Palestina: detener el exterminio

9 noviembre, 2023

¿Por qué el asesinato masivo de niñas, niños y mujeres palestinos? Para erradicar al menos una generación y cumplir el viejo sueño del sionismo radical: un Israel puro y asentado en la bíblica Tierra Prometida a Moisés

Por Alberto Nájar X: @anajarnajar

Israel aceleró el éxodo de palestinos de Gaza, al advertir de una nueva ronda de ataques terrestres en la ciudad.

Casi de inmediato más de 50 mil personas abandonaron la zona y como pudieron se encaminaron al sur, por el único sitio donde el gobierno de Benjamin Netanyahu les dejó libre…

A su manera, pues con base en las operaciones de las últimas semanas es muy probable que los palestinos que utilicen esa ruta sean asesinados por los bombardeos del ejército israelí.

La región norte de Gaza empieza a vaciarse. La Organización de Naciones Unidas (ONU) reconoce que, desde el inicio del conflicto, el pasado 7 de octubre, al menos 1.5 millones de palestinos han sido desplazados de sus hogares.

La población de Gaza es de dos millones de personas. Según Israel el movimiento de personas es una operación para facilitar la caza de combatientes de Hamas y con ello un eventual cese del conflicto.

Pero la realidad es distinta. La desocupación es parte del viejo anhelo sionista de cerrar la ocupación de Palestina y convertir a la región en un territorio cien por ciento judío.

Un plan con varias etapas. La primera se cumple paulatinamente con el asesinato de más de cuatro mil niñas y niños, y por lo menos dos mil mujeres.

La idea es terminar con al menos una generación de palestinos, ya sea de manera directa con su muerte o al obligarles a un exilio forzado como el de 1948.

Ese año se concretó la Resolución 181 de la ONU para dividir en dos el territorio palestino y establecer, en una pequeña porción, el Estado de Israel.

En 1948 ocurrió la Nakba, cuando más de 700 mil palestinos fueron despojados de sus tierras y obligados a un exilio del que jamás retornaron.

La segunda parte es consolidar el proceso de ocupación que se aceleró en 1967, tras la Guerra de los 6 Días.

Desde entonces Israel ha transferido población a territorio palestino a través de los asentamientos judíos, como los famosos kibutz, lo cual representa una abierta violación a la Cuarta Convención de Ginebra y las decenas de resoluciones de la ONU para parar la invasión.

El objetivo es cumplir el sueño del ala más radical del sionismo: recuperar el territorio que tuvo Israel hace más de dos mil años y establecer un estado judío puro desde los ríos Tigris y Éufrates, en lo que hoy es Irak, hasta Jerusalén.

Es decir: la bíblica Tierra Prometida a Moisés.

Concretar esos viejos planes implicaría un costo muy alto para el pueblo israelí y sus aliados, pero Netanyahu ha demostrado su intención de asumirlo.

Y para ello cuenta con el respaldo, al menos por omisión, de Estados Unidos y sus aliados.

Un ejemplo es que, a pesar de las evidentes violaciones a las convenciones internacionales, a los derechos humanos de los palestinos y las denuncias sobre atrocidades, no existe ni una sola sanción contra el estado de Israel.

Tampoco hay acciones internas, a pesar de que cada vez más judíos demandan la renuncia de Netanyahu.

La represión militar en las calles de Tel Aviv y Jerusalén se ha intensificado. Los israelíes que no simpatizan con el sionismo sufren el mismo régimen de apartheid contra los palestinos.

Muchos han cuestionado la posición de la Casa Blanca, y acusan de tibieza o incapacidad al presidente Joe Biden.

Nada más lejos. Lo que hace Estados Unidos es dar tiempo a su aliado para que, como hizo en 1948, 1956, 1967 y 1973, expanda irreversiblemente su territorio sobre Palestina.

¿Cuál es la salida? Hace un mes muchos recordaron la necesidad de crear un Estado Palestino, con autonomía y territorio propio.

Pero las atrocidades de Israel, el desdén internacional y la rabia de su primer ministro hacen casi imposible esa alternativa.

La única solución camina en dos vías:

Uno, sancionar duramente Israel, obligarle a suspender los ataques contra civiles; pagar los daños –con dinero y pérdida de territorio-, imponer un embargo definitivo de armas y someter a Benjamin Netanyahu a la Corte Penal Internacional.

Y dos, obligar a la comunidad internacional, incluidos los países árabes, a establecer un estado binacional secular y democrático en Gaza y Cisjordania.

Un espacio donde Israel ocupe únicamente la zona que le fue asignada con la Resolución 181 de la ONU, y a Palestina se le devuelva íntegramente su territorio.

Se trata de un estado binacional que sea defendido del sionismo radical, inclusive con acciones militares, y que al mismo tiempo cuente con todo el respaldo económico, educativo, de alimentación y salud que le ha sido injustamente escamoteado a los palestinos.

Sería apenas el inicio de un proceso mínimo de justicia para un pueblo históricamente maltratado.

Occidente está apenas en tiempo de parar la rabiosa venganza de Netanyahu y evitar el exterminio de una generación.

Por eso el asesinato masivo de niñas, niños y mujeres palestinos. No lo debemos ignorar. Ni mucho menos permitirlo.

Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.