El Paquete Contra la Inflación y la Carestía mantiene un bajo perfil en la controversia politiquera de los últimos años. Es una medida inusual para un gobierno mexicano que si da resultados puede resultar en una importante ganancia política para el presidente López Obrador
Twitter: @anajarnajar
En el debate politiquero que invade a México se perdió de vista un dato fundamental:
En dos meses y medio el gobierno federal ha destinado más de medio billón de pesos en su estrategia para contener la inflación.
Se trata del Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC) que se firmó el 4 de mayo pasado entre el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y las cámaras empresariales.
Básicamente el plan consiste en establecer precios máximos en 24 productos de la canasta básica, así como aumentar la producción y oferta de alimentos en el país.
La mayor parte del dinero se destinó a subsidiar el costo de la gasolina y electricidad para consumo doméstico.
También hay recursos para el programa Sembrando Vida, la distribución gratuita de fertilizantes o la red de abastecimiento popular que mantiene la paraestatal Diconsa.
El total del PACIC suma 574 mil 624 millones de pesos, la mayor cantidad en la historia que se ha destinado para un programa específico contra la inflación.
Todo indica que el gasto será todavía mayor por dos razones: la crisis económica del mundo occidental va para largo, y con ello el impacto en los consumidores mexicanos.
Y en el gabinete del presidente López Obrador están convencidos que es el camino correcto.
“Los recursos en el paquete no tendrían mejor uso que utilizarlos aquí”, dijo el secretario de Hacienda Rogelio Ramírez de la O al presentar un balance del PACIC.
Desde su presentación el PACIC fue criticado por los adversarios de la 4T quienes aseguran que, en el fondo, se trata de una estrategia política más que un proyecto concreto de contención inflacionaria.
Hay algo de razón en ese planteamiento. Los subsidios y la distribución directa de recursos son una de las herramientas más efectivas para obtener respaldo electoral.
No es sólo mexicana. En muchos países hay casos de presidentes muy populares gracias a programas y estrategias de gobierno de tipo espectacular.
Un ejemplo es Nayib Bukele de El Salvador, quien convirtió el combate a las pandillas de Maras en un efectivo plan de distracción y respaldo electoral.
Probablemente el PACIC tenga esas consecuencias. Pero concentrar la mirada en el resultado político es equivocado.
El Paquete contra la carestía es una acción radicalmente distinta a la de gobiernos anteriores para contener a la inflación.
La estrategia que se aplicaba consistía básicamente en frenar a la economía a partir de reducir el ingreso de los trabajadores.
Dicho de otro modo: los planes eran restringir el incremento de salarios y con ello reducir la capacidad de compra, lo cual teóricamente mantenía bajo control el precio de los productos.
También se autorizaban incrementos en las tasas de interés de referencia, como la Tasa Interbancaria Promedio de Equilibrio (TIIE).
El resultado fue reducir la tentación de adquirir bienes o mercancías a crédito, con lo cual también se pretendía influir en el precio de los productos.
La base teórica era estabilizar la economía a partir de una ley básica del libre mercado: mientras más se demande un producto es mayor su precio.
Pero si no hay demanda porque los consumidores no tienen dinero para comprar, el precio de esa mercancía baja o se mantiene estable.
Esto se traduce en menor inflación que a su vez se convierte en un estímulo para la productividad, creación de empresas y empleos.
El problema fue que en México la teoría no funcionó. Los salarios bajaron, pero los precios no. Se crearon empleos, pero con bajo sueldo y sin prestaciones laborales.
Para los promotores de ese modelo económico era un crimen pensar siquiera en una estrategia de intervención en el mercado de los combustibles, como es el subsidio que ahora se aplica a las gasolinas.
Los apoyos a sectores vulnerables eran a una población concreta y bajo normas y condiciones específicas.
Los subsidios generalizados, se repetía, eran contraproducentes pues representaban un obstáculo a la productividad. La macroeconomía se mantuvo estable, pero a costa de la pobreza de millones de personas.
Por eso destaca una estrategia como el PACIC que parte de una premisa distinta: en condiciones como las actuales el mercado difícilmente serviría para controlar la inflación.
Menos en un país tan dependiente de combustibles y alimentos como México. Dejar que la ley de oferta y demanda controle la carestía es condenar a la miseria a quienes de por sí enfrentan una situación extrema por la pandemia de covid-19
Algunos puristas y promotores del neoliberalismo pueden argumentar que el Paquete es una intervención inadecuada en el comportamiento del libre mercado.
Y no falta quien alegue un presunto cambio en el modelo económico que ha seguido el país en las últimas décadas, y aplicar en cambio una estrategia de corte estatista.
Pero en realidad, el de López Obrador no es el primer gobierno que interviene de esta manera en la economía.
Un ejemplo fue el Pacto de Solidaridad Económica (PSE), establecido en 1987 por el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado.
La misma estrategia fue repetida por su sucesor, Carlos Salinas de Gortari con el Pacto para la Estabilidad y el Crecimiento Económico (PECE).
En ambos casos la base fue controlar la inflación a partir del acuerdo de gobierno, empresarios y trabajadores para no aumentar el precio de mercancías, servicios y salarios.
Es decir, una intervención ajena a la ley de la oferta y la demanda, como ahora sucede.
En todo caso, como en otros momentos, un buen resultado de este tipo de programas suele traducirse en ganancia política.
Y hasta ahora ése parece ser el destino del PACIC.
Productor para México y Centroamérica de la cadena británica BBC World Service.
Periodista especializado en cobertura de temas sociales como narcotráfico, migración y trata de personas. Editor de En el Camino y presidente de la Red de Periodistas de a Pie.
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