Nueva mortalidad

1 noviembre, 2020

Los mexicanos nos morimos por enfermedades cardiacas, diabetes, cáncer, males hepáticos, por la violencia criminal… Ahora, también, nos morimos por covid-19, que será la segunda causa de muerte en este año fúnebre

Twitter: @chamanesco

Más que a una nueva normalidad, México transitó a una nueva mortalidad.

Un país con altos índices de obesidad, diabetes y males cardiacos se ha convertido en campo fértil para que el Coronavirus se cobre cada vez más víctimas mortales.

Al paso que avanza el registro de casos y fallecimientos, covid-19 será la segunda causa de muerte en este 2020.

En un país donde mueren más de 700 mil personas cada año, se prevé que en 2020 mueran más de 100 mil por una sola causa: el SARS-CoV2, la pandemia que ha causado ya más de un millón 198 mil defunciones en todo el mundo.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía dio a conocer recientemente los datos consolidados sobre mortalidad en México en 2019.

En total, murieron 747 mil 784 mexicanas y mexicanos.

La primera causa de muerte fueron las enfermedades del corazón (156 mil 41 casos); la segunda, la diabetes melitus (104 mil 354 casos); la tercera, los tumores malignos (88 mil 680 casos); la cuarta, las enfermedades del hígado (40 mil 574 casos), y la quinta, los homicidios dolosos (36 mil 661 casos).

Otras causas de muerte en México son las enfermedades cerebrovasculares (35 mil 303 casos), los accidentes (33 mil 524), la influenza y neumonía (31 mil 81), las enfermedades pulmonares obstructivas crónicas (23 mil 768) y la insuficiencia renal (14 mil 630).

Esas estadísticas han permanecido más o menos sin variaciones en la última década.

Los mexicanos nos morimos por enfermedades cardiacas, diabetes, cáncer, males hepáticos y por la violencia criminal.

Ahora, también nos morimos por covid.

Hasta este domingo 1 de noviembre, la Secretaría de Salud registraba 91 mil 825 fallecimientos por SARS-COV2.

Con un promedio de 400 defunciones adicionales cada día, en los dos últimos meses de 2020 podrían registrarse hasta 25 mil nuevos casos, para cerrar el año en alrededor de 120 mil defunciones por esta enfermedad.

Así, covid-19 se ubicará entre las enfermedades cardiacas y la diabetes melitus como una de las principales causas de muerte entre los mexicanos.

La pandemia tomó al país en el peor momento: con una población vulnerable por la alta presencia de enfermedades crónicas, pésimos hábitos alimenticios, la ausencia de una cultura de cuidado del físico y la salud, y un sistema de salubridad pública quebrado tras años de abandono, saqueo y corrupción.

A esas causas estructurales se suma un gobierno desorganizado, confrontado internamente, presionado por la crisis económica e incapaz de articular una estrategia nacional que resultara eficaz e incluyente frente a la pandemia.

Una administración, la de Andrés Manuel López Obrador, que apenas iba asentándose cuando llegó el Coronavirus a México y que por decreto estaba intentando reorganizar el antiguo sistema de salud en torno a un nuevo Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), una quimera burocrática de la que aún no se conocen resultados.

Frente a una enfermedad mortal, que además está devastando la economía mundial, el gobierno de la 4T se aísla y se confronta con gobernadores, partidos de oposición, organismos autónomos y sectores empresariales.

Limita la estrategia de la pandemia a las creencias y prejuicios de Palacio, la hace gravitar en torno a una conferencia de prensa vespertina, y sustituye la opinión técnica del Consejo de Salubridad General (máxima autoridad constitucional en la materia) por la voz y mando de un solo hombre: el subsecretario Hugo López-Gatell.

A las fallas de diseño en la estrategia han correspondido magros resultados y múltiples contradicciones.

La más palpable de todas: un presidente que declara luto nacional de tres días por las víctimas de covid-19, mostrando empatía con el dolor de más 90 mil familias, pero que aparece sin cubrebocas en la ceremonia del Día de Muertos dedicada a ellos, mostrando su indolencia y empecinamiento.

¿Alguien convencerá algún día al presidente de que el cubrebocas no es fifí, ni le restará puntos en las encuestas –aparentemente su única obsesión–?, ¿alguien podría decirle que el cubrebocas no es para protegerse él, sino para proteger a los demás?

En esa ceremonia del sábado en Palacio Nacional, una jefa indígena de Huautla de Jiménez, Oaxaca, de nombre Teresa de Jesús Ríos, aportó una explicación posible a la negativa del presidente a usar el cubrebocas y poner el ejemplo a la población.

Interrogada por el reportero Jorge Ricardo, de Reforma, la indígena mazateca dijo al cronista: “es un hombre de mucha fe, yo creo que por eso no usa cubrebocas”.

Bonita ceremonia la que encabezó el presidente y su esposa; sin duda, el esplendor de nuestras culturas populares es un buen marco para homenajear a nuestros muertos.

Pero la bandera nacional a media asta, la tradición y la mucha fe no evitarán que se recuerde al 2020 como un año fúnebre, el año en el que quizás se pudieron tomar otras decisiones para evitar miles de muertes.

Periodista desde 1993. Estudió Comunicación en la UNAM y Periodismo en el Máster de El País. Trabajó en Reforma 25 años como reportero y editor de Enfoque y Revista R. Es maestro en la UNAM y la Ibero. Iba a fundar una banda de rock progresivo, pero el periodismo y la política se interpusieron en el camino. Analista político. Subdirector de información en el medio Animal Político.