Se cumplen seis meses de que el gobierno de México entró en alerta por el brote de un virus nuevo en el mercado de Wuhan, China. El país suma más de 26 mil muertos. En entrevista con Pie de Página, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, habla del esfuerzo titánico para enfrentar al virus que ha detenido al mundo con un sistema de salud agonizante, de la contaminación política sobre la información técnica, y de su convicción de construir una cultura social donde el valor principal sea la verdad
Texto: Daniela Pastrana
Fotos: Duilio Rodríguez
CIUDAD DE MÉXICO.- El subsecretario de Salud y vocero del gobierno federal para el tema de covid-19 no pierde el paso ni la energía. Acepta una entrevista con Pie de Página después de su conferencia diaria, en un salón alterno al de la Tesorería, donde ha dirigido más de 120 conferencias. Es lunes. Al día siguiente, Hugo López-Gatell deberá estar en la reunión del gabinete de seguridad antes de las 6 de la mañana. Pero eso no impide que hablemos más de una hora. Y parecería imposible, pero nos falta tiempo. ¿De qué se trata? Dice de buen ánimo. Luego enlista los temas polémicos sobre los que le han preguntado una y otra vez. ¿El pico?, ¿pruebas?, ¿cubrebocas?, ¿defunciones?, ¿neumonía atípica?
Pero son seis meses de una pandemia que no había ocurrido en 100 años, así que empezamos por el principio.
—¿El 1 de enero de 2020 despertó y se imaginó que estaríamos así 6 meses después?
—El 1 de enero, más o menos (ríe). Digamos no tan claramente, pero ya había leído una noticia sobre las neumonías atípicas en el mercado de Wuhan China. No me concentré y dije: ‘esta es la siguiente pandemia’, pero ciertamente pensé: ‘uhm, neumonías atípicas’. El 3 de enero intercambiamos mensajes de whatsapp con el doctor José Luis Alomía y en la UIES (Unidad de Inteligencia Epidemiológica Sanitaria) ya aparecía esto como una preocupación. A la siguiente semana tuvimos algunas conversaciones informales. Ya era tema en la plataforma de los centros nacionales de enlace para el reglamento sanitario internacional y el 9 de enero el doctor Alomía ya había producido el primer aviso de viajeros. Para el 16 ya fue francamente: ‘arranquemos formalmente la fase de preparación’. Para la tercera semana de enero ya teníamos un plan concreto: las tres fases de preparación y los tres escenarios de la respuesta.
—Hubo una decisión política de trabajar en la mitigación y optar por la epidemia larga. ¿Cómo lo definieron?
—Si se refiere a política como políticas públicas, sí fue una decisión política — acota. —Es relevante porque en el lenguaje español no hay una diferencia entre una y otra. Policy Vs Politics, que en inglés sí se distinguen muy claramente. Hasta aquí, todas nuestras decisiones han sido de policy y no hemos tenido interferencia del politics por parte del gobierno. Nada. Y esto es algo que día con día valoro más.
Pero antes de entrar a México, López-Gatell hace una parada en el mundo y la primera reacción de algunos países cuando se declaró la pandemia: cerrar fronteras.
“La contención basada en puntos físicos (fronteras, aeropuertos, puertos marítimos) no tiene un sustento técnico claro. No hay un cuerpo de evidencia científica riguroso que muestre que es una evidencia útil para evitar el transporte de una enfermedad infecciosa”, dice.
Aunque hay países que lo han hecho muchos años. Estados Unidos desde hace más de un siglo: “Ellis Island, donde en el siglo 19 llegaban migrantes, de la gran migración europea y en un estado de confinamiento forzado se retenía a las personas sospechosas de tener tuberculosis para evitar que se contagiaran los de tierra adentro. Es un ejemplo, pero Estados Unidos hasta hoy tiene de hecho una División de Migración Global y Cuarentena en sus poderosísimos centros de control de enfermedades y varios de sus protocolos están centrados en frontera”.
Sin embargo, la mayoría de los países de Europa y América, no lo hicieron. El cierre de fronteras, dice López-Gatell, es “abiertamente antagónico” con el reglamento sanitario internacional que se estableció en 2005 y que la mayoría de los países, incluido México, adoptaron el 15 de junio de 2007.
El marco referencia de ese nuevo reglamento – que llevó 10 años negociar- tuvo un cambio de paradigma en la respuesta global ante las epidemias y tiene tres principios rectores: las personas, la solidaridad internacional y no interferir innecesariamente con el desplazamiento de personas y el comercio internacional.
—Y se ajusta mucho más a un mundo que está muy comunicado.
—Así es. Porque cerrar fronteras, puertos marítimos, causa graves daños a la economía global y muy preocupante, puede dar lugar, y lo ha hecho en innumerables ocasiones, a la violación de los derechos humanos.
Ahora, dice, la constatación de su poca eficacia en la pandemia es que “no hay una diferencia sustantiva en la carga de enfermedad, en la oportunidad de inicio de la respuesta, en la saturación de hospitales y en la mortalidad” entre países que aplicaron esta medida y los que no.
“Lamento profundamente que estos principios de una salud pública moderna, solidaria, técnica, hayan sido echados por la borda, durante los primeros meses de la pandemia por algunos países”.
El modelo de contención centrado en personas, que ha explicado decenas de veces, implica la identificación de “casos” sospechosos, la toma una muestra de diagnóstico por laboratorio y el estudio de contactos para determinar si se les aisla. Esa rutina, dice el subsecretario, “México la tiene establecida desde hace mucho tiempo para muchas enfermedades infecciosas”.
Esta contención centrada en personas “tiene utilidad pero tiene grandes límites”, dice. El mayor es la cantidad de personas que se necesitan para identificar a sospechosos y contactos cuando la epidemia ya creció.
“En el mundo entero, no hay sistema de salud pública que tenga suficientes operadores, epidemiólogos y epidemiólogas de campo para darse abasto en identificar a todos los casos sospechosos y a sus contactos. A diferencia de la gran mayoría de los países, nosotros decidimos decirlo eso explícitamente y tocar base con la realidad y reconocer que cuando la contención encontrara sus límites sería el momento oportuno de cambiar a mitigación comunitaria. Entonces, sí hicimos contención, que quede claro, la hicimos desde enero porque nos empezamos a preparar desde enero y la seguimos haciendo durante el escenario uno, y más o menos cuando llegamos a la tercera parte de los sistemas caso-contactos no rastreables, ya nos estábamos acercando a la mitad de marzo, dijimos esto es una señal de que tenemos que cambiar a la fase dos porque la contención es ineficiente e inefectiva”.
En esa etapa de contención, explica, una decisión importante fue que el resguardo sería voluntario y en el domicilio. Algunos países, al inicio, dispusieron instalaciones del gobierno, incluidas instalaciones militares, para hacer las cuarentenas. Estados Unidos, por ejemplo, dispuso una base naval militar en San Diego y tenía un espacio para cerca de 3 mil personas.
“¿Qué ocurrió? Que rápidamente se saturaron y ya no volvimos a hablar de ellas. En Francia, lo sabemos porque nuestros connacionales que fueron evacuados desde Wuhan, China, pasaron 14 días ahí, en una base militar cerca de Marsella. El Reino Unido también. Después ya nadie volvió a hablar de eso. Todos los países llegaron a un punto donde dijeron: ‘no podemos hacer contención en cada uno de los casos’”.
El modelo de contención se asume que se puede encontrar a cada caso y rastrear a todos sus contactos. Un supuesto irreal cuando la transmisión ya es masiva, insiste. Por eso, en la segunda etapa se diseñó la mitigación.
“Una buena mitigación asume de antemano, que no se van a evitar todos los contagios, por el carácter masivo, sino que se van a reducir en velocidad de ocurrencia. En México tenemos un promedio de 6 a 8 personas que eran contactos de un caso, y en algunos hasta 200 contactos. Imagínese en la Central de Abasto, ¿cuántos contactos hay? Entonces no hay fuerza humana que pueda cubrir eso”.
La opción, entonces, fue cerrar las estructuras que pudieran cortar masivamente cadenas de contagio. Primero con las escuelas, lo que inmovilizó a 40 millones de personas —entre estudiantes, maestros, administrativos, operativos, y toda la economía que gira alrededor—. Y luego con el cierre de espacios de esparcimiento y de concentración de personas. En total, estima el subsecretario, fueron casi 80 millones de personas fuera del espacio público, en un país de 120 millones de personas.
Los datos de la Universidad de Oxford, our world in data, parecen darle la razón: México logró de manera sostenida, en promedio 60 por ciento de reducción en la movilidad en el espacio público.
“Países que usaron la fuerza pública lograron hasta 80 por ciento. Nadie 100 por ciento —dice López-Gatell—. Un país que se inmoviliza por completo perece, no hay manera. Y en grados variables hay otros países que están en 40, 50… Entonces, nos sentimos satisfechos porque logramos el objetivo que era mitigar”.
López-Gatell está convencido de que, de no haberse realizado la Jornada Nacional de Sana Distancia en el momento en el que se hizo, en la Ciudad de México habríamos llegado a 4 mil 500 personas enfermas en un día ,y asumiendo que la Ciudad de México es la mitad de la epidemia, habría llegado a 9 o 10 mil casos. “El pico hubiera sido en abril y la epidemia teóricamente se hubiera agotado en seis u ocho semanas”.
—Un poco lo que pasó en Madrid o Nueva York.
— Madrid, España, Italia, sobre todo el norte, y Estados Unidos son los más emblemáticos. Cuando uno compara la inclinación de las curvas es impresionante porque es casi libre evolución. Cuando uno ve la de México es plana, desesperantemente plana, sí, pero lo dijimos desde el inicio.
—¿El objetivo era ganar tiempo?
—Sí, así es.
—…para la reconversión hospitalaria. ¿Qué significa eso en un país como México?
—¡Uf! Un esfuerzo monumental. Implica, primero, mantener la mitigación: los tres objetivos que están descritos en el Plan Global de Preparación y Respuesta a una Pandemia de influenza de la OMS (la versión más reciente en México es de 2010). Es decir, primero, ganar tiempo, diferir el pico. Imagínese, llegar a junio, en lugar de tener 10 mil casos en abril, son meses valiosísimos. Segundo: que la cantidad de casos que ocurren el mismo día se redujo 80 por ciento para la Ciudad de México. Y tercero: reducir el número absoluto de casos.
La diferencia entre ambas curvas puede ser poca, 10 por ciento menos, quizá, en la curva más larga, dice el subsecretario. Pero “lo que hace una enorme diferencia son las muertes”.
“En una curva abrupta, explosiva, la mortalidad es bestialmente alta. En una curva largalargalarga la mortalidad es significativamente menor. ¿Cómo saberlo? No me gusta comparar con otros países porque parece que uno lo esta criticando y cada país vive su realidad, pero nosotros no hemos tenido parques públicos con camas de hospitales. No hemos tenido que tomar la decisión… ¿se acuerda de aquella muy controversial guía ética que elaboró el Consejo de Salubridad General? Al inicio sí consideramos los distintos escenarios, no lo teníamos garantizado. Y creo que hizo bien el Consejo, aunque fue muy controversial, en tener una preparación formal, por si hubiéramos llegado a un evento como ese, de tener que decidir a quién intubo y a quién no. Más vale llegar con reglas claras, porque si no, se improvisa en cada hospital, en cada turno y se vuelve un desastre. Afortunadamente no hemos tenido que tomar esa decisión porque no llegamos a esos extremos”.
Pone otro ejemplo: la compra de ventiladores.
“Cuando hablamos de la cantidad de camas de terapia lo hacemos con base en cuántos ventiladores estaban disponibles y funcionales. Pero no había un censo nacional de ventiladores, lo fuimos haciendo. No crea que todo estaba en un sistema de información y picamos un botón y ya salió todo. No. Fue estar trabajando con cada institución, con cada estado, con cada delegación de la seguridad social. ¿Cuántos ventiladores tienes? ‘No, pues tantos’. Y de los 400 que me estás diciendo, ¿funcionan? Si, todos funcionan. Y a los cuatro días: ‘bueno, pero en realidad hay 180 que no están funcionando’… y así. Entonces, fuimos expulgando todo eso, consiguiendo ventiladores, unos del mercado nacional, otros de Estados Unidos, Suiza, China, y así, todas las semanas, en los comandos operativos y también con el presidente, hasta que juntamos los que tenemos ahorita, que son 9 mil.
—-¿Cuánta gente ha trabajado en eso?
—¡Uf!, ese es un esfuerzo operativo también muy grande. Empezamos la primera sesión… ¿cuándo fue, estimado Jose Luis — pregunta al director de Epidemiología, presente en toda la conversación— la primera sesión de seguridad en salud?… A mediados de febrero tuvimos la primera sesión formal. Habíamos empezado a trabajar usando las atribuciones ordinarias con IMSS, ISSSTE, Pemex, Sedena, pero luego convocamos al Comité Nacional para la Seguridad en Salud y a la tercera semana de febrero hicimos un acuerdo con la coordinación de Protección Civil, que coordina el Comité Nacional de Emergencias y tomamos resoluciones para trabajar multisectorialmente. Entonces, han estado creo que todas las secretarías de estado. Las que han estado directamente, son la coordinación de Protección Civil, Sedena, Semar, Salud, Economía, Hacienda, Educación, Trabajo, Relaciones Exteriores, Gobernación… Insabi, por supuesto. Y entrando y saliendo Turismo y Cultura. El presidente todos los días.
— Claramente ha tenido un apoyo del presidente, pero ese acuerpamiento no se ve en todos los gobernadores y a veces ni de todo el gabinete. ¿Qué riesgos tiene esta polarización política?
—¿Cómo estorba la política en la conducción técnica de la epidemia? — reformula, como tratando de aclararse a él mismo—. Me encanta la pregunta porque esto es algo que también trato en las clases en el Instituto. Primero, quiero volver a poner el ejemplo de lo que yo viví en 2009 y lo que estoy viviendo ahorita: En 2009 la contaminación política del trabajo técnico fue abrumadora. Y fue inmediata. Al grado que el secretario de Salud de entonces tuvo que actuar de paraguas, cortafuegos, blindaje para que los técnicos pudiéramos trabajar.
«Un ejemplo: por instrucciones del Presidente de entonces, un secretario de Estado (Ernesto Cordero, de Desarrollo Social) fue designado a encargarse del InDRE, nuestro laboratorio nacional de referencia, y separaron al InDRE de Epidemiología. En ese tiempo no estaban físicamente juntos, como ahora. Y con la directora del InDRE no había manera de hablar si no era por medio del secretario de Desarrollo Social. ¿Cuál es la razón? La historia lo dirá, pero muchos pensamos que era un mecanismo de control político de la información».
Hubo una presión muy fuerte para hacer las pruebas.
«Era absurdo, porque aquella epidemia empezó en abril y era el 20 de mayo y nos pedían hacer [pruebas] a gente del 18 de abril. Hicimos [por órdenes] 120 mil pruebas que no tenían un significado técnico útil».
«Vino lo de las pruebas rápidas, lo de las termocámaras, el alcohol gel comprado por toneladas. Eso, los que éramos técnicos de entonces, lo dejamos bien documentado, está en las minutas del Comité de Vigilancia Epidemiológica, donde hicimos sesiones para discutir el tema técnico de las pruebas y se resolvió por consenso de los representantes del sector: No sirven las pruebas rápidas. Pero ya las habían comprado».
Esos son ejemplos de la contaminación política. Pero hay otros, como la comunicación pública.
Cuenta: «Yo era el punto focal nacional para el reglamento sanitario internacional. Mi obligación legal era notificar en tiempo real a la OMS: Adoptamos un comando operativo que se llama Grupo de Respuesta Global a Brotes, producíamos un boletín, así como el informe técnico y lo mandábamos a la OMS; pero había una prohibición tácita de hacerlo público en México hasta que hubieran pasado 48 o 72 horas y hacíamos unos papelones horribles porque luego nos hablaban de las embajadas y nos decían: ‘oye aquí tengo un papel que dice Dirección de Epidemiología, y dice que tienes 4 mil 500 casos, pero en las noticias de la noche estoy oyendo que hay 3 mil. Entonces, horrible contaminación política, y hoy, desde el día uno, el presidente dijo: ‘esto es algo técnico y lo resuelven los técnicos'».
—¿Cuándo fue el día uno? ¿Cuándo hablaron con él y le dijeron: ‘tenemos un problema’?
— Él lo sabía porque yo lo decía aquí en la mañanera. Y cuando tuvimos la segunda sesión conjunta del Comité de Emergencia y del Comité Nacional de Salud. En esa sesión participaron las secretarias y secretarios. En la primera habían estado funcionarios asignados, mayoritariamente directores de área. Pero ya en la segunda dijimos: ‘señores, esto hay que tomarlo muy en serio’. Estamos hablando de antes de que llegara el primer caso. Es decir, segunda o tercera semana de febrero. El presidente nos citó al doctor (Jorge) Alcocer y a mí a las reuniones de la premañanera, expusimos el punto y dijo: ‘muy bien, nos vamos a guiar por lo que diga Salud, aquí el doctor Alcocer y sus colaboradores’. En ese tiempo no me ubicaba tan directamente. Y puedo decir con perfecta tranquilidad que, hasta hoy en la mañana, en las reuniones del gabinete de seguridad, siempre ha dicho: ‘muy bien, lo que diga Salud’.
—¿Cree que necesitamos más cultura científica?
—Con toda sinceridad creo que sí… Y lo he pensado desde antes, ¿eh?, no crea que solo por covid. Creo que es muy importante, no solo para documentar con mayor fidelidad, veracidad, amplitud y profundidad temas científicos… Yo valoro mucho la perspectiva de María Elena Álvarez-Buylla (directora de Conacyt) de que la ciencia no está en un pedestal encerrada en un cubículo o un laboratorio, sino que está en la vida real de las personas, de comunidades y pueblos. Entonces, no me molesta que pregunten que si los picos y eso, que haya este debate, yo creo que nos enriquece a todos…
— Pero los medios no hemos sido aliados para enfrentar la enfermedad.
—La verdad es que no, la verdad es que hay muchos medios que, desde muy tempranamente, decidieron por su agenda política y se les olvidaron incluso acuerdos.
Pone de ejemplo el caso de Reforma:
«Yo hablé con Roberto Zamarripa (director editorial) el 27 de febrero. Me acuerdo porque fue el día del primer caso, saliendo de la oficina de Reforma llegué a mi casa y me avisó el doctor Alomía: ‘tenemos el primer caso’. Ese día tuvimos una conversación de dos horas y el acuerdo era: ‘está muy claro que la agenda político empresarial de Reforma es adversa a la 4T, pero este es un tema de interés nacional; conservemos la calma’. Y salió de él decir: ‘Reforma se mantendrá para este tema objetivo, imparcial, técnico’. Pero en cuanto vino el tema de las pruebas, se les olvidó y ahí está la primera plana del sábado diciendo: ‘Burocracia frena pruebas, crece el virus’».
«Entonces, sí me parece lamentable, y lo diré a los cuatro vientos, que no haya el mínimo sentido de solidaridad, de responsabilidad y de conciencia de los intereses superiores de la nación. Y sí creo que muchos medios han hecho un papel muy deplorable y la historia los juzgará. Obviamente, si uno lo dice como vocero se presta a que digan: ‘¡ah, el gobierno quiere censurar la libertad de expresión!’. Y no, que cada quién use su libertad como quiera, pero si me pregunta, en el fondo del corazón sí lo pienso».
—Por otro lado está la estrategia de difundir todo en tiempo real, ¿qué riegos tiene este bombardeo?
—Sí, creo que hay riesgos reales, uno es el desgaste del modelo de comunicación. Además, yo creo que uno empieza a caer mal… o a tener errores, soy humano y llega un momento que me canso. Otro que me preocupa más es que se trivialice el tema, más allá de la chunga, de los memes y chistes, que se empiece a minar la credibilidad, por efecto mismo del desgaste y por estos medios que no han perdido ocasión, no de críticas –porque eso no molesta–, pero este asunto donde sistemáticamente se deforman las formas, pienso que es adverso. Y otro, que no es menor es que se politice.
Explica: «Si a mí me dieran a elegir yo no hablaría ni media palabra de cuestiones políticas. Recordará que en febrero habíamos elegido al doctor Alomía como el vocero técnico. Como yo era el vocero de Salud, aquí (en Palacio Nacional) hablaba del INSABI y era un tema muy político y yo lo asumí. No me gustaba pero ni modo. Me tocaba jugar el papel de la vocería política y lo dije en una mañanera: ‘no me pregunten de coronavirus, eso lo va a ver Alomía en lo técnico’. Porque yo quería separar todo lo que fuera posible una cosa de la otra. Sólo que cuando ya son 114 conferencias es imposible que no se politice, uno de se desgasta, tiene traspiés, la famosa frase de la fuerza moral y entonces lo empiezan a jalar a la arena política.
—Esta decisión de decir todo. Lo que dijo hoy en la conferencia, por ejemplo: ‘Ningún país del mundo cuenta todos los casos, solo nosotros lo hacemos explícito’. ¿Eso se entiende? ¿Termina siendo un mensaje claro?
— Yo creo que para la mayoría de las personas no. O si lo entienden no les interesa… Creo que a la gran mayoría de las personas podría darle lo mismo si un país sabe o no los datos y o que si el modelo centinela… esa parte técnica. Ahora, yo lo digo convencido: ningún país del mundo aspira a tener la cuenta exhaustiva de casos. Es un fenómeno inconmensurable, como lo decía en mis clases. Y eso está basado en haber leído la evidencia. Entonces, eso puede ser que no le importe a la mayoría de la gente. Pero una cosa que sí creo que pueda ser positiva es que la gente tenga una referencia de una voz, que lo que le dice se lo dice con la convicción de que sabe qué es cierto. Y por eso es importante que no se politice el manejo técnico de la evidencia, porque la politización es lo que contamina y la población tiene derecho a que la persona que le está diciendo ‘es así o asá’, se lo diga con la convicción de que el día que nos va bien se lo va a decir, pero el día que nos va mal, también.
—Como eso de que «rebasamos las predicciones»… ¿No es un poco ingenuo?
—En el fondo creo que es la aspiración, si es ingenuidad no me arrepiento de ella, pero es la aspiración de construir un país mejor. Y yo creo que parte de construir un país mejor pasa por una cultura social donde la verdad tiene un valor específico, pase lo que pase. He creído en esto toda la vida, lo he propagado por 11 años, se lo he enseñado así a mis alumnos, y cuando fui director de Epidemiología nos ayudó a construir una comunidad técnica que sentía orgullo de decir la verdad.
«Una vivencia clásica en la epidemiología operativa de gobierno, es que el epidemiólogo, la epidemióloga, tiene un jefe o jefa que le está dando una instrucción que viene del gobernador: ‘cuidadito que digas que están subiendo los casos de dengue’. De eso nos mofábamos todos en las reuniones técnicas: ‘no digas que es un brote, solo es un aumento en el número de casos’… que es la definición técnica de un brote. ¿Que me van atacar? Pues ya me atacan, de todos modos. ¿Que me van a cortar mis aspiraciones políticas? Pues no las tengo. Llevo 11 años en eso, no me puedo echar para atrás».
—¿Cómo ha sido esta relación con la industria de alimentos? ¿Qué papel están jugando en estos ataques?
La pregunta detona una larga respuesta de López-Gatell:
«Mi campo de formación son las enfermedades infecciosas; y salvo en una epidemia esto no suele interesarle a los empresarios ni a los políticos, porque no afectan sus intereses. Pero ciertos temas sí los afectan y mucho. Uno de ellos es la alimentación saludable, cuando está demostradísimo desde hace 30 años que el motor fundamental de la epidemia de obesidad en el mundo son los productos ultraprocesados de bajo valor nutricional».
«La mortalidad cardiovascular, junto con la mortalidad por diabetes son las primeras causas de muerte [en México], y todas las demás que en conjunto ocupan la mitad de la mortalidad en México. La mitad».
«Pero yo estaba debajo del radar de ellos. Cuando yo entré al gobierno venía de la academia y a mí no me veían como un enemigo. Al Instituto Nacional de Salud Pública sí, por el trabajo que hizo el instituto con el impuesto a las bebidas azucaradas, y yo trabajaba ahí, pero estaba en infecciosas. Varios colegas muy cercanos pues sí estaban en la lista negra. Y gente muy cercana a mí, la doctora Arantxa Colchero fue protagónica en el diseño y evaluación de esa política pública, pero no se habían dado cuenta de mí».
«Desde el minuto uno empecé a hablar de lo que conozco: que durante todo el sexenio previo, la industria de los alimentos y todos sus grupos asociados, tanto en la parte agroindustrial como en la producción de alimentos, vivían en la oficina donde yo trabajo hoy».
«Y bloquearon sistemáticamente estas políticas públicas: Impuestos, promoción de la salud, etiquetados. Entonces, se prendieron alarmas. En el sexenio pasado había una cosa que se llamaba el Observatorio Mexicano de Enfermedades No Transmisibles, OMENT, y era un grupo asesor. Se puede decir, que el 60 por ciento de sus integrantes eran representantes directos o indirectos de la industria alimentaria».
«¿Cómo puede ser que el gallinero esté en manos de la zorra? Eso lo habíamos criticado desde el INSP y ahí están involucradas las corporaciones de la principal refresquera de México, que a su vez está vinculada financieramente porque ha donado grandes sumas a la universidad de Nuevo León, y ahí estaba el centro de datos».
«Así que dije ‘adiós OMENT’, es irrelevante para nosotros. Y creamos el GISAMAC (Grupo Intersecretarial de Salud, Alimentación, Medio Ambiente y Competitividad), el 14 de febrero que es un giro de 180 grados. En primera, dijimos que por definición no queremos que en este grupo esté la iniciativa privada, porque esto contamina los intereses de la política pública. Y de las organizaciones sociales, pues bajo riguroso escrutinio, gente que no tenga financiamientos y cercanía, con las empresas. No queremos lobbistas disfrazados de activistas».
«Cuando arrancó el gobierno, los empresarios empezaron a buscarnos. primero a mí. No los recibí, ahí tengo cartas. Buscaron al secretario (Jorge) Alcocer, no los recibió. Y luego fueron buscando mecanismos alternos hasta que acabamos aquí, en Palacio Nacional. El presidente nos citó y lo que quedó clarísimo desde el minuto uno fue que no había una actitud de parte del empresariado para entender cuál era nuestra visión. Les dimos audiencia ene veces porque el presidente nos dijo: ‘dialoguen y sigan dialogando’. Y nos aventamos sesiones y sesiones, agotamos el tiempo de ley, al final se decidió por voto y perdieron. Se pusieron los etiquetados y ahí vino el rompimiento, que yo creo que, en parte, hoy se ve en lo de covid y ciertos medios.
—¿Cuál ha sido el momento más difícil?
—Vivo alerta. Pero no he sentido un momento de curva explosiva, que se vaya a desbordar. Quizá un momento de preocupación que tuve fue pensar si íbamos a tener suficientes ventiladores a tiempo. Y otro, quizá, fue el momento de la asignación de la responsabilidad, cuando me dijo el presidente: “Voy a confiar en lo que tú me digas”. Dije: ‘¡Ah caray!, está fuerte. Lo que pase con 128 millones de personas depende de decir las cosas bien y cimentado en evidencia’. Pero una vez asumido, lo he vivido.
—Ya no da tiempo de platicar de la salida de Assa Cristina Laurel y su columna, en la que dice que le falta visión de futuro, pero no quiero que nos vayamos sin preguntarle esto. Viene una etapa muy larga y todavía tenemos un sistema de salud muy precario, ¿nos va a dar tiempo?
—De la doctora Laurel, nunca voy a hablar mal de ella. Para nosotros era un ícono de la salud pública y de la medicina social. Formó generaciones; yo leía sus textos, la conocí personalmente y siempre la he respetado. De la vivencia de ahorita simplemente diría que a veces los tiempos de las necesidades de actuación en un proyecto tan complejo como una transformación no siempre se acoplan para que todo mundo esté dispuesto a poner una parte sin que tenga que llevar el todo; y a lo mejor ella hubiera preferido que fuera diferente. Pero yo la respeto mucho.
«De lo otro, tenemos un sistema muy frágil. Los números lo dicen: 240 mil profesionales de la salud inexistentes, una cobertura territorial que no alcanza, cerca de 40 por ciento del territorio que no tiene a la mano una unidad de salud, un déficit monumental de ambulancias».
«Tenemos escenas dantescas. Como médico, a mis 52 años y con toda mi vida en el medio de la salud —porque mi papá era médico y trabajaba en hospital público, el 20 de Noviembre—, me parece inconcebible que haya personajes que con tanta desfachatez se ofendan si uno critica las deficiencias del sistema de salud. Cuando todos sabemos, desde siempre, que los hospitales están sobresaturados, que las consultas y cirugías se programan con meses de diferencia, que la calidad de la atención está erosionadísima, que las instalaciones físicas están degradadas».
«Y lo que tuvimos en estos últimos 35 años es una gran simulación, pero además fue ir acumulando el sistema a las necesidades de los negocios».
Pone un ejemplo que vió en Tlaxiaco, Oaxaca, durante los recorridos que hizo el presidente a hospitales:
“Estaba la unidad de salud, y enfrente de este hospitalito, un gabinete de radiodiagnóstico privado, chiquito, modesto, con rayos equis, laboratorio de análisis clínico, farmacia y bueno la funeraria. Pero esta viñeta de ver la instalación de salud y enfrente todo eso, se repite por todo el país. ¿Cuál es la historia? La obvia: el gabinete de radiodiagnóstico dejó de funcionar hace 37 años y a los 15 segundos apareció el privado».
«Adentro (del hospital) ya saben que nunca van a reparar el gabinete porque hay alguien que está conectado con el moche del doctor que hace el diagnóstico. Igual el laboratorio, la farmacia, el abastecimiento saben que nunca va a llegar. Esto de que hoy nos reclamen por los medicamentos, digo, tenemos preocupaciones por lo difícil que ha sido, pero esto es histórico. Yo lo viví de niño, y luego como estudiante de medicina. Todos sabíamos que así era el sistema».
«Ahora, ¿cuánto nos falta para arreglarlo? Muchísimo. ¿Qué podemos aspirar a lograr? Yo diría que aumentar la infraestructura, garantizar que funcione, definir que la geografía priorice las áreas históricamente desatendidas. Y ya».
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