Durante más de 400 años la Alameda, que no tiene ni un solo álamo, ha sido uno de los parques más emblemáticos de la Ciudad de México. Hay una serie de estatuas que tienen una anécdota, historia, o que sólo son un estorbo para el paso peatonal
@ignaciodealba
A Felipe Calderón le pareció que sería muy bonito poner en uno de los extremos de la Alameda una estatua de Francisco I. Madero, emulando la «marcha de la lealtad”: cuando Madero —montando en caballo — encabezó un pelotón de cadetes del colegio militar, hacia Palacio Nacional. El propósito del apóstol de la democracia era sofocar un intento de golpe de estado.
Calderón, incluso montó un caballo para imitar el heroico momento histórico. En 2010, cuando se cumplieron 100 años del inicio de la Revolución Mexicana, Felipe Calderón develó la estatua a un costado de la Alameda Central. La monumental estatua tiene una monumental desproporción. Mientras el jinete sujeta con la mano izquierda la rienda del caballo, con la derecha saluda; pero la mano de bronce es demasiado grande.
Pasos más adelante, a un costado del Palacio de Bellas Artes, hay una enorme escultura del músico alemán Ludwig van Beethoven. El monumento fue un obsequio de la comunidad alemana a México, en el centenario (1921) de la Novena Sinfonía. La obra tiene en el basamento la máscara mortuoria del compositor alemán. Alegría da saber que la moda de las máscaras mortuorias pasó hace tiempo.
La Alameda se construyó en 1592. Se le considera el parque más antiguo de América. Al principio fue un sitio reservado para las clases acomodadas de la capital. Pero con los años se volvió cada vez más popular. De vez en cuando, a un gobernante le apetece poner alguna escultura.
En la parte central de la Alameda está una estatua de la Victoria, con el torso desnudo, apoyada sobre una tortuga y tritones. Esta escultura fue hecha en 1853, cuando había un creciente encantamiento por el arte europeo.
Hay varias deidades de la mitología romana, entre ellas Mercurio, dios del comercio que aparece representado con un caduceo y petaso. Esta es del escultor flamenco Juan de Bolonia.
La emperatriz Carlota donó también una obra para la Alameda: una estatua de Venus, la deidad del amor. En la escultura de «Venus conducida por céfiros», obra del escultor francés Mathurin Moreau, dos querubines se postran a los pies de la diosa semidesnuda.
El dios de los mares, Neptuno, también tiene una escultura. La obra del artista W.Drbay está situada en un pedestal circular. Neptuno fue retratado con su tridente crispando las aguas de la fuente. El dios está montado sobre dos bestias marinas.
La deidad Perséfone también tiene su fuente; esta diosa sale del inframundo, donde reina, para plantar las flores durante la primavera. En la escultura aparece con un jarrón regando la tierra.
Las últimas en tener fuente en la Alameda son dos de las cincuenta hijas de Danao. Las muchachas fueron retratadas mientras vacían sus cántaros en una pileta. Gracias a ellas el pueblo de Argos se salvó de la sequía a la que fue condenado por Egipto.
Todos los días, miles de personas pasan por la Alameda Central. Es probablemente el parque más visitado de la Ciudad de México. En temporada de calor no es raro que la gente se bañe en las aguas con Venus.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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