Para que vuelvan a casa: familias documentan exhumaciones en Coahuila

30 octubre, 2021

Claudia Janette Soto busca a su esposo Isaías Uribe Hernández, desaparecido en 2009 en Torreón, Coahuila

Las familias están aquí para observar que los procesos se realicen de manera correcta; están aquí por la esperanza: porque, si las cosas se hacen bien, significa la posibilidad de que algunos puedan volver a casa. Porque quizás alguna sea el padre, la hija, el esposo, la hermana, el sobrino que buscan tantas familias

Texto y fotos: Marcela Méndez*

SALTILLO, COAHUILA.- Exactamente a las 11:19 el señor Roberto interrumpe su pasatiempo —colorear una hoja con flores— para escribir en su bitácora lo siguiente: “el cuerpo es llevado”. Estaba esperando este momento, repartiendo miradas entre su dibujo y la escena frente a él. 

Desde que los excavadores llegaron para abrir la tierra a primera hora del día, Roberto —quien busca a su hijo desaparecido en 2011— y sus compañeras han estado alertas registrando con mucho esmero cada movimiento: cuando entre la tierra aparece un cuerpo, cuando le toman fotos, cuando se acerca la camilla que lo transportará, cuando los restos son sacados de la fosa. 

Cada anotación tiene la hora y el minuto. Como ésta de las 11:19, cuando el cuerpo, que ahora va rumbo a la ambulancia, se aleja de esa tierra que durante años cobijó los restos de personas sin nombre. Otra fosa común de personas no identificadas.

El panteón La Paz se localiza al pie de la carretera que conecta a Saltillo con Torreón, en el estado de Coahuila, al noreste de México. A unos metros se encuentra el relleno sanitario municipal. Es casi el mediodía de un día de octubre de 2021. Con el sol a pleno, 14 personas que buscan a un ser querido desaparecido —entre ellas Roberto— son testigos de la cuarta jornada de exhumaciones masivas que el Centro Regional de Identificación Humana (CRIH) realiza en Coahuila con el fin de identificar a las personas que fueron inhumadas en las fosas comunes de los panteones. 

Las familias están aquí para observar que los procesos se lleven a cabo de manera correcta y protegiendo la dignidad de las personas fallecidas. Están aquí por la esperanza: porque, si las cosas se hacen bien, significa la posibilidad de que algunas de las personas que han sido recuperadas puedan volver a casa. Porque quizás alguna de ellas es el padre, la hija, el esposo, la hermana, el sobrino que buscan tantas familias. 

Por amor están aquí.

De acuerdo con un informe publicado por el Movimiento por Nuestros Desaparecidos, más de 52 mil personas fallecidas no identificadas permanecen en morgues y fosas comunes de México; muchas de ellas podrían estar siendo buscadas por sus seres queridos.
Hoy que se conmemora el Día de Muertos en algunos México y otros países de la región recordamos que es un imperativo humanitario que las personas fallecidas no identificadas sean tratadas con dignidad, que se cumpla su derecho a ser identificadas y restituidas a sus familias. 
El equipo del Comité Internacional de la Cruz Roja ha participado como observador de las cuatro jornadas de exhumaciones en Coahuila.

Como parte de su misión humanitaria, el CICR acompaña a las familias en los procesos de exhumación.

Un logro de los colectivos

El Centro Regional de Identificación Humana (CRIH) es un logro de los siete colectivos de familias de personas desaparecidas de Coahuila, quienes pidieron al gobierno del estado la ampliación del servicio forense para que las personas encontradas sin vida pudieran regresar a casa. Su constante demanda se materializó en el CRIH, en cuyo desarrollo han participado gracias a que lograron establecer mesas de trabajo con el gobierno.

El Centro está integrado por diversas áreas forenses, explica Yezka Garza, su coordinadora general: hay un área de documentación, una de arqueología forense, una de análisis postmortem con áreas de medicina legal, de antropología y de radiología. También se está construyendo un laboratorio de genética. 

La tarea, continúa Garza, es “recuperar de manera masiva, pero ordenada, un número importante de cuerpos o de restos humanos para un análisis tendiente a la identificación humana”. Y mientras todos esos procesos ocurren, los cuerpos recuperados son resguardados en nichos, y los restos óseos en una osteoteca, donde pueden descansar en condiciones dignas. 

En el panteón La Paz las personas fallecidas no identificadas fueron inhumadas en fosas comunes múltiples e individuales.

De acuerdo con Yarimar Ruiz, coordinadora nacional forense para el CICR en México, este Centro es único en el país: “lo hace particular el hecho de que el proceso de búsqueda, localización e identificación será llevado a cabo por una institución adscrita a una comisión local de búsqueda; y que las familias han participado en el proceso de creación y son informadas en cada una de las etapas del análisis forense, lo que da cumplimiento al principio de participación conjunta que establece la Ley general de desaparición”.

Como parte de su acción humanitaria en favor de las personas desaparecidas, el Comité Internacional de la Cruz Roja ha acompañado con asesoría técnica a las familias y autoridades en el desarrollo del Centro Regional de Identificación Humana, para promover buenas prácticas en materia forense y participación conjunta. 
También ofrece a las familias talleres sobre sus derechos y procesos de identificación forense.

El Centro inició operaciones en enero de este año, y entre marzo y junio se llevaron a cabo los primeros tres procesos de exhumaciones masivas en el estado (de cinco planificadas para este año). De los panteones 1 y 2 de Torreón, y del panteón Francisco I. Madero de Matamoros fueron recuperados 425 individuos

A pesar de estos avances, el reto es enorme. Apenas hace un mes, el pasado 6 de octubre, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos humanos, población y migración, recordó que miles de personas que están reportadas como desaparecidas o no localizadas “pudieran encontrarse en los servicios médicos forenses o en las fosas comunes”, éstas últimas hechas por las autoridades durante años, algunas de manera irregular. Precisamente por eso las familias vigilan. Son centinelas que estos días, desde el panteón La Paz, distraen el tiempo resolviendo sopas de letras, coloreando dibujos o intercambiando anécdotas, mientras esperan a que avance la labor del equipo forense para seguir registrando cada uno de los movimientos y toda la información sobre las personas ahí encontradas.


El 6 de octubre fue cumpleaños de Arón René Fernández; su padre, don Roberto, lo sigue buscando.

 “Estamos aquí para documentar si el cuerpo venía con carpeta de investigación, si sacaron restos óseos, en cuántas bolsas los embalaron… vamos documentando para que no se pierda la información y nosotros tener un tipo de cadena de custodia”, explica don Chuy, padre de Irma Claribel, desaparecida en 2008.

No es sólo recuperar un cuerpo: es saber qué les pasó

Unos tienen dos, tres años. Otros más. Jaime, el hijo de Rosa, va a cumplir 10 años desaparecido. La última vez que se supo de él fue el 6 de enero de 2012 en Piedras Negras, Coahuila. Su madre lo busca desde entonces.

“Han sido 10 años de nuestras vidas luchando por recuperar a nuestros hijos, sin tener ningún día que festejar”. Por ejemplo, hoy. En el cumpleaños de su hijo Aarón René, Roberto no celebra; ha venido un día más para documentar las exhumaciones, sin dejar de recordarlo y pedir por él.

Estar aquí no es fácil. La jornada en el panteón inicia a las siete de la mañana y puede terminar a la una, dos o tres de la tarde. Hay que aguantar en la mañana, cuando cala el frío, y a las pocas horas, cuando quema el sol. Hay que respirar cuando se forma ese hueco en el estómago al ver cómo recuperan a una persona más y aguantarse, también, la impotencia de saber que junto a ella fue hallado un documento de identificación, con un nombre y una dirección.

Mario, quien a sus 18 años busca a su padre, dice que “eso es una intranquilidad muy fuerte para el corazón”, porque es muy doloroso no saber en dónde está tu ser querido. Muchas de las personas que yacen aquí tenían familia, una dirección.

La señora Rosa Angélica busca a su hijo Jaime César Álvarez, desaparecido el 6 de enero de 2012 en Piedras Negras, Coahuila

La voz amorosa de Rosa se quiebra cuando reconoce que es doloroso lo que ven en las jornadas de exhumaciones. Sin embargo, cuando en su colectivo preguntaron quiénes querrían participar, ella no lo dudó porque tiene la esperanza de que lo que están haciendo aquí les ayude algún día a recuperar a sus seres queridos y a que más personas puedan volver a casa. 

“Es muy importante para nosotros… porque se han recuperado algunos cuerpos que han sido hijos de compañeras… y es muy importante saber que, aunque estén en restos, sean tratados dignamente, que sean llevados dignamente a un lugar donde se les van a tomar muestras y se cotejen con el ADN que ya tienen de nosotros los familiares. Que pudiera salir alguno a nosotros nos da un poco de paz en el corazón”.

Quienes buscan a un ser querido han transformado todo el dolor, la tristeza y el amor que sienten en fuerza para seguir en la búsqueda. 

Para Eduardo, quien busca a su padre, esa fuerza es contagiosa. Con 27 años y siendo uno de los más jóvenes, dice que absorbe todo lo que su mamá y sus compañeras han aprendido. Él explica que el propósito de las exhumaciones no es sólo recuperar los cuerpos: es saber qué fue lo que les pasó, darles una identidad, que puedan regresar a casa y que sus familias estén más tranquilas, “porque es un nudo no saber si está vivo o muerto, si ya comió o no, si tiene frío, si lo golpearon… yo no pierdo la fe en que un día pueda volver a ver a mi padre y, si no, tener un lugar donde pueda llorarle”.

Buscando, buscando se encuentra

Don Jesus Lamas busca a su hija Irma Claribel Lamas López, desaparecida en 2008.

Las exhumaciones son coordinadas por arqueólogos de la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) y del CRIH; y cuando recuperan un cuerpo, un representante del ministerio público se encarga de entregar a las familias un reporte completo de los hallazgos: cómo fue encontrado el cuerpo (o los restos óseos), cuánto medía, en qué condiciones estaba, qué objetos tenía. Además, cada día, en punto de las 11:00 a.m. las familias reciben un reporte sobre las actividades del día anterior.

Para llevar su registro, los colectivos han tenido que aprender nuevos términos: un “asociado”, explica Claudia —quien desde 2009 busca a su esposo Isaías— es cualquier objeto encontrado con la persona: una chamarra, unos tenis, quizá alguna cadena o a lo mejor, dice, solo venía en una bolsa para cadáver. Embalaje, momificación, trinchera. Nuevas palabras, distintas.

También han desarrollado sus propias herramientas para documentar, las cuales han perfeccionado a partir de lo que aprendieron en las primeras exhumaciones. En su colectivo, Maricarmen, de 25 años, orienta y prepara a quienes participan por primera vez en un proceso de exhumación. 

Les entrega un bonchecito de papeles que tienen que llenar: la lista de asistencia del equipo de exhumación —arqueólogos, excavadores, asistentes y representantes del ministerio público— y del equipo de observación; la bitácora, el reporte de hallazgos y una hojita para dibujar el mapa de la fosa.  

Herramientas de trabajo para recuperar los cuerpos y restos de personas fallecidas no identificadas.

Maricarmen dice que los antropólogos han sido muy amables con las familias al enseñarles con paciencia cómo trabajan y los términos que manejan. “Estamos aprendiendo y observando cómo se hace el trabajo para sentirnos un poco más seguras respecto de estas labores”, explica la joven, quien busca a su papá, Jerzaín Cardona.

Después de esta jornada, las familias participarán en una quinta exhumación. Desde la primera jornada hasta ahora se han logrado siete identificaciones y tres personas han vuelto con sus familias.

“Si encuentran a los familiares de las compañeras te dan ánimos de continuar, te motiva. Qué bueno que se encuentren a familiares de los colectivos y también de otras personas”, dice Marisela, quien busca a su sobrino Iván como si fuera su propio hijo y no pierde la esperanza de volver a verlo. 

Don Chuy les dice a las familias que tienen a un ser querido desaparecido que tampoco pierdan la esperanza, incluso de hallarlo con vida. “En la búsqueda nacional que hacemos de personas en vida hemos encontrado en cárceles a jóvenes que están con otro nombre y que nos han dicho que avisemos a su familia. Estas personas han sido recuperadas en vida. Hemos encontrado también a otras en centros psiquiátricos”.  

Que no pierdan la esperanza.

Porque buscando, buscando se encuentra.

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* Marcela Méndez es Oficial de comunicación digital para la delegación de México y América Central del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR)

El CICR, organización imparcial, neutral e independiente, tiene la misión exclusivamente humanitaria de proteger la vida y la dignidad de las víctimas de los conflictos armados y de otras situaciones de violencia, así como de prestarles asistencia. El CICR se esfuerza asimismo en prevenir el sufrimiento mediante la promoción y el fortalecimiento del derecho y de los principios humanitarios universales. Fundado en 1863, el CICR dio origen a los Convenios de Ginebra y al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, cuyas actividades internacionales en los conflictos armados y en otras situaciones de violencia dirige y coordina.

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