2 diciembre, 2022
En 2021, Ecuador exportó unas 17.800 toneladas de esta ‘fruta del dragón’ lo que ha significado una expansión de la frontera agrícola y la deforestación una región entera
Texto: Gabriela Ruiz Agila @GabyRuizMx
Fotos: Josué araujo IG: @la.mala.foto
PALORA, PROVINCIA DE MORONA SANTIAGO.- Las primeras indagaciones sobre Palora remiten a un lugar de aventureros, ‘buscafortunas’ o —incluso— forajidos. Ubicada a 375 kilómetros de Quito, en el centro sur de la Amazonía ecuatoriana, a este municipio de más de ocho mil personas se puede entrar ahora por tierra; pero hasta 2015, cuando se inauguró el puente de acceso, la única opción era cruzar el gran río Pastaza o sus afluentes. Era como viajar a una pequeña ‘tierra prometida’.
El trayecto de Quito a Palora puede tomar entre siete horas y media, y ocho horas, dependiendo del estado de las vías. Al amanecer del 30 de septiembre, la primera imagen de Palora es el Sangay. Como salido de un libro de ilustraciones para botánicos, geógrafos o exploradores del siglo XIX. Sereno. Otros días presenta explosiones, columnas de ceniza, flujos piroclásticos y lava. Se dejan ver las extensiones de pitahaya, van alargándose en la carretera como brazos, como patas, como cabellos o extremidades de un dios de los cactáceos.
A las 07:00, el Sangay se arropa con nubes y se oculta de los extraños. Y el pueblo se ha movilizado a las haciendas que cultivan la pitahaya. Esta es la historia de Palora, una comunidad marcada por el auge de los monocultivos a lo largo de su existencia, vinculada al mejor té negro y la pitahaya con calidad de exportación. Pero también un pueblo en el que el avance de la frontera agrícola —y la deforestación que conlleva— pone en riesgo sus bosques nativos, considerados por los registros mundiales como parte de la gran reserva amazónica necesaria para enfrentar la emergencia climática.
Amarillo por fuera y de pulpa jugosa y clara, crece el ‘fruto del dragón’ en Morona Santiago, la provincia con mayor volumen de deforestación en Ecuador, y por tanto, prioridad del Plan Nacional de Restauración Forestal 2019-2030. El lucrativo cultivo de esta planta rústica amenaza la conservación de bosques nativos en esta provincia que, en 2020 registró el 66,96% de incidencia de pobreza extrema multidimensional sobre una población de 7.884, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). La expansión de la frontera agrícola y la tala ilegal son frecuentes para obtener medios de subsistencia, precisamente en la ruralidad donde la pobreza alcanza al 74% de la población.
En Ecuador, se cultivan la pitahaya roja (Hylocereus undatus Britt et Rose) y la amarilla (Selenicereus megalanthus Haw). Existen dos ecotipos de la pitahaya amarilla: la primera, denominada ‘Pichincha’ o ‘Nacional’; y la segunda, conocida como ‘Palora’. La pitahaya de Palora es una de las pocas de la Amazonía ecuatoriana que obtuvo la ‘Certificación de Denominación de Origen’ y su peso puede llegar hasta los 350 gramos, casi doblando el promedio de peso de otras variantes en la región amazónica.
En 2021, Ecuador exportó unas 17.800 toneladas de pitahaya, según Agrocalidad —entidad adscrita al Ministerio de Agricultura—, 60% más que en 2020. La fruta se exporta a 27 países durante todo el año. Estados Unidos es su mayor mercado, con el 84%; seguido por Colombia, con 5,4%; y Singapur, con el 2,7%. En 2019, Estados Unidos importó 3.267,83 toneladas métricas de la fruta, superando a Hong Kong, que hasta 2018 fue el principal comprador. En Europa los principales mercados son Bélgica, Dinamarca, Francia, Suecia, Reino Unido, Holanda, España, Suiza, Alemania y Finlandia.
El cultivo no tradicional registra en Ecuador 1.528 hectáreas de pitahaya, con un rendimiento promedio de 7,6 toneladas por hectárea en 2021. Requiere cuidados, uso de fertilizantes orgánicos y químicos en grandes cantidades, que van deteriorando los suelos.
Hasta diciembre de 2021, se registraron 2.051 sitios de producción para exportación de pitahaya en Ecuador, de los cuales, Morona Santiago congrega el 65%, siendo Palora la principal productora en esa provincia. Y Morona Santiago concentra 80 de los 167 centros de acopio registrados por Agrocalidad para la emisión de los certificados de exportación.
El otro lado de la moneda: a pesar de que en 2013 el Gobierno nacional creó el Plan Nacional de Forestación y Reforestación, Ecuador es el país con la mayor tasa de deforestación de Latinoamérica en comparación con su tamaño, incluso más que Brasil. La expansión de la frontera agrícola y ganadera, el desarrollo de infraestructura, explotación de hidrocarburos y concesiones mineras, así como la tala ilegal de madera, y el establecimiento de monocultivos son las principales causas de la deforestación en el país.
Entre 1985 y 2020, Ecuador sufrió la deforestación de más de 623.000 hectáreas de bosques en la Amazonía, a un ritmo de “cinco canchas de fútbol por hora”, reveló la investigación desarrollada por MabBiomas, la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), que incluye a Fundación EcoCiencia.
Sólo en Morona Santiago, entre 2001 y 2020, se deforestaron más de 158 mil hectáreas de bosque nativo, que equivalen al 25% del total de la deforestación de toda la Amazonía ecuatoriana. Morona Santiago, Sucumbíos, Orellana y Zamora Chinchipe concentran el 77% de la deforestación de la Amazonía de Ecuador.
La deforestación es el problema ambiental más grave que tiene Ecuador, a causa de actividades agropecuarias: se tala el bosque nativo para cultivos y crianza de ganado. El uso y cobertura de suelo es clave. Si bien el 40,9% de Morona Santiago se encuentra bajo protección por el Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP), en 422.560,17 hectáreas hay una grave amenaza contra las áreas protegidas y los bosques protectores, que equivalen al 18% del territorio: Reserva Biológica El Quimi, Parque Nacional Sangay, Parque Binacional El Cóndor, Siete Iglesias, Río Negro Sopladora, Tambillo.
Desde 1990, el uso del suelo en Morona Santiago ha cambiado, gradualmente, de bosque nativo a tierra agropecuaria, según un estudio de la Escuela Politécnica del Chimborazo (ESPOCH), de 2022. Se establece que las áreas deforestadas representan un 0,73% del total de bosques protectores y un 0,27% del área protegida de la provincia.
Las cifras de la Prefectura de Morona Santiago, en su Plan de Desarrollo, refieren que el 12% del territorio está ocupado por pastizales. Sin embargo, una de las principales problemáticas es la pérdida de bosques nativos por pastizales, afectando a los bosques protectores Kutukú-Shaime, Abanico y Micro-cuenca Río Blanco.
El estudio de la ESPOCH identifica la pérdida de bosque por el cambio a tierra agropecuaria, generando una franja que comienza en la ciudad de Palora, pasando por Pablo Sexto, Morona, Sucúa, Santiago, Limón Indaza, San Juan Bosco, hasta terminar en Gualaquiza.
La pérdida de bosques nativos afecta a la biodiversidad de flora y fauna, especies endémicas y a los pueblos originarios, como los Shuar y Achuar, que tienen una estrecha relación con la selva. En esta situación se encuentra el cantón Palora. Más del 50% de su territorio pertenece al área protegida del Parque Nacional Sangay, declarado Patrimonio Natural de la Humanidad en 1983. Desde inicio de la década de los noventas, la deforestación se ha incrementado en forma continua como demuestra un estudio de Rodrigo Sierra, llamado ‘Patrones y factores de deforestación en Ecuador’ (se consolidan los resultados en la gráfica).
El problema de la deforestación en Morona se agrava con las 820 concesiones mineras en la provincia, que abarcan 489.754,53 hectáreas, equivalentes al 20,78%. Sólo en el bosque protector Kutukú-Shaime existen 45 concesiones mineras para explotación de oro, plomo, cobre y plata y materiales no metálicos, como arcilla, mármol, y arena, según refiere el Plan de Desarrollo provincial 2019-2023.
El artículo 406 de la Constitución ecuatoriana señala que el Estado regulará la conservación, el manejo y el uso sostenible, la recuperación, y las limitaciones de dominio de los ecosistemas frágiles. Sin embargo, es competencia de los municipios regular el uso de suelo.
Según su Plan de Desarrollo —2020—, la superficie del bosque en Palora corresponde a 109.515 hectáreas, los pastizales a 16.442 hectáreas y los cultivos a 10.067 hectáreas, que equivalen al 6,94%. Las zonas deforestadas están distribuidas sobre todo en las parroquias de Sangay, 16 de agosto y Arapicos. Los registros municipales indican que sólo 5.003 hectáreas presentan un nivel “muy alterado” de la cobertura vegetal. Sin embargo, antes de la pitahaya otros cultivos se sembraron de manera extensiva: la caña de azúcar y el té en una comunidad que nació de la Reforma Agraria y la colonización de la Región Amazónica. En 1964, una alianza entre Ecuador y Suiza permitió la creación de la Compañía Ecuatoriana del Té para sembrar más de 875.000 plantas de té en 500 hectáreas, reseña en su historia el Municipio de Palora.
Fue el auge de la producción del té el antecedente de la creación del cantón Palora, en 1972, con sus parroquias: Metzeras, Arapicos, Cumanda, Sangay y Huamboya. Llegaron trabajadores que luego se convirtieron en propietarios, finqueros y colonos, que hasta 2015 sembraban yuca, plátano, papa china, naranjilla, caña de azúcar y explotaban madera.
En el caso de Palora, la normativa que regula el uso del suelo ha sido modificada en función de la rentabilidad del cultivo de Pitahaya, generando la expansión del cultivo de forma intensiva, dejando de lado la utilización racional del recurso suelo, “afectando las zonas de reserva y amortiguamiento, lo cual en el mediano y largo plazo generará efectos nocivos sobre el suelo, el agua y el entorno en general” explica la Ordenanza de acciones inmediatas previas a la implementación del Plan de uso y gestión del suelo para el cantòn Palora 2022-2032.
En noviembre de 2020, en plena pandemia por COVID-19, Palora expidió su cuarta reforma al Plan de Desarrollo y Ordenamiento Territorial (PDOT) de 2010 a 2025. En 2013 ya se reformó en tres ocasiones el PDOT para establecer el marco de desarrollo de la dinámica productiva de la pitaya.
Las históricas fincas de 50 hectáreas poco a poco han ido desapareciendo al ser fraccionadas en pequeñas parcelas para sembrar pitahaya. El tamaño de las Unidades Productivas Agrícolas (UPA) oscila entre tres hectáreas o menos (35,6%) y entre cuatro y 10 hectáreas (26,6%), según el estudio de Víctor Quezada, Marco Ávila y Yonimiler Castillo, de 2021. Existen 545 fraccionamientos de las fincas, muchos de ellos irregulares, lo que provoca apertura de vías y un mayor impacto de los efectos del cambio climático.
El PDOT 2010-2015 limitaba y suspendía la expansión de la frontera agrícola de la pitahaya y toda nueva adecuación del suelo rural, a fin de preservar la conservación de ecosistemas frágiles en áreas protegidas y forestales. Sin embargo, la actualización del PDOT para 2020-2030 plantea un incremento del 85% de producción de pitahaya, con lo cual continúa la presión sobre el uso del suelo y los problemas de degradación ambiental, que incluye el uso de agroquímicos.
La pérdida de bosques puede afectar negativamente a las reservas de agua dulce, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y es igual de preocupante que la contaminación del agua.
La contaminación ambiental se produce por agentes fisicoquímicos o biológicos, sobre todo contra la contaminación química derivada del uso de agroquímicos y fungicidas. Se ha identificado la presencia dañina del ingrediente químico difenoconazole, frecuente en el tratamiento fitosanitario en seis de los 11 fungicidas más utilizados para el tratamiento fitosanitario de pitahaya. Según el diagnóstico del PDOT 2020-2035 de Palora, 77% de los productores utiliza productos químicos, frente al 23% que utiliza productos orgánicos.
Palora cuenta con la Ordenanza para la protección y restauración de fuentes de agua, ecosistemas frágiles, biodiversidad y servicios ambientales a través de la creación y gestión de la figura de Áreas de Conservación Municipal y Uso Sostenible (ACMUS), aprobada en diciembre de 2020. De acuerdo con su alcalde, Luis Heras Calle, las ACMUS fueron identificadas y delimitadas en Palora con el apoyo de Naturaleza y Cultura Internacional y Andes Amazon Fund, y se estima que existen 3000 hectáreas de plantaciones de pitahaya que contaminan las fuentes de agua por la filtración de los productos químicos utilizados en los cultivos.
Palora está próximo al Parque Nacional Sangay, se beneficia de sus bosques y de los ríos, condiciones ideales para una buena cosecha. La ciudad se localiza dentro de la rica red hidrográfica de la cuenca del río Pastaza, compuesta —a su vez— por 21 microcuencas de los ríos Llushin y Palora que, junto a otros como Chinchin, Encanto, Amundalo, Numbayme, Metzeras y Kirin suman un área de 145.108,26 hectáreas.
El río Numbayme con un área de 6.950,70 hectáreas, es de donde la ciudad se abastece de agua para consumo humano. Al momento, de este río se capta el agua que, luego de pasar por la planta de tratamiento, se distribuye a toda la ciudad. La cobertura del servicio de cobertura de agua potable es del 70% del territorio.
El cambio del uso de suelo implicó que los pastizales se usen para la crianza de ganado o el cultivo de naranjilla o caña de azúcar. En los noventas, los comuneros empezaron a sembrar pitahaya, muchos de ellos eran migrantes en Europa o Estados Unidos y decidieron regresar para apostar sus ahorros en este cultivo no tradicional, cuentan los lugareños.
El 45,9% de la Población en Edad de Trabajar (PET) en áreas urbanas se dedica a las actividades agropecuarias, y el 68% de la población rural. Existen alrededor de 2.043 hectáreas de pitahaya sembradas, según datos levantados en 2021, con base en encuestas.
En 2002 se creó la Asociación de Productores de Pitahaya del Ecuador (APPE) y en 2005, se realizaron las primeras exportaciones. Cuando la pitahaya paloreña fue incluida en la canasta de productos de Ecuador en 2015, se marcó un hito en el crecimiento de exportaciones a 28 países. En 2015, la producción de una hectárea de pitahaya podía llegar a costar unos $32.00 dólares, con un precio por kilo o caja de $5 dólares. El kilo de la fruta, en su mejor momento, se vendió en 9 o 10 dólares, y actualmente está entre 3 y 4.
Palora pasó de producir 35 toneladas de pitahaya, a generar 6 mil toneladas en 2019, analiza la Revista Ciencia Digital, lo que evidencia “la falta de regulación que determina el uso y gestión del suelo rural es la que ha generado cambios sustanciales en la ampliación de la frontera agrícola, cambio de uso y concentración del monocultivo”.
Para 2019, la venta de pitahaya paloreña superó los $35,3 millones de dólares. Particularmente, ese año, la exportación alcanzó el 80% de los ingresos del cantón Palora y aportó al Estado $20 millones de dólares. Alrededor de 8 millones de kilos al año se colocaban en mercados de países asiáticos, de Norteamérica y europeos.
Según datos del Municipio de Palora, los cultivos establecidos y registrados por la autoridad local alcanzan un 0,9% con relación a la extensión de todo el cantón. Sin embargo, un recorrido por carretera y caminos lastrados revela un cultivo generalizado en diversas propiedades, que escapa a la regularización y control de las autoridades.
La cifra contrasta con los registros de la autoridad nacional. En 2019, según el Ministerio de Agricultura, Palora contaba con 672 productores, que tenían sembradas 1.528 hectáreas, de las que 664 estaban en producción. Basta con hacer un recorrido por el sector de Arapicos, donde se aprecia que el suelo está ocupado casi en su totalidad por cultivos de pitahaya.
Para este reportaje, visitamos Pukuna Farms y la Hacienda Sangay, propiedad de la Compañía Nacional de Té Sangay, en Palora. Llegamos a esta comunidad para conocer cómo los productores de pitahaya intentan equilibrar el cultivo y la cosecha de pitahaya con la preservación de bosques primarios y secundarios en Morona Santiago.
Pukuna Farms, exhacienda Prócel, es reconocida entre las mayores productoras de pitahaya de exportación en Palora. La finca cuenta con 97 hectáreas, de las cuales 39 se destinan para el cultivo de pitaya convencional, explica la ingeniera Mayra Toapanta, de 27 años, coordinadora del sistema de gestión. Nos lleva por un recorrido de dos horas en los plantíos y rincones de la finca: un mirador con vista al río Pastaza, cascada, espacio para camping, y una ruta para senderismo dentro de la Reserva Natural Numbayme, de 1,5 Kilómetros, de la cual son custodios.
Si bien la finca puede consolidarse como un gran atractivo turístico de la zona, su actividad principal es el cultivo de pitahaya. Pukuna tiene un rendimiento de 15.000 kilos de pitahaya por hectárea. En 2019 alcanzó una producción de 125.000 kilos, según la Revista Líderes. Además, la empresa compra pitahaya a 200 productores locales para envío a los mercados asiáticos y de Estados Unidos.
La pitahaya se cosecha cuatro veces al año, siendo la temporada más alta entre diciembre y marzo. La siembra se realiza en la fase lunar de cuarto creciente. Es curioso que la flor de la pitahaya florezca en la noche y viva sólo un día. Es vistosa y fragante. Toapanta explica que la principal actividad de Pukuna es el cultivo y la cosecha de pitahaya amarilla en 84 hectáreas.
Un censo botánico realizado por Pukuna Farms en la Reserva Ecológica Numbayme, en noviembre de 2021, identificó más de 125 tipos de árboles arbustos, suculentas, lianas, hierbas y plantas medicinales en 25 hectáreas.
Entre los árboles más comunes se encuentra el pigüe/pivi/piwi que, al igual que la balsa o wawa, es empleado por su madera blanda para techos, puntales y fabricar cajas de fruta. La tala ilegal de árboles es uno de los problemas más graves que afecta a Morona Santiago y Pastaza, donde se puede pagar hasta 22 centavos de dólar por árbol, según recogió Connectas, con cifras del 2020.
Sin embargo, la licitación del bloque 70 en Palora está pendiente y la producción petrolera podría representar uno de los mayores peligros para su conservación.
El Plan Nacional de Restauración Forestal 2019-2030 (PNRF) se expidió el 09 de julio de 2019, mediante Acuerdo Ministerial No. 065, para priorizar procesos de restauración forestal a nivel nacional y contribuir a la reducción de la tasa neta de deforestación y a las políticas de mitigación del cambio climático.
En respuesta a una solicitud de información, el Ministerio del Ambiente, responsable en materia de forestación y deforestación, explicó que el Plan Nacional prevé implementar acciones de restauración por 1.000 hectáreas en Morona Santiago en 2022, políticas sobre las cuales se requiere seguimiento. Refirió que la situación de conservación del Bosque Abanico se encuentra en 4.456 (73% corresponde a cobertura vegetal), del Bosque Kutukushaimi con 349.718 hectáreas (92% bosque natural), y del Parque Nacional Sangay, con una superficie de 48.12 hectáreas (58% de bosque natural y 34% de páramo).
El Sistema Nacional de Monitoreo de Bosques (SNMB) registra en Morona Santiago programas de áreas de deforestación recuperadas en los cantones de Santiago Méndez, entre 1990 y 2008, y Sevilla de oro entre 2008 y 2014, pero no hay acciones en Palora.
El Proyecto Socio Bosque (PSBII) del Ministerio del Ambiente es un esquema de conservación de bosques, páramos, manglar y otros ecosistemas nativos de Ecuador. Desde su creación, en 2008, entrega incentivos monetarios a aquellos socios privados y comunitarios que se comprometen a conservar áreas boscosas, manglares y páramos, presentes en sus predios o territorios. El monto del incentivo depende del número de hectáreas que forman parte de este programa, y podría ser alrededor de $30 dólares por hectárea por año. El Proyecto Socio Bosque tiene 85 compromisos firmados en Palora, de los cuales se derivan 67 beneficiarios para la conservación de 4.503,38 hectáreas.
En la Compañía Ecuatoriana del Té (CETCA), una de las empresas productoras de té más importantes de Sudamérica, desde 1964 establecida en Morona Santiago, está Milton Velín a punto de jubilarse, con 36 años de servicio en la supervisión de campo. La hacienda tiene una extensión de 946 hectáreas, de las cuales, 530 se destinan al cultivo de té, y dos hectáreas de cultivo de pitahaya orgánica en Hacienda Sangay, desde donde salió el primer embarque al extranjero con estas características. Es política de la compañía conservar el bosque nativo y sembrar árboles frutales y maderables. La hacienda Sangay cumple con normas de sostenibilidad ambiental, social y económica, por lo cual cuenta con el certificado de Rainforest Alliance.
Milton avanza en trayectos dentro de la madreselva que se conserva aún en 339 hectáreas que guardan bosque primario, reforestado y árboles maderables; incluso 35 hectáreas de bosque de eucalipto.
—¿Cómo se diferencian los árboles machos y hembras?
Con sus manos toma unas ramas y mueve las hojas de un árbol joven de guayusa para mostrar las semillas que los pájaros o el viento transportan para lograr el proceso de polinización. Arranca unas cuantas hojas de guayusa y las estruja entre las manos para despertar sus propiedades. Un olor perfumado se alza desde el verdor de una planta mágica que contiene el doble de cafeína que el café y se usa en ceremonias ancestrales, como un ritual cotidiano en la mañana, para empezar la jornada y contar sueños en comunidad.
—Don Milton, ¿dónde está uno de los árboles más antiguos de la Hacienda Sangay?
—Hay que caminar por largos tramos bordeando los cultivos de té, hasta por tres o cinco horas entre antiguos y nuevos senderos.
Don Milton explica que hay que caminar desde temprano para adentrarnos en el bosque y visitar algunos de los árboles más viejos y, probablemente, centenarios.
—Aquí está el árbol llamado ‘Matapalo’—dice, señalando un árbol gigante. El nombre se debe a que tiene unas ramificaciones que abrazan a otro árbol y lo van matando. Un árbol de 100 años, con 30 metros de alto. Tiene un fuste grueso, ancho. Tiene raíces y bordes fuertes que se levantan sobre unos dos metros de altura. Es un Matapalo que vivirá muchos años y se levantará lo más alto que pueda.
Los bosques húmedos tropicales del centro sur de la Amazonía conservan el 80% de su cobertura vegetal original. Estudios realizados en la región, como el “Análisis de vacíos y prioridades de Conservación de la Biodiversidad Terrestre en Ecuador continental” reconocen que, a pesar del gran vacío de investigación científica respecto al centro sur de la Amazonía (Pastaza y Morona Santiago), “esta es un área irremplazable”.
Actualmente, el Ministerio de Agricultura, así como varias organizaciones de la sociedad civil, apoyan emprendimientos que busquen la conservación de la selva amazónica, con un fuerte componente cultural en la visión de los pueblos originarios. “Los territorios y los pueblos indígenas de la Amazonia han sido históricamente los primeros guardianes de esta región, que se encuentra relativamente protegida gracias a la existencia de los resguardos indígenas…”, se lee en el documento sobre Territorios amazónicos y su contribución al cumplimiento de los compromisos en materia de cambio climático y biodiversidad.
Para los Shuar, habitantes de la selva, “el respeto por el árbol viejo es el respeto por el antepasado y a través de ellos, es el respeto a la comunidad”. Esta premisa la recoge Stephanie León, en su estudio de paisajes y mitología arbórea ecuatoriana. Por ejemplo, bajo la sombra de la Palmera de Chonta, se celebran cantos y danzas para asimilar el conocimiento.
2022 marcó el compromiso de las provincias de Tungurahua, Pastaza y Morona Santiago, dentro de los municipios de Baños, Mera y Palora para hacer realidad la declaratoria del Corredor Ecológico Llanganates-Sangay (CELS). 41.517 hectáreas que son consideradas el refugio emblemático de flora y fauna, debido a su estratégica ubicación geográfica que alberga variedad de microcuencas, hábitats y paisajes. La categoría de corredor ecológico no existe como tal, así que los tres municipios otorgaron la categoría de Área de Conservación y Reserva Ecológica.
“Con el proyecto se espera que 22.000 nuevas plantas —entre forestales y frutales de especies nativas— cubran áreas degradadas de las fincas de alrededor de un centenar de familias campesinas; entre estas, familias indígenas de las nacionalidades Kichwa y Shuar”, destacó Jorge Rivas, oficial senior de conservación de World Wildlife Fund (WWF) Ecuador, que desde 2013 impulsa en este proyecto. Se busca generar medios de vida para la población beneficiaria con el desarrollo de actividades de subsistencia que vayan disminuyendo el impacto contra los bosques.
Un bosque es una formación vegetal que cubre la superficie de por lo menos una hectárea, donde dominan árboles nativos de más de cinco metros de altura, de edades y portes variados, define el Ministerio del Ambiente. Un bosque primario está compuesto de especies nativas y donde no existen indicios de actividad humana. La urgencia de implementar políticas en Palora para frenar el avance de la frontera agrícola y extractivista expone los peligros de la deforestación en una región biodiversa que está apostando por la subsistencia del patrimonio natural, entre la falta de control y la pérdida de soberanía sobre sus recursos.
Gabriela Ruiz Agila @GabyRuizMx Investigadora en prensa, migración y derechos humanos. Cronista. Es conocida como Madame Ho en poesía. Premios: Primer lugar en Premio Nacional de Periodismo Eugenio Espejo [Ecuador, 2017]; segundo lugar en el Concurso Nacional de Poesía Ismael Pérez Pazmiño con Escrituras de Viaje [Ecuador, 2016]; primer lugar en Crónica del Cincuentenario organizado por la UABC con Relato de una foránea [México, 2007].
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