«En estas fechas salir a la calle me da miedo, no sé por qué. El apoyo psicológico nos dieron como un año, como del 2014 al 2015″, narra Othokari González, del equipo los Avispones, sobreviviente de la noche de Iguala.
Vania Pigeonutt
Foto: Duilio Rodríguez
Othokari González, el delantero del equipo de futbol de tercera división Los Avispones, sobreviviente a los ataques de la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, cada mes de septiembre a partir de ese día lo invade una sensación de miedo, de no querer salir a la calle. Todos los demás días hace su vida normal, tranquila.
Este es su último año estudiando Ciencias Económicas en la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) y Otho tiene muchos planes: al egresar hará una capacitación para ser policía federal de caminos. Admira mucho a su mamá, quien es agente federal de investigaciones. Ella no está en campo, trabaja en oficinas, pero le emociona poder ser policía y patrullar.
Después de la noche de Iguala, Otho se fue a Chiapas junto a Luis Romero, otro sobreviviente, y cambió su sueño de ser jugador de fútbol profesional después de que estuvo casi dos años allá. Era un momento contundente en su vida. O seguía como delantero en el equipo Valle Verde o se regresaba a su terruño, Chilpancingo, Guerrero a estudiar una carrera universitaria: ambos optaron por la segunda opción.
De ese 26 de septiembre tiene muchos recuerdos. Esa noche, supuestos pistoleros junto a policías municipales de Iguala, Cocula y Huitzuco, que son dos municipios aledaños de la zona Norte, abrieron fuego contra normalistas de Ayotzinapa, mataron a tres jóvenes y desaparecieron a 43 sobre la calle Juan N. Álvarez y el Periférico Norte en Iguala.
En un segundo momento, en otro lugar, en el crucero de Santa Teresa, el equipo de Los Avispones, que había tenido una noche gloriosa, porque ganaron 3 a 1 contra el local de Iguala, sufrió un ataque. Muchos suponen que sus agresores fueron los mismos sicarios que atacaron a los normalistas. Allí, del autobús de los avispones, murieron Miguel Lugo, el chofer y David Josué García Evangelista Zurdito, de 15 años. Además, Blanca Montiel, la pasajera de un taxi que circulaba por ahí.
Hace un año, comparte, le hicieron un homenaje a su amigo David, a quien también le decían el Pollito –por ser el más joven del equip; tenía 15 años–, era su mejor amigo en la cancha. Le dolió mucho verlo morir.
Este año los hechos de la desaparición forzada de los 43 de Ayotzinapa, están presentes en su vida, porque es el aniversario de su propia tragedia; fue una noche que marcó su existencia, pero tiene más proyectos, más planes. La noche de Iguala representa una parte minúscula e importante de su vida, Otho, sueña con seguir.
Cuenta que ha sido importante compartir el duelo con su amigo Luis Romero. Fue una bonita coincidencia que estudien la misma carrera y que estén en proyectos mirando hacia el futuro. Recuerda los hechos, pero trata de que no le definan sus días.
“En estas fechas salir a la calle me da miedo, no sé por qué. El apoyo psicológico nos dieron como un año, como del 2014 al 2015. Fue apoyo grupal, fue una muchacha a los entrenamientos, pero era con todos los del equipo”, cuenta.
Otho no se imagina un escenario similar, porque aún recuerda esa noche y lo difícil que fue esperar hasta que llegaran por ellos. “No me gustaría presenciar algo así otra vez, que en la calle me fueran a balacear, me fuera a tocar algo, es más porque el miedo que tengo de lo que nos pasó, espero no volver a vivirlo”.
“Estamos armando un proyecto con otros amigos, una escuelita de futbol, con Luis. Es nuestro trabajo de tesis. Escuela de futbol polideportivo”, comparte.
Después de que los atacaron estaba en shock. Otho y otros bajaron del camión, hacía mucho frío y lo único que alumbraba un poco, era el brillo de las estrellas. Esperaron mucho tiempo por ayuda. El ataque ocurrió alrededor de las 12 y media de la noche y llegaron por ellos hasta las 7 de la mañana. Vieron morir tanto al chofer, que le apodaban Barcel y al Zurdito. Por más que se apoyaban entre ellos no pudieron salvarlos.
Decidieron caminar, buscar ayudar. Hay versiones, cuenta, de que seguían disparando en los matorrales aquellos enpistolados. Otho y los otros 28 que iban en ese camión, entre los 18 jugadores y el cuerpo técnico iban aterrorizados. Algunos estaban heridos, el más grave, su amigo Miguel, con cuatro impactos de bala y vive para contarlo.
“Eran como las 5 de la mañana y nos dijeron: ya mandaron por nosotros. Como a las 7 de la mañana llegaron dos camionetas tipo urvan, nos subieron, en la patrulla iban dos, estábamos ya en la Fiscalía de Iguala y nos trasladaron a Chilpancingo, llegamos al ayuntamiento, nos recibió el presidente de ese entonces Mario Moreno, y después cada quien se fue con sus papás”, recuerda.
Sabe que el caso de justicia está suspendido, porque aunque ellos si reciben algunas becas y han contado con algunos apoyos por parte del gobierno federal, todavía hay pendientes con las familias de estas víctimas. Ese día había sido muy lindo y eso es lo que también permea en la cabeza de Otho.
“Cuando nos fuimos pasamos a Zumpango, abajo del puente y hay un restaurante todos estábamos muy contentos. Ya de regreso nos dijeron que habían balazos, pero nos subimos al autobús y estábamos viendo una película: Los indestructibles, siempre que la veo, me llega ese recuerdo, yo estaba ese día en mi celular, pero era esa la película”.
En total esa noche murieron seis y hubo 25 heridos. De éstos, 12 eran del equipo de futbol, pero Otho prefiere no guardar rencor. Tiene 23 años, el 12 de diciembre cumplirá 24 y en eso rondan las edades de los sobrevivientes de Los Avispones. Hay algunos compañeros molestos con cómo se han llevado a cabo las investigaciones y otros en desacuerdo de cómo fueron incluidos como víctimas.
“No iban directo contra nosotros, los de Ayotzinapa iban directamente contra ellos, siento que no iban contra nosotros, no tengo rencor”, dice.
Sigue aprendiendo de eso que vivió. Reconvierte esos sentimientos. Por ejemplo: ayer cumplió 2 años cuatro meses con su novia, y así septiembre tiene otros significados para Othokari.
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