El país entero llora. No saben si es alegría, si es tristeza, si son los recuerdos. Pero todas las generaciones lloran por su país mientras la generación Bicentenario, sigue en pie buscando un nueva Constitución
Texto: Stephania Corpi
Fotos: Juan Pablo Azabache
PERÚ.– Las manifestaciones pacíficas en todo Perú en contra de la destitución de Martín Vizcarra se convirtieron en una serie de flagrantes violaciones a derechos humanos por parte de la Policía Nacional de Perú. La represión que sufrieron cientos de jóvenes en las protestas de la noche del sábado 14 de noviembre tuvo como saldo dos muertos, 63 hospitalizados, cerca de doscientos heridos, desaparecidos, un caso de violencia sexual y una menor que fue detenida.
“Yo estaba trabajando ese día y viendo la retransmisión en vivo del Congreso cuando vi los resultados de la votación. Cuando salen los 105 votos, hablé con varias personas que trabajan en el Estado para entender qué seguía, qué pasaba. Parecía que iban a cambiar todo el gabinete y pintaba que iba a ser de ultraderecha”, explica Inés Hernández, 35, que ha sido consultora de programas sociales para instituciones dentro y fuera del gobierno.
Inés juntos con varios más, se pusieron de acuerdo para ir a marchar esa misma noche frente al Palacio de Congreso, el 10 de noviembre, al que nunca pudieron llegar. “Lo que más me impresionó es que el segundo día, mientras había gente cantando, la policía empezó a lanzar gases lacrimógenos. Era por la mañana, yo estaba a un metro de ellos y desde ahí lanzaban gases”.
Ese fue el detonador. Inés y varios más, llegaron a casa y cuando vieron las noticias no había nada de las marchas y lo poco que había, transmitía cosas completamente distintas a lo que vivíamos en las calles. Como ocurrió en la época de Fujimori.
Gracias a los medios técnicos de tres colectivos de DJ’s, con cuentas de influencers, de bandas de música, plataformas de periodismo de investigación y medios como Ojo Público, Wayka y La Mula, colectivos feministas, y organizaciones como #NoaKeiko, formaron una plataforma para retransmitir y verificar información de las manifestaciones y abusos policiales fuera de la prensa oficial.
El 14 de noviembre periodistas y el cuerpo de emergencias de la Cruz Roja y otros grupos de ayuda médica, se encontraron también en un fuego cruzado que no perdonó etiquetas. “La policía no tenía reparos en disparar a personas de primeros auxilios, aunque estuvieran señalizadas” explica Andrea, una desactivadora de bombas de 28 años.
“Yo ingresé a través de un grupo de feministas. Lanzaron una convocatoria para ser parte de una brigada, una era de desactivadoras de bombas y otra de primeros auxilios, aunque el trabajo fue en conjunto”, explica la chica que al ver la cantidad de jóvenes manifestándose decidió prepararse para ayudar a los brigadistas.
Hubo emboscadas, ataques desde un helicóptero, disparos de perdigones, balas de cristal y gases lacrimógenos, además de lesiones de ojos, golpes, secuestros, acoso psicológico, y abuso de poder.
“Algunos manifestantes intentaban romper la línea policial para poder llegar al Congreso. La represión sin duda fue violenta. Estaba todo muy oscuro, pero disparar perdigones a tan poca distancia, algo iba a terminar mal”, explicó Rodrigo Abd, fotoperiodista de The Associated Press. Y agrega que, de no llegar un grupo de universitarios con una bandera de Perú a lo alto, probablemente las cosas no se habrían enfriado y el saldo sería aún mayor.
El coraje de “La Generación del Bicentenario” es producto de décadas de inestabilidad política y abusos. Feministas, universitarios, TikTokeros, hijos de migrantes de otras provincias, indígenas se unieron en una sola voz para reclamar una destitución que, si bien tuvo una considerable mayoría parlamentaria, no estaba respalda por el pueblo peruano.
El grupo de Inés, ha hecho clips para documentar la represión con videos de ciudadanos del #14N, el contenido llegó a más de 3 millones y medio de usuarios, y “seguimos rastreando videos sobre el asesinato de Inti y Bryan”, explica.
En una pancarta se leía “somos la generación de cristal, si se rompe corta”, y Manuel Merino con su efímera llegada el poder después de organizar el golpe fue el primero en pisar los vidrios y salir huyendo. Su presidencia no duró más de tres días dejando paso a Francisco Sagasti quien desde el lunes 16 de noviembre es presidente interino de Perú.
Sagasti, a quien muchos comparan con Valentín Paniagua presidente interino después de la renuncia desde Japón de Alberto Fujimori, ha tomado las riendas de uno de los países más afectados por el covid-19 que hasta agosto de este año tenía una tasa de mortalidad de 85.8 muertes por cada 100 mil habitantes; según cifras oficiales, la de México es de 49 por cada 100 mil.
Su tarea será la de llegar a unos comicios democráticos en abril del próximo año mientras el país entero clama justicia por la muerte de Inti Sotelo, 24, y Bryan Pintado, 22, a quienes hoy muchos consideran héroes. La muerte de los dos jóvenes aceleró la renuncia de Merino. Y aunque los promulguen de héroes, es imposible perder de vista que esos dos chicos no salieron a las calles a morir sino a ejercer un derecho.
Una de las grandes motivaciones para los jóvenes para salir a marchar fue su educación. La especialista en educación de 45 años, Mariana (pseudónimo), graduada de Harvard, explica que por décadas ha sido un tema del que los políticos se han servido para financiar partidos.
“Fujimori liberalizó el tema educativo. Se pueden abrir universidades sin ningún estándar. A lo largo de los años se degeneró a tal punto que existían universidades que eran únicamente la fachada de un edificio”, explica.
En Perú, hay varios grupos políticos que se han dedicado a estas estafas. El grupo de los Luna, con Telesup, el de César Acuña al norte del país con las universidades César Vallejo, Acción Popular con la Universidad San Ignacio de Loyola, y más, que han tenido escándalos de lavado de dinero y han financiado varias campañas políticas a cambio de favores.
Todos estos grupos, están representados en el Congreso y las universidades son parte de la fuente de financiamiento de estos partidos. “Las víctimas han sido miles de estudiantes, y muchas generaciones que o no han podido tener un título universitario o no han tenido una educación de calidad”, explica Mariana.
Y fueron ellos los que vacaron a Martín Vizcarra porque la Ley de Universidades intentaba ordenar todo eso. La larga lista de problemas políticos con los que carga Perú simplemente explotó el #14N. La historia del milagro peruano es un agridulce crecimiento económico por encima del seis por ciento del PIB durante casi una década, pero que estuvo acompañada de desigualdad, matanzas, protestas, problemas ambientales y una clase política manchada por la corrupción. El escándalo Lava Jato salpicó a todos los expresidentes de Perú de los últimos 30 años; Alan García, la familia Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski son todos perseguidos por delitos de corrupción.
García, quien fuera el último bastión del APRA, decidió quitarse la vida en abril de 2019 para no enfrentar los cargos después del escándalo de Odebrecht. Alejandro Toledo, a quien bautizaron como el “cholo sagrado”, está hoy prófugo, Ollanta Humala y Alberto Fujimori están encarcelados mientras que Kuczynski tiene arresto domiciliario desde su renuncia el 23 de marzo de 2018.
Martin Vizcarra, quien fuera Vicepresidente de Kuczynski, subió al poder y su gobierno tuvo como primer objetivo el combate a la corrupción. Sin claras afiliaciones políticas ni compromisos, juró llevar el mandato de PPK a término sin lanzarse a la presidencia en 2021. En septiembre de 2019, en un intento por acabar con las malas prácticas dentro del legislativo, cerró el Congreso de Perú llamando a elecciones en enero de este año.
El hecho, molestó a más de una bancada y después de dos intentos, y acusaciones no comprobadas, lograron destituirlo por el recurso de “vacancia presidencial por permanente incapacidad moral”. El expresidente habría recibido supuestos sobornos de más de 634 mil dólares durante su mandato como gobernador regional de Moquegua en 2014.
Ninguno de los cargos ha sido comprobado, pero más allá de la culpabilidad o inocencia de Vizcarra, las manifestaciones iban directamente en contra del Congreso.
“Esta marcha, no estaba organizada, no había partidos, había coraje. En este contexto de pandemia y tanto dolor, la gente no entendía que cambiaran a un presidente”, explica Inés. La plataforma que lograron consolidar ahora intenta explicar a los jóvenes qué sigue, por qué una nueva constitución, qué pasa en Chile y Guatemala y qué podría pasar en Perú.
En las marchas, fue impresionante la unión que había en la población, que es algo que nadie había visto antes. Sin tener una organización, porque la gente sin más iba llegando y se iba juntando, había un ecosistema que funcionaba para protegerse. Corrían los desactivadores de bombas cuando tenían que hacerlo y había muchísimas chicas; la gente se corría para atrás para intentar salvarse de inhalar los gases, la resistencia en primera línea, los de soporte en la segunda, primeros auxilios en la tercera.
“Pero ¿cómo traducir esa unión en algo que llegue a la institucionalidad?”, se pregunta Andrea.
“Lo que tenemos hoy es un sistema que nos muestra lo fácil que es vacar a un presidente, aun que haya más de 60 congresistas con procesos delictivos abiertos. Desde Fujimori, todos nuestros presidentes tienen denuncias. Ya no da para más”, agrega.
Pero la especialista en educación siente que por fin hay una esperanza en el país. “Es una generación de chicos que han crecido de otra forma, han crecido en redes y se informan diferente. Ellos van y contrastan, no se creen todo”.
Asombra la manipulación de medios y la forma en que políticos regresaban al discurso de “Terrucos” aludiendo a la época de Sendero Luminoso.
“Estos chicos de 17 años bailaban en las calles, no crecieron en esa época”, agrega la académica.
Muchos periodistas, productores de noticieros y presentadores presentaron renuncias después de 20 años. Pareciera el regreso de la conocida “prensa Chicha” durante la presidencia de Alberto Fujimori; mientras jóvenes morían en las calles en la televisión podía sintonizarse programas banales desconectados de la realidad.
Los ojos están puestos sobre el nuevo presidente, Francisco Sagasti. Y los jóvenes del Bicentenario, no descansarán hasta tener justicia y sentirse representados en las elecciones del próximo abril.
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