Estos son los primeros 8 episodios de Periodismo de lo posible: historias desde los territorios, una iniciativa construida desde el periodismo y la comunicación comunitaria que narran historias victoriosas de gente que defendió su territorio de la destrucción
Texto: Periodismo de lo posible
Ilustración: Mary Lechuga
CIUDAD DE MÉXICO.- Periodismo de lo posible: historias desde los territorios es una serie de 12 podcasts realizados por periodistas y comunicadoras y comunicadores comunitarios que narran historias de defensa del territorio y de la identidad desde las victorias: muestran los triunfos obtenidos contra el despojo y la destrucción, los frutos de la organización comunitaria, las estrategias y alianzas que han creado las comunidades defendiendo su tierra y su forma de vida.
Es una iniciativa de las organizaciones Ojo de Agua Comunicación, Redes por la Diversidad, Equidad y Sustentabilidad A.C. (REDES AC), Quinto Elemento Lab y La Sandía Digital, las cuales se unieron para impulsar un espacio de formación, compartencia e intercambio donde comunicadorxs popularxs y comunitarixs de México recuperen sus historias actuales de lucha y defensa de derechos, identidad y territorio, y las narren a partir de la resiliencia, la esperanza y lo posible. Lanzada en 2022, la convocatoria llegó a 56 equipos de los cuales fueron 12 de Oaxaca, Puebla, Tlaxcala, Quintana Roo, Sonora, Chihuahua, Hidalgo y Guanajuato quienes fueron seleccionados para contar 12 relatos desde sus propias voces y experiencias de cuidado del ambiente y territorio.
La historia de la comunidad que sacó a una mina de su territorio; un centro comunitario que enseña con el bordado a recuperar la lengua maya; el pueblo que logró cancelar una concesión minera; el trabajo de las mujeres ocupando cargos municipales en una comunidad indígena; la lucha por salvar a un río de la contaminación y muerte; la organización contra la plaga de un gusano que deforesta la montaña; la articulación contra un gasoducto que contaminaría el agua y la tierra; el trabajo con infancias y un carnaval contra la deforestación; el resurgimiento de la alianza de los pueblos originarios contra el olvido, la lucha de mujeres para cuidar el agua y el pueblo que logró sacar a una embotelladora de su territorio: estas son las palabras y voces de resistencia y esperanza.
Todo el contenido puede consultarse y descargarse libremente también desde el sitio oficial del proyecto, para que las voces de los triunfos comunitarios lleguen a más lugares e inspiren a seguir defendiendo la vida.
Desde que se enteraron que la Secretaría de Economía había dado dos permisos para que una minera canadiense explotara su territorio, la comunidad indígena de Tecoltemic enfrentó la amenaza de que el proyecto desgajara el cerro, extrajera y contaminara el agua, dividiera a la comunidad y les obligarnos a desplazarse. Pero las 129 familias se negaron a que su territorio con cerros se convirtiera en un profundo hoyo e iniciaron un largo proceso para enfrentar al gigante minero.
En lo alto de un cerro y rodeada de la selva maya, una gran palapa alberga un taller de bordado que entrelaza hilos multicolores, resistencias y luchas ante el despojo, la devastación y la muerte provocada por las imposiciones culturales y los megaproyectos que invaden la península de Yucatán. Niñas, niños, madres y abuelas se reúnen a bordar por la alegría de vivir, por estar juntas, para volver a hablar la lengua maya y para reconocer su legado cultural.
Cuando se enteraron de que el agua de sus pozos estaba contaminada y escaseaba por la sobreexplotación que realiza la agroindustria para exportar hortalizas, las mujeres de las comunidades de Guanajuato se organizaron. Sus familias tenían sed: se estaban envenenando y enfermando por beber de esa agua. La necesidad de agua limpia llevó a las mujeres a organizarse en grupos y construir cisternas de ferrocemento para cosechar el agua de lluvia. Así, a través del sistema de «presta fuerzas» las que hoy ayudan a su vecina, mañana serán ayudadas. Un logro colectivo que fortalece los vínculos y la organización comunitaria.
Cuando en 2014 -a partir de las reformas constitucionales y las leyes de paridad- las mujeres comenzaron a ocupar cargos públicos en el municipio ñuu Savi de Santa María Yucuhiti, Oaxaca, las opiniones se dividieron. Para algunas personas de la comunidad se trató de un cambio para celebrar, para otras una orden impuesta desde fuera en contra de las costumbres indígenas y hubo quienes dudaron que ellas fueran aptas para la función. Para las mujeres que ocupan esos cargos, es todo un desafío.
Trepadas en las montañas y acobijadas entre valles, las comunidades chontales de Oaxaca escucharon en 2014 el llamado a una asamblea. Ese día se enteraron que la Secretaría de Economía había concesionado su territorio a una empresa minera. Es decir, que para obtener el oro, plata, zinc y plomo de la tierra iban a dinamitar todo el cerro y destruir bosques de pinos, encinos, cafetales, milpas y frutales. En cuanto entendieron de qué se trataba el proyecto, la gente tuvo claro que no quería una mina a cielo abierto y comenzaron a organizarse. Formaron la Asamblea del pueblo chontal para la defensa del territorio y, con el impulso de muchas mujeres, iniciaron un largo camino.
Desde hace más de 20 años el monte de Zacacuautla, en Hidalgo, está bajo el asedio de los talamontes. El botín son los árboles encinos, oyameles, álamos, ayacahuites y sabinos centenarios gigantes donde viven infinidad de animales, hongos y plantas. Frente a las motosierras y las armas, un grupo de mujeres de la organización comunitaria El Ocotenco defienden el monte con acciones imposibles: listones de colores, versos pegados en postes de luz, una casa cultural y niños disfrazados de animales en un carnaval multicolor que regresó del olvido.
En 2008 un grupo formado principalmente por mujeres de varias comunidades de Tlaxcala inició una caravana en defensa del agua. Con pancartas, carros particulares y perifoneo denunciaron cómo el río Atoyac, donde antes pescaban carpas y juntaban acociles para comer, ahora estaba envenenando a la gente. Muy pronto, los desechos tóxicos que las industrias arrojan al río llevarían la muerte hasta sus casas. Aunque las llamaron locas, las acosaron, las corrieron de la iglesia y desde el gobierno negaron el problema, este grupo de mujeres no se detuvo hasta hacerse escuchar.
Esta es la historia de cómo se logró tejer la Alianza Yoreme entre los pueblos de Cohuirimpo y Masiacahui, al norte y al sur de Navojoa en Sonora. Siglos de despojo del territorio y de violencia por parte del estado, empresarios y caciques locales fueron orillando a la población yoreme a abandonar sus raíces y a dividirse entre pueblos. Pero a partir de un largo proceso en el que fueron retomando el pensamiento de los mayores, las asambleas como forma de gobierno tradicional y la historia de los ancestros se fueron reforzando la memoria y la confianza entre pueblos. Hasta que en 2023, se unieron para hacer valer su identidad y defender su territorio.
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