el Centro Nacional para la Investigación Atmosférica de Colorado, determinó que el índice de UV para la zona metropolitana de Ciudad de México ha incrementado 18 por ciento en las últimas dos décadas.
Industrialización:
Un metal pesado es un elemento con una densidad mayor a 5 g/ cm3 como el cadmio, cromo, mercurio, plomo, arsénico que ingresan al medioambiente por medio de las aguas negras, los desechos industriales, el uso de pesticidas y fertilizantes, las pinturas de los transportes y, en el caso del plomo, la combustión de gasolinas con aditivos, práctica que se sigue realizando pese a que el Programa Ambiental de las Naciones Unidas (UNEP) declaró su “final oficial” el 30 de agosto de 2021.
Un estudio publicado por la Universidad del Primer Hospital de Lanzhou en 2016 vinculó, por ejemplo, el desarrollo de cáncer gastrointestinal con la presencia de metales pesados a través de cuatro mecanismos: 1) destruyen la mucosa estomacal que es la barrera entre el ácido estomacal y los tejidos del sistema gástrico; 2) interrumpen las proteínas de reparación del ADN produciendo la propagación de fallos; 3) producen aberraciones en los genes que mutan e incitan la supervivencia y propagación de células dañadas, y 4) son fuente de especies de oxígeno reactivas como el peróxido y el ion hidroxilo. Estos oxidantes son productos naturales del metabolismo celular, pero en concentraciones elevadas superan la capacidad antioxidante del organismo alterando la regulación genética, interrumpen los caminos de señalización y destruyen las grasas y proteínas del organismo.
Radiación:
Un caso especial de oxígenos reactivos son las especies radicales de superóxido y ozono. Una especie radical es un grupo particular de compuesto que son altamente inestables y muy reactivas. Los radicales son oxidantes muy poderosos y causan los mismos problemas que otras especies oxidantes, pero no están limitados al oxígeno y tienen un gran número de reacciones adversas en los organismos que generan un gran número de enfermedades, no solo limitadas a cánceres.
En 1956, el investigador de la Universidad de California, Denham Harman, propuso la teoría de que el envejecimiento de los organismos se produce por los daños que generan los radicales libres en las células.
¿Qué quiere decir esto? El metabolismo normal de las células produce cantidades muy bajas de radicales de carbono y oxígeno; sin embargo, en el medio ambiente se encuentran radicales de fósforo, nitrógeno, yodo y azufre que son producto de la combustión y la radiación. La llamada “enfermedad aguda por radiación” es una reacción radical letal en los organismos que ocurre en el ADN o las proteínas. Generalmente estas reacciones simplemente matan a las células, razón por la cual la radiación por rayos X en bajas dosis se ha usado para el tratamiento y destrucción de células cancerígenas, pero en dosis elevadas, como las que reciben los mineros de uranio, se ha observado una incidencia más alta en contraer cáncer. La mayoría de los científicos concuerda en que el riesgo de contraer cáncer aumenta con el tiempo de exposición y la intensidad de la radiación. La Prensa de las Academias Nacionales (NAP) en Washington D.C. publico en 2006 un estudio detallado de los riesgos a la salud por la radiación. En el capítulo dedicado a los sobrevivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki con un periodo de observación de 50 años (de 1950 a 1997) determino una alta correlación entre la dosis de radiación con respecto a la distancia de la explosión atómica y el desarrollo de todo tipo de cánceres, principalmente leucemia (cáncer de sangre, medula ósea y sistema linfático).
En diciembre del 2015, durante el III Foro Regional de Salud Urbana de las Américas que se realizó en Colombia, la directora de la Organización Panamericana de la Salud, Carissa Etienne, afirmó que mejorar la salud de la población en esta región “depende, en gran medida, de modificar los ambientes donde las personas viven, juegan, estudian y trabajan”.
La OMS asegura que hasta la mitad de los casos de cáncer son prevenibles, aunque la mayoría de las veces resulta difícil determinar las causas que desatan la enfermedad.
El progreso en materia de tratamientos es significativo, pero solo en las naciones con grandes economías.
“Durante los últimos 50 años, la investigación en prevención y tratamiento del cáncer ha visto un progreso considerable”, ha dicho Elisabete Weiderpass, directora de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). Sin embargo, la diferencia en la disminución de la mortandad todavía es muy grande entre los países.
“Los países con ingresos elevados han adoptado programas de prevención, de diagnóstico y de seguimiento que, asociados a mejores tratamientos, han contribuido a reducir la tasa de mortalidad prematura en 20 por ciento (…) En los países con bajos ingresos la reducción no ha sido más que del 5 por ciento”, dijo Wiederpass.
¿Qué podemos hacer? En su Plan de Acción Global para la Prevención y Control de Enfermedades no Contagiables, la OMS recomienda moderar el consumo de tabaco, que mata más de 8 millones de personas al año (entre cáncer y otras enfermedades); y del alcohol, con un estimado de 400 mil muertes anuales por cáncer. También recomienda evitar el sobrepeso que se ha vinculado con más de 100 mil casos anuales de cáncer de mama; usar protector solar y evitar la insolación sobre todo en los más pequeños. Las lámparas de bronceado artificial también son agentes cancerígenos.
Los gobiernos, dice la OMS, deben contribuir impulsando campañas de vacunación universales. Las infecciones, como la hepatitis y el virus del papiloma humano, son responsables de desatar cánceres como el de hígado y cervicales, respectivamente. También consideran indispensable legislar en contra del uso de agentes carcígenos vinculados al ámbito laboral. Sustancias como los asbestos, el benceno, el gas radón y el cromo siguen siendo usados de modo generalizado, pese a que se ha demostrado que son nocivos para la salud.
“Si podemos identificar las interrogantes científicas más apropiadas a la situación de cada país, si establecemos medidas solidas de lucha contra el cáncer con cobertura sanitaria universal y si movilizamos los distintos actores pertinentes para que trabajen en conjunto, podemos salvar al menos 7 millones de vidas durante la próxima década”, ha asegurado Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.
Entusiasta de la química y la física que busca encontrar en los libros los medios para combatir una clase de desequilibrio que, por normalizado, permite que alguien acumule objetos mientras sus vecinos acumulan enfermedades
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